Las últimas dos décadas han sido escenario de una verdadera revolución en las favelas brasileñas. La pirámide social en su interior se ha invertido. Si antes la proporción entre pobres y clase media quedaba en torno a 65% y 35%, ahora presenta las cifras contrarias.

  Según los datos del Data Favela 2015 (la mayor investigación nacional de los habitantes de las favelas de Brasil), más del 65% de los habitantes de las favelas son de clase media y el 7% están en las clases A y B.

  Mucho se habla de los hábitos de consumo de las favelas brasileñas: ropas de marca, TVs de pantalla plana, smartphones, heladeras, viajes de avión. Pero más que una revolución del consumo, lo que viven es una revolución emprendedora. Muchos habitantes de favelas tienen o quieren tener su propio negocio. Son, en otras palabras, capitalistas en potencia. Y esos negocios, por llevarse a cabo muchas veces entre la formalidad y la informalidad, cumplen funciones que, en la opinión común, parece que sólo pueden ser cumplidas por grandes inversiones de estado o de grandes empresas.

  1. Correo.

  A Rocinha, la mayor favela de Brasil, tiene muchas calles, callejuelas, escaleras y callejones que nunca fueron debidamente mapeadas y numeradas por ninguna autoridad. Sin embargo, ni las personas dejan de tener dirección ni de querer recibir entregas, pero hasta hace poco, Correos simplemente no entregaba envíos en las casas, mostrando cómo de frágil es la idea de que cubre todo el territorio nacional. La correspondencia de los habitantes, en general, se dejaba en algún comercio próximo, con alto riesgo de perderse, además del inconveniente de tener que visitar dos o tres tiendas o mercados para saber si una carta había llegado.

  Eso cambió cuando tres habitantes de la comunidad que conocen bien la geografía interna, pues habían trabajado con el Censo, iniciaron Carteiro Amigo, una empresa de entrega de correspondencia. Mapearon la favela (mapa que continuamente se actualiza) y numeraron todas las residencias que quisieran inscribirse. Y no es por caridad, no. Los habitantes que desean recibir sus cartas en casa pagan, voluntariamente, una tasa mensual de R$16,00. El negocio dio tantos beneficios que Carteiro Amigo ya abrió franquicias en otras siete comunidades.

  1. Noticias.

  La generación y comunicación de noticias dejó de ser monopolio de los grandes grupos mediáticos. Rene Silva, comunicador y twittero del Complexo do Alemão que documentó en tiempo real el avance de las fuerzas de la pacificación, comenzó su propio periódico y su propio portal de noticias cuando tenía sólo 11 años, la Voz de la Comunidad. Ofrece reportajes, investigaciones, artículos de opinión y guía de eventos, además de ayudar en diversas campañas sociales. El libro «La Voz del Alemán» cuenta un poco de su trayectoria y su contexto. Aunque todavía no ha dado beneficios, el periódico es un ejemplo de emprendimiento social y consigue mantenerse por medio del patrocinio de grandes marcas y publicidad de negocios locales.

  Diversas favelas de Brasil siguieron su ejemplo y han pasado a mantener sus propios portales, páginas de facebook y twitters. La visión local sobre lo que acontece es muchas veces muy diferente de lo que los medios tradicionales ofrecen. Es la fuente más rápida y confiable para registrar y divulgar las muertes en el Complejo. Cuando el Ayuntamiento derriba negocios tradicionales en el Alemão por falta de permiso, sabemos que los trabajadores y los clientes de la comunidad tienen una visión muy diferente de la acción del gobierno.

  1. Saneamiento.

  Gran parte de las periferias de Brasil vive sin condiciones adecuadas de saneamiento básico, algo que, supuestamente, el estado se encarga de proveer a todos. Pero no por eso los habitantes se quedan sentados a merced de enfermedades y de la suciedad.

  La favela de Sol Nascente, próxima a Brasilia, compite con A Rocinha por el título de mayor favela de Brasil. Lo que no está en discusión es un triste título que posee: tiene el peor saneamiento básico del país. Sólo el 6% de las casas están conectadas a la red de cloacas.

  El Ayuntamiento tomó la iniciativa de cavar una fosa delante de cada casa. Tras eso, cada uno que se apañe. De esa forma, las necesidades sanitarias de la población se sostienen gracias a diversas empresas y profesionales autónomos que vacían y limpian las fosas sépticas. El trabajo conlleva cierto estigma social, pero está relativamente bien remunerado. Una limpieza sale entre R$ 80,00 y R$ 140,00.

  A buen seguro, la fosa séptica se queda muy corta de lo que sería deseable, pero está mejor que nada. Sólo podemos imaginar cómo sería la cara de ese sector si se permitiera la empresarialidad y la competencia en la canalización y la construcción de desagües y cloacas. Los sistemas informales – y por lo tanto altamente precarios – surgen en lugares poco servidos (y poco fiscalizados) por el estado. Pero el tipo de inversión pesada que una red sólida requiere es inviable sin amparo legal.

  1. Transporte.

  En las grandes ciudades brasileñas se trata al transporte de personas como una cualificación del gobierno. Es el gobierno quien tiene que planear rutas, definir los puntos y estaciones y decidir la cantidad de cada servicio. ¿Se imagina si no hubiera definición de las rutas de autobuses o segregación de carriles? ¿Se imagina si se le quitara de las manos el derecho de ofrecer transporte a las empresas monopolistas o a los poseedores de licencia de taxis? ¡Sería una anarquía!

  Aparentemente, la anarquía funciona. En muchas favelas brasileñas, triunfa la libre competencia de servicios de transporte. Taxis, furgonetas, kombis, moto-taxis y hasta bicicletas. Cualquier persona puede prestar ese servicio valioso y generar renta para sí. A la mayoría de esos emprendedores les gustaría regularse para atender a sus clientes de forma completamente legal; pero los gobiernos son tan lentos, y las exigencias son tantas, que la mayoría tiene que seguir ganándose la vida en el mercado informal. Sus consumidores lo agradecen.

  La clientela en los cerros cariocas es fiel. Los motociclistas no solo llevan a personas para arriba y para abajo, sino que también hacen entregas y hasta pagan facturas en el banco para sus clientes más próximos. Afortunadamente, hay poca fiscalización, lo que permite que ese sector continúe operando.

  1. Artes plásticas.

  Las favelas en los cerros de Río de Janeiro tienen un atractivo obvio para los turistas: la magnífica vista al mar. En São Paulo, la cosa es más difícil. Paraisópolis, que disputa con Heliópolis el status de mayor favela de la ciudad, encontró otra manera de destacarse y atraer visitantes: las artes plásticas. Son diversas atracciones.

  La comunidad tiene una artesanía local vibrante. Uno de sus mayores exponentes es el taller de Antonio Edivaldo da Silva, o Berbela, mecánico que hace esculturas con piezas de hierro viejo. Sus obras ya ganaron reconocimiento mundial y hoy aparecen al principio de la novela I Love Paraisópolis.

  La arquitectura también cuenta con, por lo menos, dos artistas locales. Uno es Antenor Feitosa, que hizo una casa entera revestida de botellas pet. Por dentro, la experiencia es como cruzar una catedral de luz esmeralda. Otro es Estêvão Conceição, el Gaudí de Paraisópolis. Su «Casa de Piedra» es un verdadero destello de creatividad y de uso de curvas y materiales inusitados, que recuerdan mucho el carácter orgánico de la obra de Antoni Gaudí. Estêvão desarrolló su estilo aisladamente; nunca había oído hablar del maestro de Barcelona. Pero los visitantes notaron las semejanzas y el Centro de Estudios Gaudí pagó su viaje a Barcelona para que conociera la obra de Gaudí y se inspirase para continuar sus creaciones.

  Por esas y otras obras, Paraisópolis cuenta con un turismo de sus artes. El tour artístico por los puntos más interesantes de la vecindad, que recibe el nombre «Paraisópolis de las Artes», organizado por líderes de la propia comunidad y que se hace a pie con guías locales, cuesta R$ 150,00.