Cuando se habla de socialismo, lo que nos viene a la cabeza generalmente son regímenes totalitarios. Sin embargo, si ahondásemos más en la definición, llegaríamos a la conclusión de que el socialismo no se limita solo a regímenes totalitarios o socialdemócratas, también se extiende a cualquier orden social en el que haya Estado, aunque sea mínimo.
Definición de socialismo
El socialismo se caracteriza por la socialización y colectivización de los medios de producción y de los bienes en nombre de una sociedad más “justa” e “igualitaria”. Para un socialista, el capitalismo va en contra de esto, una vez que, argumentan ellos, el capital se concentra en las manos de unos pocos e impide que otros tengan oportunidades de mejorar.[i] En resumen, no es exagerado decir que el socialista necesariamente acaba por defender agresiones contra los que producen para dar iguales oportunidades a quienes no producen. Es la ideología de la envidia.
El socialismo, ante todo, como podemos ver arriba, niega la propiedad privada, un concepto normativo que se hace necesario cuando hay escasez de recursos.[ii] El Estado, en este caso, no solo fuerza la escasez, si no que también monopoliza los recursos. Cuando se defiende el Estado, fatalmente se niega la escasez, ya que inevitablemente algo será monopolizado y su coste socializado.
Con eso, podemos definir el socialismo como un sistema social basado en los siguientes tres presupuestos: 1) la negación de la propiedad privada, 2) la socialización de bienes y servicios para que estos sean accesibles para la sociedad y 3) la negación de algún tipo o la totalidad de la escasez. Cualquier Estado inevitablemente va a negar la propiedad privada, pues habrá robo (impuestos), socialización de bienes y servicios, y siempre habrá algún tipo de espacio público y monopolización de los servicios judiciales y de seguridad.
El por qué el Estado y el derecho de propiedad no pueden coexistir
El Estado depende de la existencia de impuestos para existir. A partir del momento que el estado existe, los tributos también van a existir. El Estado no tiene impuestos voluntarios. Como bien dije Rothbard:
Sería un ejercicio instructivo para el lector escéptico intentar formular una definición de impuesto que tampoco incluyera robo. Así como el ladrón, el Estado exige dinero con el equivalente a la asesta de un revólver; si el pagador de impuestos rechazarse a pagar, sus bienes serían confiscados a través de la fuerza, y, si él se resistiese a ese pillaje, él sería arrestado o se llevaría un tiro se el se continuase resistiendo. Es verdad que los apologistas del Estado sostienen que el impuesto es “en verdad” voluntario; una simple, sin embargo esclarecedora, refutación a esta afirmación es ponderar lo que sucedería si el gobierno aboliera los impuestos y se limitara a simplemente pedir contribuciones voluntarias. ¿Será que alguien realmente cree que se daría una situación comparable al enorme rendimiento actual del Estado y que continuaría fluyendo lo mismo hacia sus cofres? Es probable que ni aquellos teóricos que afirman que la punición nunca detiene la acción recularían delante de esa afirmación.[iii]
Cobrar impuestos es violar la propiedad privada, que es nuestro derecho natural, un derecho que puede ser confirmado por la ética argumentativa.[iv] Nosotros tenemos derecho a la autopropriedad y con ello el derecho a la propiedad privada también existe. El Estado siempre dependerá de eso y, para justificar su existencia, siempre usará a su favor el argumento del monopolio del uso de la fuerza. Por lo tanto, es sensato decir que ni siquiera con un Estado mínimo el derecho a la propiedad puede existir en su plenitud una vez que parte de la renta de las personas tendrá que ser robada para financiarlo.
El estado cualquiera que sea su tamaño va contra nuestra naturaleza
El estatismo es algo contrario a la naturaleza humana, pues consiste en el ejercicio sistemático y monopolístico de la coerción. En todas las áreas en las que tal coerción ocurre (incluyéndose aquellas que corresponden a la definición de la ley y al mantenimiento del orden público), hay un bloqueo de la creatividad y de la coordinación empresarial, que son precisamente las más típicas y esenciales manifestaciones de la naturaleza humana.[v]
Jesús Huerta de Soto
Partiendo de aquí podemos ver porque el Estado es algo contrario a la naturaleza humana y que solo el anarcocapitalismo es acorde a ella. Sin embargo, no es solo por eso. Como se demostró arriba, el Estado es necesariamente violador de la propiedad privada, una vez que niega la escasez y se alimenta de impuestos. Además, va contra nuestro derecho natural a la propiedad privada, lo que implica también la violación de nuestro derecho a la autopropiedad, pues todo que adquirimos voluntariamente es fruto del trabajo de nuestro cuerpo o trabajo del cuerpo de otra persona que lo hizo voluntariamente. Esto significa que el Estado roba parte de nuestro trabajo para costear aquello que generalmente no nos disponemos a pagar. El estatista puede hasta afirmar que fatalmente un día iremos a pagar por los costes de servicios de jurisdicción si necesitemos de ellos para solucionar un conflicto en el que estamos envueltos. Pero él jamás responderá de manera convincente por qué esos servicios tienen que ser necesariamente monopolizados coercitivamente por el Estado.
Pero no es solo con los impuestos que el Estado va contra nuestra naturaleza. Su naturaleza predatoria también hace que lleve a cabo intervenciones que dificultan los intercambios voluntarios. Rothbard identifica tres tipos: autística, binaria y triangular.[vi] La intervención autística ocurre cuando el Estado interfiere en la propiedad de la persona sin que haya ninguna forma de intercambio o transferencia de títulos de propiedad envueltas. Rothbard cita como ejemplos el homicidio, la agresión física y la obligación o prohibición de cualquier celebración, discurso o práctica religiosa. La binaria es el tipo de intervención (agresión) que envuelve dos partes. Por eso tiene ese nombre. Entre los ejemplos, podemos citar los ya citados impuestos, así como asaltos, hurtos, el voto y servicio militar obligatorio, entre otros. La triangular, por su parte, envuelve tres partes. Son intervenciones que perjudican a dos de las partes para beneficiar a una tercera. Es cuando por ejemplo al individuo A y el B se les prohíbe realizar un intercambio para que C sea beneficiado. Generalmente los economistas “liberales” reconocen solo la intervención triangular, como por ejemplo el rent seeking y el control de precios.
Podemos ver que practicar esas intervenciones no es exclusivo del Estado. Cualquiera criminal o grupo de criminales pueden practicarlas. Pero cuando un individuo practica alguna de esas intervenciones, el Estado lo clasifica como crimen y todos nosotros sabemos que los crímenes son actos que van contra nuestra naturaleza. Ahora, si el estado es necesariamente criminal, como venimos diciendo, ¿cómo no va a ser también una entidad que va contra nuestra naturaleza?
El Estado, por lo tanto, no forma parte de nuestra naturaleza. Son las personas que han sido adoctrinadas para pensar que la práctica de crímenes por el Estado puede prevenir de otros crímenes.
El Estado mínimo siempre tiende a hacerse un Estado máximo.
Jesús Huerta de Soto demostró que no hay forma de controlar el tamaño del estado,[vii] así como Rothbard en La Ética de la Libertad.[viii] La denuncia es la misma: el Estado mínimo siempre tenderá al Estado máximo. No hay forma de controlar su crecimiento debido a su naturaleza predatoria. Aunque sea el deseo de los minarquistas que el Estado mínimo continúe siendo mínimo, es un hecho que lo que ellos defienden es algo que tarde o temprano se convertirá en una tiranía.
El ejemplo más famoso de un Estado casi mínimo que se transformó en un Estado máximo es el de Estados Unidos, que antes tenía un mercado interno bien desregulado (ni impuesto de renta tenía) y que hoy posee el Estado más poderoso, invasivo y despótico que la humanidad haya visto.[ix] Hoppe lo explicó de la siguiente forma:
Todo Estado mínimo tiene la tendencia inherente a convertirse en un Estado máximo, una vez que se le permite a la una agencia recolectar cualquier tipo de impuesto, por menor que sea o para cualquier propósito, esta tenderá naturalmente a aplicar los rendimientos de su impuesto actual en la recolección de futuros impuestos aún mayores, para los mismos y/u otros propósitos. De manera semejante, una vez que una agencia posea cualquier monopolio judicial, ella tenderá naturalmente a servirse de su posición privilegiada para una nueva expansión de su extensión de jurisdicción. Las constituciones, a fin de cuentas, son constituciones estatales, y las eventuales limitaciones que pueden contener -lo que es o no constitucional- son juzgadas por los tribunales y jueces estatales. Por lo tanto, no existe otra manera posible de limitar el poder del Estado que no sea eliminando el Estado completamente y, en conformidad con la justicia y las enseñanzas de la ciencia económica, estableciendo un mercado libre de servicios de protección y seguridad.[x]
Los estatistas pueden aún argumentar que si el Estado mínimo lleva a un Estado máximo, ¿qué impide que un Estado pudiese aparecer en un sistema anarcocapitalista?
La respuesta es mucho más simple de lo que se imagina. Primero, lo obvio: es mucho más difícil que un Estado nazca de cero que el Estado mínimo crezca, lo que seguro que sucederá en ese último caso. Segundo, el anarcocapitalismo es totalmente inherente a la naturaleza humana.[xi] Es praxeologicamente viable porque él da a las personas las opciones deseadas al momento de escoger la protección y la seguridad, distinto del Estado que sostiene el monopolio de los mismos. Otro factor, que es el más importante, es que aunque el surgimiento del estado sea cierto, es éticamente ilegítimo. Por lo tanto, independiente de los resultados posibles del anarcocapitalismo, es esencial destacar que al defender el Estado -sea cual sea su tamaño- está inevitablemente defendiendo una institución criminal y monopolista. Es la negación de los principios éticos y del derecho a la propiedad privada.
Conclusión
No es difícil entender ahora las razones por las cuales podemos concluir que el estatismo en cualquier grado es socialismo. El Estado siempre implicará monopolios, que implican costes socializados, que implican violación de la propiedad privada y de la autopropiedad. Si hay violaciones del derecho a la propiedad privada, es correcto decir que el estatismo en cualquier grado es también la negación del derecho a los mismos. Negar la propiedad privada es la base del socialismo, así como la “accesibilidad” social a bienes y servicios. Por eso, toda forma de Estado también implica distribución de la renta. Impuestos para garantizar el acceso a la seguridad socializada es, en última instancia, una forma de distribución de la renta. El Estado es, por lo tanto, sinónimo de socialismo y antónimo de mercado y ética. Por lo tanto, el anarcocapitalismo es la única forma de orden natural que no es socialismo. Y así, todo su opositor es un socialista.
[i] Peter Lamb e J. C. Docherty; Historical dictionary of socialism (Lanham: Scarecrow Press, Inc, 2006) p. 1.
[ii] Hoppe deixa isso claro em Uma Teoria do Socialismo e Capitalismo (São Paulo: Instituto Ludwig von Mises Brasil, 2013).
[iii] Murray N. Rothbard; A Ética da Liberdade (São Paulo: Instituto Ludwig von Mises Brasil, 2010) p. 233
[iv] Hans-Hermann Hoppe; The Economics and Ethics of Private Property (Auburn; Ludwig von Mises Institute, 2006), pp. 239-245
[v] Jesús Huerta de Soto; Liberalismo Clássico Versus Anarcocapitalismo
[vi] Murray N. Rothbard; Governo e Mercado (São Paulo: Instituto Ludwig von Mises, 2012), pp. 31-33
[vii] Jesús Huerta de Soto; op. cit.
[viii] Rothbard básicamente refutó de forma magistral la obra más famosa del filósofo minarquista Robert Nozick dedicando un capítulo entero solo para eso. El capítulo es una versión publicada en el Journal of Libertarian Studies titulada «Robert Nozick and the Immaculate Conception of the State». En él Rothbard demostró que el libre mercado si puede solucionar conflictos y que no habrían agencias de arbitraje dominantes que se convertirían en Estado más tarde. Rothbard también ataca el cuestionamiento de Nozick sobre que el derecho de propiedad justifica actos invasivos desde que hay compensación y demuestra que el minarquismo que el defiende también lleva fatalmente al Estado máximo. Ver Murray N. Rothbard; A Ética da Liberdade (Instituto Ludwig von Mises Brasil, 2010), Capítulo 29 “Robert Nozick e a Concepção Imaculada do Estado”.
[ix] Stefan Molyneux; Por que um estado mínimo inevitavelmente leva a um estado máximo?
[x] Hans-Hermann Hoppe cuando escribió la introducción de «La Ética de la Libertad» estaba justamente comentando la refutación de Rothbard a la obra de Nozick. Ver Murray N. Rothbard; A Ética da Liberdade (Instituto Ludwig von Mises Brasil, 2010), p. 24
[xi] Jesús Huerta de Soto; Op. Cit.