LA FALÁCIA DEL POLILOGISMO

 

    – Rodrigo Constantino –   

 

“La humanidad necesita, antes que nada, liberarse de la sumisión a slogans absurdos y volver a confiar en la sensatez de la razón.» (Mises)

 

  En 1944, el economista Ludwig von Mises escribió Omnipotent Government, donde explica el crecimiento de la idolatría al Estado que llevó al nazismo en Alemania, fomentando un ambiente de guerras ininterrumpidas. En una parte del libro, Mises explica una de las cosas que los nazis cogieron prestado del marxismo: el polilogismo. Hasta la mitad del siglo XIX, nadie cuestionaba el hecho de que la estructura lógica de la mente es común a todos los seres humanos. «Todas las inter-relaciones humanas están basadas en la premisa de una estructura lógica uniforme», dice Mises. Podemos comunicarnos justamente porque apelamos a algo común a todos, la estructura lógica de la razón.

  Claro que algunos hombres pueden pensar de forma más profunda y refinada que otros, así como algunas personas no consiguen comprender un proceso de inferencia en largas cadenas de pensamiento deductivo. Pero eso no niega la estructura lógica uniforme. Mises cita como ejemplo alguien que puede contar sólo hasta tres, recordando que, aun así, su cuenta, hasta su límite, no difiere de aquella hecha por Gauss o Laplace. Es justamente porque todos consideran este hecho incuestionable que los hombres entran en discusiones, intercambian ideas o escriben libros. Sería simplemente imposible una cooperación intelectual entre los individuos sin eso. Los hombres intentan probar o refutar argumentos porque comprenden que las personas utilizan la misma estructura lógica. Cualquier pueblo existente reconoce la diferencia entre afirmación y negación, puede entender que A no puede ser, a la vez, lo contrario de A.

  Sin embargo, a pesar de que ese hecho es bastante evidente, fue cuestionado por Marx y por los marxistas, entre ellos el «filósofo proletario» Dietzgen. Para ellos, el pensamiento está determinado por la clase social de la persona, y el pensamiento no produce verdades, sino ideologías. Para los marxistas, los pensamientos no pasan de ser un disfraz para los intereses egoístas de la clase social a la cual pertenece ese pensador. En ese contexto, sería inútil discutir cualquier cosa con personas de otra clase social. Lo que se sigue de eso es que las «ideologías no necesitan ser refutadas por medio del razonamiento discursivo; deben ser desenmascaradas a través de la denuncia de la posición de la clase, el origen social de sus autores». Si una teoría científica es revelada por un burgués, el marxista no necesita atacar sus méritos. Basta denunciar el origen burgués del científico.

  El motivo por el cual los marxistas buscaron refugio en el polilogismo puede encontrarse en la incapacidad de refutación por métodos lógicos de las teorías económicas «burguesas». Cuando el propio Mises demostró que el socialismo sería impracticable por la imposibilidad del cálculo económico racional, los marxistas no señalaron ningún error en su análisis lógico. Prefirieron apelar a la estratagema del polilogismo, huyendo del debate con la disculpa de que su teoría era una defensa de los intereses de clase. El éxito de esa táctica marxista fue increíble, sin precedentes. Fue usado como «prueba» contra cualquier crítica racional hecha al marxismo y su pseudo-economía. Eso permitió un crecimiento aterrador del estatismo moderno.

  Conforme recuerda Mises, «el polilogismo es tan intrínsecamente sin sentido que no puede llevarse consistentemente a sus últimas consecuencias lógicas». Ningún marxista tuvo el suficiente coraje para intentarlo. En última instancia, el principio del polilogismo llevaría a la inferencia de que las enseñanzas marxistas no son objetivamente verdaderas, sino sólo afirmaciones «ideológicas». Los marxistas niegan esa conclusión lógica de su propia postura epistemológica. Para ellos, su doctrina es la verdad absoluta. Son completamente inconsistentes. El propio Marx no era de la clase de los proletarios. Pero para los marxistas, algunos intelectuales consiguen colocarse por encima de esa paradoja. Los marxistas, claro. No es posible refutar eso, pues si alguien discrepa, sólo prueba que no forma parte de esa élite especial, capaz de superar los intereses de clase y de ver más allá.

  Los nacionalistas alemanes tuvieron que enfrentarse al mismo tipo de problema que los marxistas. No eran capaces de demostrar sus declaraciones o refutar las teorías económicas contrarias. «Por tanto», explica Mises, «buscaron abrigo bajo el tejado del polilogismo, preparado para ellos por los marxistas». Algunos cambios fueron necesarios para la adaptación, pero la esencia es la misma. Basta intercambiar clase por nación o raza, y listo. Cada nación o raza posee una estructura lógica propia y, por lo tanto, su propia economía, matemática o física. Para la óptica marxista, pensadores como Ricardo, Freud, Bergson y Einstein estaban equivocados porque eran burgueses; para la óptica nazi, estaban equivocados porque eran judíos. El colectivismo, sea de clase o raza, anula el individuo y su lógica universal.

  Tanto el polilogismo marxista como el nacional-socialista se limitaron a la afirmación de que la estructura lógica de la mente es diferente para las varias clases o razas. Ninguno de ellos intentó elaborar mejor eso, tampoco demostrar cómo ocurría exactamente tal diferencia. Nunca entraron en los detalles, prefiriendo, al contrario, concentrar la atención en la conclusión. En el fondo, el polilogismo tiene todas las características de un dogma. Si hay divergencia de opinión dentro de la propia clase o raza, adopta un mecanismo peculiar para resolver la cuestión: los oponentes son simplemente tratados como traidores. Para los marxistas y nazis, existen sólo dos grupos de adversarios: aquellos errados porque no pertenecen a la misma clase o raza, y aquellos oponentes de la misma clase o raza que son traidores. Con ello, ellos ignoran el incómodo hecho de que hay disensión entre los miembros de su propia clase o raza.

  Dejo los comentarios finales para el propio Mises: «El polilogismo no es una filosofía o una teoría epistemológica. Es una actitud de fanáticos limitados, que no consiguen imaginar que alguien puede ser más razonable o inteligente que ellos mismos. El polilogismo tampoco es científico. Es la sustitución de la razón y de la ciencia por supersticiones. Es la mentalidad característica de una era del caos».

*Artículo cedido por el Instituto Mises Brasil