EL SALARIO MÍNIMO: EL CAMINO MÁS SEGURO AL DESEMPLEO

– Óscar Rodríguez Carreiro – 

  En este mismo mes de Enero se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el Real Decreto que fija el salario mínimo interprofesional para 2017 en 707 euros al mes en 14 pagas, lo que sustituye a la anterior cifra de 655 euros. Esto supone la mayor subida del salario mínimo en España en 30 años y un incremento del 8% en relación con la anterior cuantía.[i]

  Todavía se piensa que la existencia de una ley de salario mínimo implica una mejora de las condiciones de vida para aquellos trabajadores más desfavorecidos, pues se cree que supone una garantía de que recibirán un salario suficiente para afrontar las necesidades de la vida de una manera digna mientras que, sin la existencia de dicha ley, sería altamente probable que cobraran salarios más bajos e insuficientes.

  Dicha idea constituye una falacia económica cuyos principales errores se pueden exponer en cuatro sencillos puntos: 1) Los gobiernos no tienen poderes mágicos: los salarios están determinados por la productividad marginal. 2) La ley de salario mínimo no sube los salarios, sólo hace ilegal pagar un salario menor que el establecido por el gobierno. 3) La ley de salario mínimo crea desempleo. 4) Los más afectados por ese desempleo son los menos productivos: los jóvenes, los discapacitados, las minorías y los trabajadores poco cualificados.

  1. Los gobiernos no tienen poderes mágicos: los salarios están determinados por la productividad marginal.

  El salario es el precio del trabajo por el que el empleado acepta trabajar y que el empleador acepta pagar. Al igual que sucede con cualquier otro factor de producción, el precio del factor trabajo está determinado por la productividad marginal. Ésta se establece multiplicando la productividad marginal física (los bienes o servicios físicos que el trabajador produce en un periodo de tiempo concreto) por el precio del producto.

  La competencia entre los empresarios en el mercado de trabajo asegura que exista una relación cerrada entre la productividad del trabajo y los salarios. Si un empresario intenta “explotar” a un trabajador pagándole menos que su productividad marginal, lo único que hace es ofrecer una oportunidad de beneficio a sus competidores, que pueden pujar al alza por ese trabajador y hacerse con los servicios de un factor indispensable para cualquier proceso de producción. Por ello, en un mercado libre existe la tendencia a que los salarios se equiparen con la productividad marginal.

  El aumento de la productividad es el único medio por el que pueden aumentar los salarios. Esto se consigue o bien por un aumento de la inversión de capital (es decir, la introducción de más y mejores máquinas y herramientas que permiten que un trabajador produzca más en el mismo periodo de tiempo), o por las mejoras tecnológicas (que tienen lugar como resultado de la inversión empresarial en I+D), o por la mejora de lo que se llama “capital humano” (resultado de un mejor aprendizaje, entrenamiento y experiencia) o por el aumento de la demanda del bien o servicio que los trabajadores producen (ya que el valor de los factores de producción está imputado por el valor del producto final).[ii]

  Así pues, los salarios están determinados por la productividad marginal, ley económica sobre la que no tiene control ningún gobierno. La idea de que los gobiernos pueden subir los sueldos a través de una ley de salario mínimo es equiparable a pensar que los gobiernos pueden aumentar mágicamente el tamaño de los ciudadanos a través de una ley de altura mínima.

 

2) La ley de salario mínimo no sube los salarios, sólo hace ilegal pagar un salario menor que el establecido por el gobierno.

  Así pues, el establecimiento del salario mínimo interprofesional (SMI) no supone un aumento de los salarios ya que, como hemos visto, dicho aumento no se puede lograr a través de la legislación. Si tal cosa fuera posible, si se pudiera crear riqueza a golpe de decreto, los gobiernos no deberían ser tan timoratos y deberían establecer sueldos de, por ejemplo, mil millones de euros por hora trabajada.

  Lo que verdaderamente supone el SMI es la prohibición de que los empresarios puedan contratar a alguien por un salario inferior al establecido (arbitrariamente) por el gobierno.

 

3) La ley de salario mínimo crea desempleo.

  Las leyes de salario mínimo, al prohibir la contratación por debajo de una cierta cantidad, pueden conducir a lo que Mises denominaba “desempleo institucional”, es decir, desempleo generado por la propia intervención del gobierno.[iii]

  Walter Block ha expuesto a través de un ejemplo deportivo lo que supone dicha prohibición. Block se imagina qué sucedería si en la prueba de salto de altura en atletismo se aumenta la marca mínima exigida para acceder a la final, pasando, por ejemplo, de 2 m. a 2,20 m. Lo que ocurriría sería que todos aquellos cuya marca estuviera rozando los 2 m. y que anteriormente tendrían opciones de pasar a la última ronda, quedarían con toda probabilidad eliminados en las nuevas condiciones. La nueva marca exigida no afectaría únicamente a aquellos pocos atletas cuyas marcas estuvieran por encima de los 2, 20 m.[iv]

  Lo mismo sucede con el SMI. Todos aquellos trabajadores cuya productividad marginal quede por debajo de la cifra establecida arbitrariamente por el gobierno son candidatos seguros al desempleo, ya que los empresarios no pueden mantener o contratar a trabajadores pagándoles más de lo que contribuyen al proceso de producción, pues ello les supondría dirigirse a la ineficiencia económica y a la quiebra.

  Que el SMI conduzca o no al desempleo depende de que la cantidad estipulada supere o no la productividad de los trabajadores de un país. Una cifra moderada no tendría relevancia alguna en un país con una productividad muy alta, pero sería nefasta en un país con una productividad muy baja. Por ello, Juan Ramón Rallo ha señalado que los efectos de las leyes de salario mínimo son o bien irrelevantes (sin suponer mejora alguna para nadie) o dañinos.

   El SMI o es irrelevante (cuando es muy bajo en relación con la capacidad de generación de riqueza de los trabajadores de un país) o es muy dañino (cuando supera la capacidad de generación de riqueza de buena parte de los trabajadores).[v]

Henry Hazlitt destacó los efectos dañinos del SMI cuando se sitúa por encima de la productividad.

   No se puede hacer que un hombre valga una cierta cantidad haciendo ilegal el ofrecerle menos. Lo único que se consigue es privarle del derecho de ganar la cantidad que su situación y habilidades le permiten, al mismo tiempo que se priva a la comunidad de los moderados servicios que es capaz de ofrecer. En resumen, se sustituye un salario bajo por el desempleo.[vi]

 

4) Los más afectados por el desempleo institucional son los menos productivos: los jóvenes, los discapacitados, las minorías y los trabajadores poco cualificados.

  La idea de que se protege a los trabajadores desfavorecidos es, probablemente, la falacia más trágicamente perniciosa de todas las relacionadas con las leyes de salario mínimo. Como hemos visto, el SMI va a provocar el desempleo de todos aquellos trabajadores cuya productividad marginal se encuentre por debajo de la cifra establecida. Los trabajadores de menor productividad suelen ser, normalmente, aquellos con menor experiencia, formación, habilidades o capacidades, dentro de los que se suele encontrar grupos como los jóvenes (que no han tenido tiempo todavía de adquirir experiencia o mejorar su formación), los discapacitados (que tienen incapacidades físicas que, normalmente, provocan que sean menos productivos que las personas sin las mismas incapacidades), los pobres (que pueden no gozar de los recursos necesarios para adquirir una formación que los haga más productivos) o las minorías (que, habitualmente, suelen formar parte de grupos de extracción más pobre que los habitantes nativos del país y que pueden tener otras desventajas como un peor conocimiento de la lengua y las costumbres).

  Las leyes de salario mínimo privan a estos grupos de la principal herramienta de que disponen para competir en el mercado de trabajo: la capacidad de trabajar por salarios más bajos. De hecho, la principal razón histórica por la que los sindicatos han exigido siempre el establecimiento de salarios mínimos ha sido la de evitar la competencia. De ese modo, los grupos organizados de trabajadores cualificados han intentado prevenir la competencia de los trabajadores no cualificados, condenándolos así al desempleo.

 En resumen, los gobiernos no pueden generar un aumento de los salarios por medio del establecimiento de leyes, lo único que pueden generar es desempleo, especialmente de aquellos más desfavorecidos. Ante esto, debería resultar evidente que el único curso de acción racional y humanitario sería la erradicación del SMI.

 

[i] Ver http://www.elmundo.es/economia/2016/12/01/58400f21268e3e64448b480b.html

[ii] Ver Thomas DiLorenzo, “Do capitalists have superior bargaining power?” (6 de Septiembre de 2004), disponible en https://mises.org/library/do-capitalists-have-superior-bargaining-power

[iii] Ludwig von Mises, Human Action (Auburn: Mises Institute, 1998), p. 764.

[iv] Walter Block, Labor Economics from a Free Market Perspective (Nueva Jersey: World Scientific, 2008), p. 145.

[v] Juan Ramón Rallo, “Suprimamos el salario mínimo” (31 de Diciembre de 2013), disponible en http://juanramonrallo.com/2013/12/suprimamos-el-salario-minimo/

[vi] Henry Hazlitt, Economics in One Lesson (Nueva York y Londres: Harper & Brothers, 1946), p. 138.