LA RACIONALIDAD DE LAS COSAS INVISIBLES

  Aquellos a los que les gusta ensimismarse en la ensoñación de cosas invisibles son considerados, a veces, gente ingenua y poco práctica, dispuesta a dejarse engañar por ilusiones absurdas y a creer en ideas disparatadas e irracionales.

  Hay quien piensa que hay que ver para creer, lo que viene queriendo decir que si algo no es susceptible de ser comprobado a través de los sentidos no puede considerarse como cierto.

  Sin embargo este punto de vista, que comparten aquellos que piensan que la ciencia es medición (pues todo instrumento de medición es una extensión de los sentidos) tiene el pequeño defecto de ser muy poco práctico, cosa que probablemente se deba a que es falso.

  En numerosas ocasiones la única manera de adquirir conocimientos sobre algo en particular no es prestándole atención a lo que se puede ver sino a aquello cuya observación es imposible.

  Esto es igual de cierto tanto si uno quiere resolver crímenes como si pretende entender acontecimientos históricos o explicar la naturaleza del método científico. Para demostrarlo vamos a exponer los siguientes ejemplos.

1.-El extraño incidente del perro a medianoche

   Como todo el mundo sabe, Sherlock Holmes destaca por sus extraordinarias capacidades de observación y deducción. En Estudio en escarlata dice que “a partir de una gota de agua…cabría al lógico establecer la posible existencia de un océano Atlántico o unas cataratas del Niágara, aunque ni de lo uno ni de lo otro hubiese tenido jamás la más mínima noticia”. Pero Sherlock Holmes sabe también que hay veces en que es necesario comenzar a hacer las deducciones cuando no existe ni siquiera esa gota de agua, o, más precisamente, porque no existe. En el cuento Estrella de Plata debe resolver el caso del robo de un caballo de carreras y del asesinato de su preparador. Durante la investigación tiene lugar este famoso diálogo entre el detective consultor y el policía encargado de la investigación:

“-¿Existe algún otro detalle acerca del cual desearía usted llamar mi atención?

-Sí, acerca del incidente curioso del perro aquella noche.

-El perro no intervino para nada.

-Ese es precisamente el incidente curioso -dijo como comentario Sherlock Holmes.”

 

  La policía no fue capaz de darse cuenta de la importancia de este suceso porque estaba centrada en encontrar aquello que era accesible a los sentidos, pero Sherlock Holmes sabía que la ausencia de un hecho puede ser tan reveladora como su presencia: el perro no ladró aquella noche porque conocía bien al responsable del crimen, lo que fue fundamental para descubrir su identidad.

 

2.-La falacia del historiador

   Esta falacia fue descrita por David Hackett Fischer y consiste en la tendencia que tienen algunos historiadores a olvidar que los protagonistas de los sucesos que están estudiando no tenían conocimiento de lo que iba a ocurrir en el futuro. De esta manera interpretan las acciones de aquellos que hicieron algo en el pasado como si tuviesen la misma información y conocimiento que tiene el historiador en el presente. Así cometen un error en la interpretación de esos acontecimientos al centrarse en la información que existe ahora pero que no existía en el momento de producirse los hechos.

  Esta falacia no afecta solamente a los historiadores sino que también es una de las más comunes en las conversaciones cotidianas: la emplean, por ejemplo, aquellos que critican a un entrenador deportivo por tomar decisiones que llevaron a su equipo a la derrota o los periodistas que alertan de todos los fallos de seguridad que provocaron una determinada catástrofe, pero que nunca avisan de esos errores tan evidentes antes de que se produzca el hecho en cuestión, sino sólo después de que éste haya ocurrido.

 

3.-Hacer que los otros jueguen con las cartas que repartes

   Esta es una de las estrategias que presenta Robert Greene en Las 48 leyes del poder, y es la aplicación práctica de lo que se conoce en lógica como la falacia del falso dilema. La idea principal detrás de esta estrategia es controlar las opciones que se presentan a los demás para que elijan algo que siempre beneficia a aquel que presentó las alternativas. Concentrados en las opciones que tienen delante de sus ojos a los individuos les resultará mucho más complicado darse cuenta de las posibilidades que se le ocultan. La presencia de esas alternativas es el truco a través del cual se distrae la atención de las opciones ausentes porque, como dice Greene, “cuando la gente puede elegir entre varias alternativas le cuesta creer que se trate de una manipulación o un engaño”.

  Henry Kissinger empleaba este método cuando quería que Richard Nixon adoptase una determinada decisión: presentaba tres o cuatro opciones de tal manera que la que él prefería parecía siempre mejor que las demás. Pero esta estrategia también la utilizan aquellos que manipulan a otros diciendo “si no estás conmigo estás contra mí” o “si no haces esto es porque no me quieres”.

 

4.-La ventana rota y la economía

   El economista francés Frédéric Bastiat sabía que, al contrario de lo que piensa mucha gente, la economía no es una ciencia empírica susceptible de medición. Sus principales hallazgos no dependen de la demostración empírica sino del razonamiento lógico. Por eso afirmaba que la diferencia principal entre un mal y buen economista es que el primero sólo se fija en el efecto visible de una determinada acción, mientras que el segundo tiene en cuenta (además del efecto visible a través de los sentidos) aquellos otros efectos que sólo se pueden prever mediante el razonamiento. Así, criticaba a aquellos que piensan que la destrucción incrementa la riqueza exponiendo el ejemplo de una ventana rota por una pedrada. Hay quien dice que a través de este destrozo se promueve la mejora de la economía porque el gasto realizado para sustituir el cristal roto impulsa el crecimiento de la industria cristalera. Pero esto es sólo lo que se ve. Lo que no se ve es que el individuo que se gasta el dinero reparando el cristal carece ahora de una cantidad que podría haber gastado comprando un libro o unos zapatos. Sin la destrucción de la ventana ese individuo tendría ahora un libro o unos zapatos a la vez que conservaría su cristal intacto, por lo que “hay que concluir que, considerada en su conjunto, y hecho todo el balance de sus trabajos y sus disfrutes, la sociedad ha perdido el valor de un cristal roto.”

 

5.-El error del positivismo lógico

   Un grupo de filósofos austriacos conocido como el círculo de Viena desarrolló, durante el primer tercio del siglo pasado, una concepción sobre la filosofía de la ciencia conocida como positivismo lógico. Según esta concepción sólo existen dos tipos de enunciados que tienen sentido, científicamente hablando. El primer tipo serían los enunciados analíticos (las matemáticas y la lógica, por ejemplo) que pueden ser correctos pero que no nos dicen nada acerca de cómo es el mundo, son meras verdades por definición: un ejemplo de este tipo es el enunciado que afirma que “un hombre soltero es un hombre no casado”. El segundo tipo serían los enunciados sintéticos (como los de las ciencias naturales) que sí nos dicen algo sobre cómo es el mundo pero que necesitan ser comprobados a través de los sentidos y confirmados empíricamente para poder decidir si son correctos o no: por ejemplo, el enunciado que afirma que “la luna está hecha de queso” es sintético pero incorrecto, porque podemos enviar un cohete a la luna para comprobarlo empíricamente.

  El problema con el positivismo lógico (como explica, por ejemplo, Hans-Hermann Hoppe en La Ciencia Económica y el Método Austriaco, pp.31-33) es que, si fuese correcto, entonces el enunciado que dice que “hay dos tipos de enunciados que tienen sentido: los analíticos y los sintéticos” tiene que ser, o bien un enunciado analítico o bien un enunciado sintético, para tener sentido. Pero si es un enunciado analítico entonces no nos dice nada acerca de cómo es el mundo, es simplemente una definición. Y no puede ser un enunciado sintético porque no se puede demostrar empíricamente a través de los sentidos y de la medición. Por lo tanto lo único que demostraron empíricamente los positivistas lógicos es que decían muchas cosas que no tenían sentido.

Conclusión

  Si se pudiese extraer una lección práctica de todos estos ejemplos sería la siguiente: es mucho más realista una persona que le presta atención a las cosas invisibles que aquella que no lo hace. Hay que huir despavorido de aquel que sólo se fía de lo que ven sus ojos. O bien está esperando a que lo engañen o bien pretende engañarte como a un idiota. Porque, como dijo San Agustín, no todo lo que no se ve debe no ser creído.