LA DANZA DE LA LLUVIA LAICA
– Miguel Alonso Davila –
Como comenté en el artículo anterior, para que un ritual concreto tenga lugar es imprescindible que los participantes compartan ciertas creencias. Por ejemplo, en el caso del matrimonio en la tradición católica, que consiste en la unión ante Dios de un hombre y una mujer, es imprescindible que los prometidos crean en Dios; y en este caso también en la Iglesia. Así pues, cuando el enlace termine los novios estarán unidos, formarán una unidad, y serán por tanto dos personas diferentes a las que eran antes de la boda. Podemos también imaginarnos los rituales en los que un niño se convierte en un hombre. En estos casos al igual que en el anterior, nace un ser humano nuevo; el niño se convierte, se transforma en un hombre, de modo que el niño que lo inicia es un individuo diferente del hombre que lo culmina. La parte externa del ritual (la ceremonia con todos sus detalles y símbolos: la música, los movimientos, la vestimenta), y la interna (el cambio interno que experimenta la persona), son dos caras de la misma moneda. Así pues, si en un caso concreto, alguien no sufre dicho cambio interno, entonces ningún rito tuvo lugar en realidad. Obviamente este siempre será el caso si el individuo en cuestión no comparte las creencias necesarias para que el rito tenga lugar. Sería el caso de una persona que se dirige a una iglesia para comulgar, pero no cree en Dios ni en la iglesia. Desde un punto de vista interno lo que estaría haciendo sería comer galletas.
Quizás nos sea más fácil visualizarlo si nos imaginamos a nosotros mismos perdidos en un lugar remoto, y que somos rescatados por una tribu que nos hace partícipes de sus rituales, en los cuales se habla del dios sol, por ejemplo. Para nosotros todo eso no sería más que teatro. En el caso de que regresásemos a nuestra civilización nuevamente, nos sería posible reproducir dichas ceremonias, como los bailes de la danza de la lluvia, por ejemplo. No obstante, a no ser que hayamos interiorizado sus creencias, esos movimientos serán solo un baile, y no la danza de la lluvia. Obviamente somos libres de llamarle a ese baile como nos plazca, por ejemplo “la danza de la lluvia”, sin embargo ese baile y el rito serán dos cosas bien diferentes.
Después de esta pequeña introducción podemos pasar a analizar ciertas expresiones como “bautizo laico” que se suelen escuchar cada vez con más regularidad.
La expresión “bautizo laico” es un absurdo. Igualmente, “matrimonio laico” o “funeral laico” resultan tan absurdos como “la danza de la lluvia laica”. Un bautizo es un ritual, y un ritual es siempre religioso. ¿A alguien se le ocurriría hablar de comulgar de forma laica, o de rezar de forma laica? Un matrimonio es un acto religioso, que no debe confundirse con un contrato privado firmado por dos individuos voluntariamente, y en el cual podrían estipularse las cláusulas y condiciones que los participantes creyesen oportuno. Como mucho puede suceder que se realice una boda y que también se firme un contrato, pero serían cosas bien diferenciadas.
Lo curioso de todo esto es que las personas que se casan por lo civil, no siempre se limitan a firmar un contrato, sino que con frecuencia realizan una ceremonia en la que se visten de forma especial y realizan una serie de actos simbólicos. Mas si las nupcias civiles no son más que la firma de un papel, como muchos de ellos afirman, entonces, para qué tanta pompa. Si preguntásemos a los protagonistas probablemente nos dirían que les apetecía celebrar un día especial, y compartir con su familia que han decidido unirse para siempre. De modo que ese día representa un cambio en sus vidas y en realidad también en ellos mismos. Por tanto, con lo expuesto anteriormente, entenderemos que esto es en realidad también un ritual religioso (recordemos que una religión no tiene por qué estar organizada, ni tiene porqué tener dioses, y ni siquiera tiene por qué ser articulable).
Pero entonces, ¿por qué este extraño comportamiento, por qué rechazar un enlace religioso porque no se es religioso, para realizar otro ritual también religioso, o pseudoreligioso (esto es, que tenga la forma de un ritual religioso, aunque no su contenido y su significado)? En mi opinión, hay un ansia de significado en las personas, se busca un significado, un sentido a la vida, porque sin él se hace insoportable. Y este hecho se refleja en la celebración de esas ceremonias a pesar de que sus participantes se confiesen no religiosos.
Sin embargo, parece que ese sentido no nos lo puede otorgar la religión, es este un camino que está vedado, lo descartamos incluso antes de empezar la búsqueda. Lo que nos conduce a buscar una identidad (algo interno, religioso, que nos otorga una misión), en cosas externas: el trabajo, la pertenencia a un club, equipo de fútbol, partido político, banda callejera, etc. Esto es, buscamos en todos los sitios menos donde deberíamos. Ahora bien, ¿por qué de golpe la mayor parte de la población no es creyente? Si nuestros abuelos lo eran a pies juntillas, y también nuestros padres, ya es extraño que en nuestra generación la mayor parte sean ateos. ¿Por qué este cambio radical? Si fuese un movimiento evolutivo natural, no forzado, sería diferente; quizás unos pocos serían los no creyentes al principio, pero no todos de repente. Este cambio masivo y repentino es obra del sistema educativo, donde se elimina la visión religiosa del mundo, para implementar una visión estatista. Y para esto es necesario que la asistencia al colegio sea obligatoria.
La religión estipula unas normas de conducta, y una moral (para el tema que estamos tratando es indiferente cuales sean, incluso si son justas o no). Moral que es traspasada de padres a hijos. Estas pautas de comportamiento son rígidas, son siempre las mismas. Nada más alejado de los intereses de los gobernantes. A éstos les interesa que la verdad, lo bueno y lo justo sea lo que ellos dicten, independientemente del contenido de sus dictados. Hoy dicen que lo justo es A, y mañana lo contrario de A. No importa, lo justo siempre es lo que ellos digan, sea lo que sea. Para ello sustituyeron el derecho natural por el derecho positivo. De este modo esa tradición rígida de la religión constituye un contrapoder del Estado, al que pueden intentar unirse, o por el contrario destruirlo. En la unión, el gobernante obtendría cierta legitimidad y el estamento religioso ciertos privilegios; aunque esta unión suele ser problemática, puesto que la tradición religiosa suele ser demasiado rígida, de manera que el cargo eclesiástico de turno no podrá dar legitimidad a todos los actos del gobernante a los que a este le gustaría.
Así, en la actualidad asistimos al intento de eliminación de la religión por parte del Estado. Lo que, a su vez, nos es vendido como un gran avance hacia la libertad, como la liberación de un pensamiento arcaico y semi-infantil, para avanzar hacia la luz de la razón. Nos dicen que la Iglesia pretende controlar nuestras vidas, y que no sería más que un montón de supercherías para mentes débiles. No obstante, si este fuese el caso, si los gobernantes pretendiesen eliminar la influencia de la religión para liberarnos, lo más lógico sería que nos liberasen de los rituales religiosos, o que extirpasen a la iglesia de estas celebraciones importantes. De esta manera esas ceremonias podrían ahora estar presididas por cualquiera, por ejemplo por algún amigo íntimo de la familia. Pero hete aquí que este no es el caso; lo que observamos es como el Estado se coloca en lugar de la religión, sustituyendo al clérigo por un representante estatal. Si realmente quisiesen liberarnos de la religión sin más, qué necesidad hay de un representante estatal en todas las ceremonias. ¿Para qué necesito al alcalde en el evento en el que voy a presentar a mi hijo a mi familia?
Esto claramente es un caso más de un largo proceso de sacralización estatal, que pretende erigir al Estado como una nueva religión. Este es un tema largo y complejo que no abordaremos aquí.
Podría argüirse que la religión pretende expandir sus ideas y convertirse en una parte fundamental de la vida de las personas, lo cual es verdadero. Además, muchos de nosotros intentamos también expandir ciertas ideas, y no hay nada malo en ello. Mas, con respecto a los temas que estamos tratando, lo único importante es si se trata de algo coactivo o no. El Estado se nos impone de forma coactiva, no así la religión. Uno es libre de no comulgar con ninguna confesión religiosa, de no asistir a la iglesia, incluso puedes echar a gritos de tu casa a un cura que venga intentar convertirte. No eres libre sin embargo, de no pagar tus impuestos, o de no enviar a tu hijo al colegio.
Es por todo esto que somos libres de llamarle a un evento “bautizo laico” si queremos, pero no es inocuo, no es inofensivo y además es algo deliberado, no es casual. Si no tenemos ninguna creencia religiosa o simplemente aborrecemos el catolicismo (que por otra parte no entiendo por qué el catolicismo es rancio, y el budismo es cool, como si este último no fuese igualmente una religión), y decidimos hacer un bautizo civil, este acto estará oficiado por un representante estatal. Y en dicha celebración, parece que es el representante estatal, es decir el Estado, el que nos da la bienvenida a la ciudadanía y nos otorga unos derechos democráticos (como si los derechos pudiesen ser democráticos, como si no nos perteneciesen esos derechos de forma inalienable sin que nadie nos los tenga que otorgar). Se presenta así a este ente imaginario no solo como garante de nuestros derechos sino como origen de los mismos. De este modo, nuestra libertad estaría garantizada por el Estado, lo que nos impediría pensar en él como algo negativo, al no poder atentar contra nuestra libertad puesto que es origen de la misma. Esto, claramente es una contradicción puesto que el Estado se sostiene a base de impuestos recaudados coactivamente. Es decir, vulnerando nuestra libertad.