Vida.

John Locke nació el 29 de agosto de 1632 en Wrington, Inglaterra, pasando la primera parte de su infancia en Pensdorf.[i] Su familia se dedicaba al comercio y era de extracción puritana. En Londres realizó los estudios secundarios, y en 1652 obtuvo una beca para estudiar en el Christ Church College de Oxford, donde alcanzó el Master of Arts en junio de 1658. En la década de 1660 da clases de griego, retórica y filosofía. En esta época se interesa por las obras de Descartes y por la crítica que Pierre Gassendi hace al mismo y a la escolástica; así como también por las ciencias naturales. A pesar de ser ya profesor continúa estudiando medicina.

En 1666 conoce a Anthony Ashley Cooper, para el que trabajará como asesor a partir de entonces. Por esta época Locke comienza a cambiar sus ideas sobre filosofía política. En 1667 compuso su “Essay concerning toleration” que más adelante se convertiría en su famosa carta sobre la tolerancia. Lord Ashley fue ascendiendo en la esfera política hasta llegar a canciller del tesoro. Fue entonces cuando Locke se dedicó a cuestiones económicas para poder asesorarle, redactando en 1668 un ensayo sobre la manipulación del tipo de interés, que sería la primera parte de su “Some considerations of the consequences of the lowering of interest and raising the value of money”, publicado en 1692.

En 1672 Lord Ashley fue nombrado Lord Canciller, recibiendo Locke también un cargo público importante. Al año siguiente Lord Ashley abandona su puesto por discrepancias políticas, Locke le apoya, y conjuntamente escriben un panfleto por el que finalmente tendrá que abandonar el país. En 1679, debido a cambios políticos, y después de haber pasado cuatro años en París, Locke vuelve a Londres para trabajar de nuevo con Lord Ashley. Este defendía una política anticatólica alineándose con los “whigs” en torno a la controversia de si los católicos podían ser herederos al trono, intentando que el rey aprobara una norma que lo impidiese, evitando así acabar en una monarquía católica absolutista. Entendía que el poder político descansaba en un contrato y que es legítima la resistencia ante abusos del poder. En el bando contrario, los “tories” opinaban que el derecho sucesorio no se podía alterar y postulaban el origen divino del poder.

Es en este ambiente, entre 1680 y 1682, en el que Locke compone las ideas que expresará en “Dos tratados sobre el gobierno civil”. Finalmente los “tories” resultaron vencedores, lo que provocó un nuevo exilio de Locke, esta vez a Holanda, donde se dedicó a plasmar las ideas en las que venía trabajando a lo largo de los años anteriores. Regresa a Inglaterra en 1689 después de cinco años y se centra en sus investigaciones, alejándose de la vida política. En ese mismo año publica su “Carta sobre la tolerancia”, “Dos tratados sobre el gobierno civil”, y “Ensayo sobre el entendimiento humano”. En 1693 publica “Some thoughts concerning education”, una reflexión sobre la educación, y en 1695 “The reasonableness of christianity as delivered in the escriptures”, un texto de filosofía de la religión.

Fallece el 28 de Octubre de 1704.

Obra.

En esta pequeña reseña nos centraremos en su obra de filosofía política. Esta primera parte la dedicaremos a las contribuciones previas al segundo ensayo sobre el gobierno civil, al que le dedicaremos la segunda parte de esta escueta biografía.

Locke contribuyó con aportaciones significativas en diversas áreas como teoría del conocimiento, derecho, economía, filosofía política, educación, etc. No obstante, los trabajos que más influyeron en los pensadores de las siguientes generaciones fueron los que realizó en teoría del conocimiento y filosofía política. En efecto, su libro “Ensayo sobre el entendimiento humano” supuso una continuación, síntesis y profundización de las ideas empiristas que venían realizando autores como Francis Bacon, y que serían un contrapunto a las tesis racionalistas de autores como Descartes. Su pensamiento influyó en autores como Berkeley y Hume, que llevarían el empirismo hasta sus últimas consecuencias, generando un rico debate con los autores de la tradición racionalista, conformándose de este modo las dos grandes corrientes de pensamiento filosófico de la época.

En su ensayo sobre el tipo de interés, aunque, al carecer de la moderna teoría del capital y del ciclo económico no puede dar cuenta de las consecuencias reales de su manipulación, sin embargo, sí que intuye, basándose en una analogía entre las leyes económicas y las leyes de la naturaleza, que el tipo de interés debe ser establecido a través de la oferta y la demanda, y que la fijación de un valor para el mismo por parte del gobierno es algo antinatural y dañino.[ii]

Sin duda, donde su pensamiento alcanzó su máximo desarrollo fue en filosofía política, constituyéndose en el fundador de la tradición liberal. Es obvio que sus escritos políticos contienen las incongruencias e incoherencias típicas de aquel que inicia una nueva tradición de pensamiento, pero no hay que perder de vista la época en la que fueron escritos. Aunque es cierto que algunas de sus tesis se quedaron a medio camino, si contraponemos sus ideas con las de sus predecesores nos daremos cuenta que supusieron un gran avance en la defensa de la libertad.

Un ejemplo de esto serían las reflexiones expuestas en “Carta sobre la tolerancia” donde, a pesar de defender la no tolerancia contra los ateos,[iii] sin embargo, también defiende la tolerancia de los distintos credos religiosos. Así, según Locke

 

   “Ninguna persona privada debe, en ningún caso, perjudicar o disminuir los bienes civiles de otro, porque este se declare extraño a su religión y a sus ritos.”[iv]

                 

Y además,

“Nadie, ni las personas individuales, ni las Iglesias, ni siquiera los Estados tienen derecho alguno a perjudicar unos los bienes civiles de los otros y de privarse mutuamente de las cosas de este mundo con el pretexto de la religión”.[v]

 

Y lo más importante, también defiende la separación entre Iglesia y Estado. Así crítica que la Iglesia pretenda imponer su credo a todos los ciudadanos.

 

“Nadie se queja de la mala administración de la familia del vecino, nadie se enfada con el que se equivoca cuando siembras los campos y al entregar como esposa a su hija, nadie corrige a quien se come el dinero en la taberna. Destruya, construya, gaste según su criterio: nadie protesta, todo está permitido. Pero, si no frecuenta el templo público, si allí no se inclina de la forma adecuada, si no obliga a sus hijos a que se inicien en los misterios de esta o de aquella iglesia, entonces hay murmullo, clamor, acusación”.[vi]

 

Es decir, está en contra de que la Iglesia se entrometa en las funciones coercitivas del Estado. E, inversamente, también critica que el Estado se entrometa en las creencias religiosas de sus súbditos.

 

“El magistrado no puede imponer con la ley civil ritos eclesiásticos o ceremonias de culto divino ni en su iglesia ni mucho menos en la iglesia de otros”.[vii]

 

Además al sugerir que el gobierno no tiene legitimidad para entrometerse en los asuntos religiosos de sus ciudadanos está defendiendo unos límites al poder estatal y también unos límites al poder eclesiástico.

La mayor parte de las contribuciones de Locke a la filosofía política se concentran en la segunda parte de su tratado sobre el gobierno civil. En la primera parte del mismo refuta de forma pormenorizada las tesis absolutistas de Robert Filmer. Éste, en su obra El patriarca, defiende que la soberanía de un príncipe tiene origen divino. Para ello se basa en el hecho de que la Tierra fue concedida por Dios a Adán y éste tiene un derecho natural de dominio sobre sus hijos, el mismo que tienen los monarcas sobre sus súbditos, monarcas que serían descendientes directos de Adán. Locke critica que Filmer pretenda derivar de una autoridad paterna sin definir un derecho de

 

“… soberanía divino e inalterable, mediante el cual un padre o príncipe tiene un poder absoluto, arbitrario, ilimitado e ilimitable sobre la vida, la libertad y bienes de sus hijos y súbditos; de modo que puede tomar o enajenar sus bienes, venderlos, castrarlos o usar sus personas como le plazca, porque todos son sus esclavos, y él es el señor y propietario de todas las cosas y su voluntad ilimitada es ley”.[viii]

 

[i] Para un análisis de la vida y obra de John Locke ver Tomás Vàrnagy, “El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo”, pp. 41-76 en Atilio A. Boron, compilador, La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx (Buenos Aires: Clacso, 2000); Miguel Satrústegui Gil-Delgado, “Acción y pensamiento político de John Locke: del conformismo a la revolución”, Revista de Estudios Políticos (nueva época), 160 (abril-junio 2013): 43-68; y Óscar Godoy Arcaya, “Libertad y consentimiento en el pensamiento político de John Locke”, Revista de Ciencia Política, 24, 2 (2004): 159-182.

[ii] Para sus aportaciones a la teoría monetaria ver John Locke, Escritos monetarios (Madrid: Pirámide, 1999).

[iii] John Locke, Cartas sobre la tolerancia (Ciudad de México: La Guillotina, 2009), p. 95.

[iv] Locke, Cartas sobre la tolerancia, p. 37.

[v] Locke, Cartas sobre la tolerancia, p. 43.

[vi] Locke, Cartas sobre la tolerancia, p. 47.

[vii] Locke, Cartas sobre la tolerancia, pp. 62-63.

[viii] Citado en Doris Emilia Guerrero, ·“El tratado sobre el gobierno civil de John Locke, una refutación del absolutismo de Robert Filmer”, Universitas Philosophica, 8, 15-16 (diciembre 1990): 9-60.