Un concepto marxista.
El Neoliberalismo ha sido siempre un concepto confuso. En casi todas las situaciones se menciona de forma negativa: se trata de un mal sistema. Eso ocurre porque se ve al neoliberalismo como la representación ideológica máxima del capitalismo. Y el sistema capitalista es dividido en dos clases: los capitalistas y los explotados. Los primeros explotan a los segundos a través de la plusvalía. Esa línea de pensamiento es típicamente marxista. El neoliberalismo, entonces, sería sinónimo de libre mercado: desmantelamiento del Estado de Bienestar Social, desregulación de mercados, protección de la propiedad capitalista, entre otras acciones. Y el gobierno cuidando de las personas sería una forma de suavizar el mal que el sistema capitalista causa en las personas.
Si aceptáramos tales términos, estaríamos cayendo en un debate claramente marxista. Y aceptar el marxismo es caer en una discusión sólo ideológica. A pesar de ya estar probado por varios autores que existe una ciencia positiva y otra normativa, los marxistas insisten en atribuir contenido ideológico a todo. Es fácil entenderlo, porque el propio marxismo nació así. Si los marxistas rechazaran la ideología en otras escuelas económicas, estarían negando su propia base. Entonces ese camino es imposible.
Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek demostraron que la economía planificada, o marxismo, es imposible. Mises va más allá y dice que Karl Marx confundió clase con casta. Para Marx, la sociedad está compuesta por clases separadas, y las que están en el poder no permiten la movilidad. Mises demostró que en el capitalismo no existen castas económicas: los que consigan alcanzar la demanda de las masas ganarán dinero, no importando su origen o elecciones personales.
En la práctica, ninguna de las profecías de Marx se cumplió: la revolución en los países capitalistas, las caídas en la tasa de beneficio, el aumento de la clase obrera, etc. Aun así, los marxistas crearon disculpas para tales fallos, como, por ejemplo, una teoría del imperialismo. El filósofo Imre Lakatos llamó al marxismo un ‘programa degenerativo’ justamente porque, en el lugar de abandonar las bases equivocadas de la teoría, intentó proteger las ideas originales de Marx. Sin embargo, no es intención de este artículo extenderse sobre ese debate. Sólo me gustaría dejar claro que el neoliberalismo es un concepto típicamente marxista. Cualquier autor que se escoja para leer sobre ese concepto, sea Perry Anderson, Atílio Bóron etc., al final llega a la misma conclusión: el neoliberalismo es el representante ideológico máximo de la economía de mercado y de los capitalistas y su programa político es la desregulación de los mercados.
El programa político: Consenso de Washington.
En 1990, John Williamson publica “What Washington Means by Policy Reform”, artículo que daría origen al Consenso de Washington. El artículo contiene diez propuestas para América Latina que habían tenido éxito en otros países. Las propuestas consistían en una tentativa de modernización del estado buscando sustituir el de Bienestar. Se defendía el equilibrio fiscal y la prioridad en la eficiencia en los gastos públicos. O sea, sería saludable que los países no incurriesen más en altos déficits. También era necesario buscar la eficiencia de los gastos públicos, no necesariamente disminuyéndolos, sino creando una máquina burocrática más limpia y que atendiera a los anhelos de los ciudadanos. Una reforma tributaria también sería necesaria, pues los altos impuestos indirectos acaban pesando más en el bolsillo del pobre, y la base del impuesto de renta debería ser amplia con alícuotas marginales reducidas.
Los tipos de interés y de cambio deberían, según el CW, estar establecidos por el mercado, y no controlados por el gobierno. Los derechos de propiedad también deberían ser ampliamente defendidos por los gobiernos, pues su flaqueza jurídica aleja las inversiones. En la América Latina de la década de 1980, los sectores de la economía estaban ampliamente cartelizados y existían muchas empresas estatales. Así, el CW propuso que se privatizaran las empresas estatales ineficientes (no necesariamente todas) y que se desregularan los sectores privilegiados, pues tal estado inhibía la competencia. Para finalizar, los países deberían abrir sus mercados a la Inversión Extranjera Directa.
Ese es un resumen de las propuestas del CW. Para más detalles, ver el artículo de Paulo Roberto de Almeida, “El Mito del Consenso de Washington”, y el propio artículo de Williamson.
¿Qué es libre mercado?
Notamos más arriba que el Consenso de Washington defendía un programa con más libertad económica que el viejo Estado de Bienestar. Pero, concluir que por eso el CW es pro-mercado es un equívoco. En realidad, el CW propone mejorar el arreglo institucional del Estado. O sea, es un modelo que defiende una mejor eficiencia del gobierno en los asuntos económicos. Incluso el Estado de Bienestar consideraba importante la economía de mercado, pero bastante menos que el modelo del CW.
Para clarificar el asunto para el lector, vamos a utilizar la distinción defendida por el economista Fábio Barbieri. Para el autor brasileño, las economías son mixtas, poseyendo características de economía de mercado y de planificación. Se considera a Hong Kong como la economía más libre del mundo, pero no se puede decir que exista una economía de mercado plena. Hay un grado de planificación económica por parte del gobierno, aunque mínimo. Un lector sagaz ya puede imaginar entonces que algunas líneas de pensamiento económico creen que cierto grado de planificación es necesario para alcanzar la eficiencia económica. Es lo que sucede, por ejemplo, con la Escuela de Chicago, que defiende la existencia de una entidad monopolista de la moneda, a pesar de defender también varias desregulaciones. En la Escuela Austríaca se encuentran economistas que defienden la economía de mercado plena, como Murray Rothbard, y otros que defienden una pequeña intervención gubernamental, como Ludwig von Mises. Para Rothbard, el estado es innecesario y siempre causa distorsiones en las acciones de los individuos; por ello, la máxima eficiencia económica sólo se alcanza con un arreglo institucional exclusivo de agentes privados.
Otros economistas defienden la total planificación de la economía, que es el caso de los socialistas. Ya que cualquier arreglo de mercado es perjudicial, el gobierno debe controlar toda la economía. Tal política es típica de regímenes socialistas, como lo fueron la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Pero, en el general, los economistas actuales defienden la economía mixta. Y el Consenso de Washington es sólo una reforma de las intervenciones del gobierno, buscando más eficiencia, y cierta apertura controlada hacia el comercio internacional. Si se le preguntara a un socialista que piensa de las propuestas del CW, probablemente diría que tiene «demasiado mercado». Si se le preguntara a un rothbardiano, probablemente diría que tiene demasiada intervención. O sea, el CW no defiende la planificación económica y tampoco la economía de mercado, es sólo una reforma del viejo intervencionismo estatal. Es lo que llamamos Nuevo Intervencionismo (o neo-intervencionismo). Si defendiera el libre mercado o la economía de mercado, el llamado «neoliberalismo» defendería sólo soluciones de mercado (o sea, con instituciones y agentes privados), sin ningún tipo de arreglo gubernamental.
Debate teórico: una refutación.
Lo anterior debería haber servido para mostrar que las dichas propuestas neoliberales del CW son, en realidad, neo-intervencionistas. Ahora, mostraremos cómo deberían ser las propuestas si quisieran defender la economía de mercado. La primera parte de las propuestas trata de la búsqueda de eficiencia del estado a través del equilibrio fiscal, mejor gasto público y reforma tributaria. Esa también es la parte más fácil de aclarar: son todas medidas de arreglo gubernamental, o sea, de control de mercado. Por tanto, esas propuestas van contra la economía de mercado, no a favor. El CW también defiende reformas tímidas sobre la privatización y la desregulación; pues una visión de mercado defendería simplemente la extinción de las empresas estatales y de todo tipo de regulación gubernamental.
Los tipos de interés y de cambio, en principio, parecen ser dos puntos de paz entre la economía de mercado y el CW. Sin embargo, una mirada más cuidadosa a los trabajos de Mises y Hayek revela lo que sería un sistema financiero de mercado: bancos privados emitiendo moneda propia. O sea, en un sistema financiero de mercado no existiría banco central. Una vez más, el CW no defiende la economía de mercado. La defensa de los derechos de propiedad y la apertura a las inversiones extranjeras parecen ser el único punto de común acuerdo entre el CW y una economía de mercado.
El debate aquí no es intentar descubrir si un arreglo sólo con instituciones de mercado es bueno o posible, sino mostrar que el CW no defiende tal idea. El correcto significado de los conceptos es un presupuesto importante para cualquier debate y, desafortunadamente, en la actualidad se ha usado el término «neoliberalismo» asociado al libre mercado con intensa irresponsabilidad.
Evidencia empírica: una refutación.
Debo confesar a los lectores que me da pena Fernando Henrique Cardoso. A pesar de haberse esforzado al máximo para interferir en el mercado, no fue bastante: acabó siendo conocido como pro-mercado (y como se sabe, eso necesariamente quiere decir una cosa ruin en Brasil). ¿Qué hizo FHC para merecer tales títulos?
Como se sabe, hasta la década de 1980, era un lugar común pensar que el Estado de Bienestar Social era superior. En esa década, esa idea (en la política práctica, en la teórica ya era cuestionada) comenzó a perder fuerza y líderes como Reagan y Thatcher desregularon algunos mercados en sus países. En la década de 1990, en Brasil, Collor inició el programa de desestatalización, por el que, entre otras cosas, algunas empresas estatales pasarían para la iniciativa privada. A Collor también se le acusa de neoliberal, a pesar de haber confiscado el ahorro de toda la nación. Se intentaron algunas otras innovaciones: como la tentativa de alcanzar un equilibrio fiscal, el establecimiento de metas inflacionarias, la independencia del banco central, la apertura del mercado financiero, etc. Con certeza, fue un cambio fuerte en la política económica. Y quién más la profundizó fue FHC. Y por eso se le acusa de neoliberal.
Aquí entra la parte más interesante: el presidente-sociólogo aumentó los impuestos, el gasto público, creó 10 agencias reguladoras, privatizó 8 empresas en un proceso que contó con la participación del estado (!) y de grupos con influencia política (fondos de pensión), y al comienzo del gobierno, fijó el cambio. Aun así, se le tacha de pro-mercado. Aún más: según el índice de libertad del Fraser Institute, las leyes de propiedad privada empeoraron en Brasil en la época de FHC. El área que más mejora tuvo en relación a la desregulación fue el mercado financiero. Durante la década de los 90 Brasil se hizo más libre en relación a la década de 80. Pero, los índices de libertad (tanto el del Fraser Institute como el de la Heritage Foundation) muestran que el país estuvo lejos de alguna reforma a favor del libre mercado, manteniéndose como una de las economías más intervencionistas del mundo. No es preciso estudiar el índice de todos los años de Brasil (como ha hecho el autor del presente artículo), basta sólo leer los hechos de FHC en el párrafo anterior y pensar si eso tiene alguna relación con el libre mercado.
Por tanto, decir que FHC fue pro-mercado por privatizar algunas empresas estatales es puro desconocimiento de los datos. Es falta de estudio y necesidad de repetir argots de la izquierda. Lo que hubo en realidad fue un cambio en el modelo de intervención – adoptándose, ciertamente, uno más leve. Y eso irritó a los pensadores radicales pro-Estado. Y, para ellos, la salida fue acusar a los neo-intervencionistas (como Collor y FHC) de ser entreguistas. Eso es lo que sucede cuando se mezcla el debate académico con el debate político: falacias, mentiras, manipulaciones y juegos sucios. Esa es la esencia de la política, y ella contaminó el debate en las academias.
Nuevo Intervencionismo.
El lector puede indagar que en el artículo sólo se intentó demostrar que el término neo-intervencionismo es más correcto que neoliberalismo. Sin embargo, la cuestión va más lejos. Cuando, de alguna forma, se asocia el liberalismo o el libre mercado a las propuestas del CW, está cometiéndose una falacia, pues de ninguna forma dichas propuestas neoliberales (en conjunto, como hemos visto) representan propuestas de una economía de mercado. Entonces, la cuestión es más profunda que la simple lingüística. Es una cuestión de no cometer errores conceptuales en la investigación sobre el grado de intervención y libertad en la economía. El Neoliberalismo no existe. El Consenso de Washington posee propuestas neo-intervencionistas. Los países que reformaron su política económica en los años 1990 buscaron el neo-intervencionismo. El periodo por el cual pasamos en la década pasada y continuamos hasta hoy puede llamarse la Era del Nuevo Intervencionismo.