EL ÚNICO CAMINO A LA RIQUEZA. (V)
– Miguel Alonso Davila –
En artículos previos de esta serie se expuso cómo los empresarios organizan su actividad guiándose por los precios, y como para que se adecúe la producción a las necesidades de los consumidores se necesita que esos precios reflejen fielmente las valoraciones de los mismos. Es decir, que sean precios en un mercado libre; con los que los empresarios puedan realizar el cálculo económico. También se trató el problema de la información y de como esta se crea a base de prueba y error. En este artículo nos centraremos en algunas características de dicha información, poniendo primero algunos ejemplos en los que dichas propiedades se visualicen más fácilmente, aunque aparentemente no tengan relación con la economía.
Pensemos, por ejemplo, en cómo se mantiene una amistad, o cómo se mantiene una relación amorosa duradera, o se conquista a una pareja. En estos casos, nadie diría que podemos aprender a hacer todas estas cosas leyendo un libro. Si fuésemos niños e inquiriésemos a nuestros abuelos por cómo se puede conseguir una amistad, nos dirían que eso se aprende haciéndolo. Es intentando hacer amistades que aprendemos a hacerlas; y es teniendo varias amistades que duren en el tiempo y después desaparezcan que aprendemos a mantenerlas. Así pues, esto sería un conocimiento de tipo práctico, no teórico. Se aprende practicando, haciendo. Para aprender a bailar no basta con leer un libro, es preciso bailar. Lo mismo que para aprender a andar en bicicleta, o para practicar cualquier otro deporte. Aunque estudiemos tratados de mecánica y sepamos el ángulo exacto que tiene que tener cada parte de nuestras extremidades superiores y la posición exacta del resto de nuestro cuerpo, no aprenderemos a tirar a canasta de forma correcta hasta que hayamos jugando cientos de horas al baloncesto. Igual que para aprender a darle a la pelota al jugar al golf. Es pues todo este, un conocimiento que no aprenderemos leyendo libros. Y esto nos lleva a la siguiente característica, a saber, que todos estos casos serían también ejemplos de un conocimiento no articulable. Lo que quiere decir que no se puede codificar, reducir a unos pocos conceptos que lo atrapen en su totalidad.
Si quisiésemos escribir un libro sobre cómo se mantiene una relación no seremos capaces de meter ahí dentro todo el conocimiento al respecto, porque es no articulable. Imaginemos que un extraterrestre llega a la Tierra y se dispone anotar en una libreta las normas que seguimos los terrícolas, por ejemplo, en las cafeterías y bares. Nuestro extraterrestre observará que siempre se dan los buenos días al entrar por la puerta. Ahora bien, esa regla que anota en su libreta en realidad no se cumple siempre. Si entramos en un establecimiento y un cliente se desploma por un infarto, y nosotros decimos justo después “buenos días”, no quedará muy bien. No obstante, si el cliente enfermo solo sufre un leve mareo, quizás sí podamos dar los buenos días sin que quede extraño. Pero, ¿en qué punto de la línea que va desde un cliente muerto a uno levemente mareado tenemos que dejar de dar el saludo inicial? No está muy claro, es algo que se aprende estando en muchas situaciones sociales, algo que se aprende haciendo. Y si pasa esto con el primer paso, que es dar los buenos días al entrar, figurémonos la cantidad de problemas que tendrá nuestro extraterrestre para intentar atrapar la cantidad ingente de normas no articulables que utilizamos en nuestro comportamiento dentro de este tipo de establecimientos. Pensemos en nuestras parejas o amigos íntimos con los que mantenemos una relación de muchos años, si quisiésemos reproducir su comportamiento en un libro no seríamos capaces, escribiríamos cosas tales como: “le molesta que le den empujones, a no ser que sea alguien muy cercano”. Sin embargo no está claro cuánto de cercano es “muy cercano”, eso dependerá de la situación. No será lo mismo si va caminando por la calle, que si está de copas en una discoteca. Y también dependerá de su estado de ánimo, y de un sinfín de circunstancias, en qué momento la aplicación de una fuerza sobre su cuerpo pasa a ser un empujón. Es sólo con el paso de los años, a base de prueba y error, que vamos aprehendiendo el comportamiento de dicha persona; pero no es algo que podamos escribir en un libro, tal que si una tercera persona lo leyese supiese cómo se va a comportar.
Otra característica destacable es la dispersión. Si hablamos de cómo se mantiene una amistad cada persona tiene su propio saber acerca del tema, que ha ido generando con la experiencia; y como todas las experiencias son diferentes, la sabiduría de las personas acerca de ese tema será también ligeramente diferente. Este tipo de información se hallará pues dispersa entre toda la población, no está concentrada en un sitio concreto. Y será además un conocimiento privativo, es decir, cada persona no tendrá acceso al que tienen el resto de las personas.
Como vemos en estos ejemplos, se puede visualizar que se trata de un conocimiento subjetivo, disperso, de tipo práctico, tácito, y la mayor parte de los casos no articulable. El caso es que si reflexionamos nos percataremos de que este es el modelo de conocimiento que se utiliza la actuar. Cuando nos fijamos metas que queremos alcanzar, buscamos medios que nos permitan conseguirlos, y los saberes que utilizaremos tendrán todas estas características.
Sin embargo en nuestro quehacer diario parece que está todo terminado de un modo mucho más rígido. Que en su funcionamiento diario la economía no se ve afectada por tales cosas, sino que avanza firme siguiendo las directrices de nuestros gobernantes. Para visualizarlo supongamos que vamos a empezar a trabajar de camareros en un bar, y nuestro jefe nos dice que si unos clientes consumen mucho les pongamos unos pinchos gratis. A lo que nosotros podemos inquirir que cuánto es mucho. Seguramente el encargado no tendrá una cifra exacta en la cabeza, y nos responderá que ya lo vamos viendo nosotros. Laborando en un establecimiento diferente quizás nos digan que si no hay muchos clientes podemos cerrar antes. Pero en ese caso cuánto antes podemos cerrar, y cuántos clientes son pocos. Tampoco en este caso nuestro superior nos dará una cifra exacta. En otro caso puede que nos sugieran que si tenemos un cliente con mucha prisa podemos atenderle antes que al resto, aunque hemos de hacerlo de tal modo que el resto de clientes no se incomode. No obstante, ¿cuánta prisa es mucha?, ¿y cómo sé si un cliente se está incomodando? En todos los quehaceres que sean de cara al público, tendremos similares problemas. Incluso en las restantes ocupaciones tendremos que interactuar con nuestros compañeros, apareciendo cuestiones semejantes.
Como vemos, para solucionar todas estas situaciones hace falta un conocimiento práctico, no articulable, etcétera, que iremos aprendiendo a medida que trabajamos, y de esta manera iremos adquiriendo el oficio. Y es esta la única forma de adquirirlo, de otro modo, la gente saldría perfectamente aprendida de las escuelas de oficios y de las universidades y con todo el entendimiento necesario para realizar su función en todos los casos que se encontrara a lo largo de su carrera. Pero claramente no estamos en dicha situación, y una vez instruidos en los distintos centros formativos necesitamos de un tiempo faenando para aprender el oficio. Si meditamos en nuestros respectivos trabajos y los analizamos detenidamente nos daremos cuenta que para nuestra función utilizamos alguna vez este tipo de conocimiento. Y con el tiempo nos daremos también cuenta de cómo ese tipo de conocimiento abarca en realidad casi todo nuestro desempeño profesional. Podemos razonar que en realidad hay muchas partes de nuestro ocupación que se realizan de modo mecánico y no están sometidas a esa incertidumbre o indefinición. Sin embargo, aparte de que a los dependientes experimentados que laboran de cara al público también les parece que realizan su cometido de forma rutinaria y mecánica, aunque como hemos visto no es el caso, si nos paramos a pensar no hay mucha diferencia. Si trabajamos en una fábrica nos enseñarán como desenvolvernos, pero necesitaremos unos días para empezar desenvolvernos con soltura. El tiempo que necesitamos para aprehender el oficio. Después todo nos parecerá evidente, no obstante al principio veremos las reglas un tanto difusas, si no, no necesitaríamos el período de aprendizaje, porque no es sólo un tema de velocidad. Además esas rutinas no cayeron del cielo, fueron encontradas gracias a la creatividad humana. No venía en las tablas de Moisés cómo organizar una fábrica, ni es algo que se pueda dilucidar sentados en el despacho presidencial, es este un conocimiento que se fue creando a base de prueba y error.
Por tanto si la mayor parte de casi todos los trabajos se realiza gracias a la utilización y creación de este tipo de conocimiento, es obvio que sin él no se podría llevar a cabo la mayor parte de la actividad económica. Toda la información que van generando los actores al desarrollar libremente su empresarialidad, y que es necesaria para alcanzar la prosperidad, será dispersa, no articulable, etcétera, por lo que los gobernantes no se podrán hacer jamás con ella, de modo que puedan utilizarla para organizar la economía. Y lo que es peor, con la coacción sobre el libre actuar humano impiden que se genere una información que es necesaria incluso para poder ellos darle sentido coordinado a sus mandatos. Además si se limita la propiedad privada sobre las posesiones legítimas y los frutos que surjan de las mismas, se reducen los incentivos para que los actores busquen y creen la información con la que poder eliminar los desajustes que continuamente se generan en la economía y que nos permitirá avanzar hacia la prosperidad. Así pues con gobernantes (aunque sean legítimos) que intenten organizar la economía de forma centralizada, y con limitaciones a la propiedad privada seremos necesariamente más pobres.