DIEZ LECCIONES DE ECONOMÍA AUSTRIACA PARA PRINCIPIANTES. PRIMERA LECCIÓN: ECONOMÍA E INSTITUCIONES
– Ubiratan Jorge Iorio –
¿Sabe por qué debemos comenzar este curso mostrando la importancia de las instituciones en la economía? Imagine que su padre (o, mejor aún, usted mismo) quisiera abrir una tienda para vender zapatos. Para ello, va a tener que obtener autorización del gobierno. ¡Como la burocracia en Brasil es enorme, su padre sólo va a conseguir esa autorización en no menos de cinco meses! Ahora bien, si usted viviera, por ejemplo, en Nueva Zelanda, en menos de una semana su padre ya podría abrir la zapatería. ¡Eso quiere decir que, en Brasil, él dejaría de vender zapatos y, por lo tanto, de ganar los ingresos de las ventas por 150 días! Y, todavía peor, suponiendo que deseara contratar dos vendedores para trabajar en la tienda, ¡durante esos cinco meses esas dos personas no tendrían sus empleos!
¿Ha entendido por qué es tan importante analizar la economía con miras a las instituciones de una sociedad? En Brasil, esas instituciones (en el ejemplo dado, la burocracia y la intromisión del gobierno en la vida de las personas) desaniman a quien quiere trabajar para mejorar su vida. En otros países, como Nueva Zelanda, las instituciones estimulan a las personas que desean progresar.
Cuando usamos la palabra «instituciones», entonces, estamos queriendo decir que los actos económicos están influidos por factores políticos, éticos, morales, jurídicos, psicológicos, históricos, sociológicos etc. Cuando usted encuentra dificultades, por ejemplo, para comprar un ordenador en el exterior, es porque alguna decisión política estableció esa dificultad; cuando usted rechaza comprar un teléfono móvil que sabe que fue robado, es una imposición ética, de su conciencia, que le impide hacer esa compraventa; cuando usted firma la escritura de compraventa de un inmueble es porque existe una legislación sobre el asunto; cuando usted (si es el caso) siempre que compra una camisa, compra otra idéntica, porque cree que así tendrá suerte, es una decisión influenciada por factores psicológicos, etc.
Por eso, diversos estudiosos de las sociedades acostumbran a dividirlas, con intención didáctica, en tres grandes sistemas. A saber: el sistema económico, el sistema político y el sistema ético-moral-cultural. El primero está formado por la economía, es decir, por todas las transacciones económicas, desde las más simples hasta las más complejas; el segundo, por la política, o sea, por los partidos, por la forma de gobierno, por la división de poderes, etc. Y el tercero por las reglas morales y características culturales, que acaban reflejándose en las leyes.
Cada uno de esos grandes sistemas va cambiando de forma particular a lo largo del tiempo y posee reglas de conducta, métodos, patrones y objetivos peculiares y, muchas veces, contrastantes. Es de ese contraste de donde viene la energía para el progreso y para la corrección de las distorsiones que eventualmente surjan. Cuando uno o dos de esos sistemas no están funcionando bien, los restantes pueden sostener la vida social durante algún tiempo, pero cuando los tres presentan problemas graves, la sociedad queda inestable.
Resulta fácil entender que, de esos tres sistemas, el ético-moral-cultural es el más importante, porque cuando él va mal, es muy difícil que la economía y la política puedan funcionar adecuadamente. Por ejemplo, una regla moral que debe prevalecer en toda sociedad que se precie es aquella que prohíbe el robo y la corrupción. Si esa regla se desobedece de modo generalizado, está claro que el robo y la corrupción van a contaminar la economía y la política, y va a acabar creando caos en la sociedad.
Hay dos maneras de abordar las cuestiones sociales. La primera, que podemos llamar constructivismo (o ingeniería social), se basa en la idea de que la mente y la razón humanas son capaces, por sí solas, de permitir a los hombres construir una «sociedad ideal». Un ejemplo de ese tipo de visión es el socialismo-comunismo, como en los casos de la antigua Unión Soviética, de Cuba, de Corea del Norte y de Vietnam del Norte (China, de algunos años para acá viene abandonando lentamente ese modo de ver la sociedad). Otro ejemplo de constructivismo es la Alemania de la época de Hitler. Como usted ya debe haber percibido, quien cree que las personas pueden construir una sociedad ideal tiene que creer también que el poder para tomar las decisiones juzgadas como «mejores» para todos debe quedar concentrado en pocas manos. No es por casualidad que todos esos ejemplos son casos de dictaduras con fuerte concentración de poder, sea en las manos de un partido (el comunista o nacional-socialista, que era el nombre del partido nazi) o, incluso, de una sólo persona.
La segunda manera de observar las cuestiones sociales puede ser llamada racionalismo crítico: racionalismo porque sabe que el hombre es racional; pero crítico, porque también sabe que nuestra mente e inteligencia son falibles y que cometemos errores, incluso cuando somos bienintencionados. Ahora bien, si cometemos equívocos (por ejemplo, compramos un aparato de tele de baja calidad), ¿por qué debemos suponer que las personas del gobierno no se equivocan? Si lo piensa bien, no será más probable que los que trabajan en el gobierno se equivoquen más que nosotros, porque nosotros tomamos decisiones basadas en nuestra satisfacción, mientras que ellos deciden lo que es mejor o peor para otros? ¿Quién dice que ellos saben lo que es mejor para usted y su familia mejor de lo que lo saben usted mismo y su familia?
Además de no ser infalibles en todas las decisiones que tomamos, existe otro condicionante para esas decisiones, que es el nivel de nuestro conocimiento sobre todos los factores que influencian nuestras decisiones. Nuestro conocimiento jamás es perfecto y, además de eso, va cambiando conforme el tiempo va pasando. Por eso, una decisión cualquiera puede ser la mejor posible a las tres horas de la tarde, pero ser una pésima decisión dos o tres horas después. Además de eso, decidir sobre algún acto económico es siempre una cuestión personal, muy diferente de las decisiones de ingeniería o de química. Con eso, queremos que usted perciba que la economía, vista como ciencia, es una ciencia social, no exacta, que no se sujeta a las leyes matemáticas, y no una ciencia natural, mecánica e impersonal.
Otro hecho que muestra que el constructivismo es un equívoco: la economía debe ser vista siempre como decisiones de individuos, decisiones personales, porque los seres humanos son individualistas. Ahora bien, el constructivismo trata a las personas como si fueran colectivos (y no individuos), como, por ejemplo, «la sociedad». Piense sólo en esto: la sociedad existe, está claro, ella es la suma de los individuos que forman parte de ella, pero quienes toman las decisiones económicas (cómo, de hecho, cualquier otra decisión) no es ella, sino los individuos.
En las colmenas, termiteros y hormigueros, cada abeja, cada termita y cada hormiga no «piensa» en sí, sino en el colectivo. Todo lo que hacen es en provecho de la colmena, del termitero o del hormiguero. Pero con los hombres eso no acontecerá jamás, porque tendemos primero a pensar en nosotros mismos y en nuestras familias, después en las personas más próximas, después en nuestro barrio o en nuestro local de trabajo y sólo vamos a pensar en la «sociedad» en último lugar. El socialismo, por lo tanto, trata los seres humanos como se fueran hormigas, termitas o abejas, sin deseos propios y sin individualidad y por eso es un sistema inhumano. Agrede las características básicas de la especie humana. Siendo así, fracasó rotundamente en los países en que se impuso y fracasará siempre dondequiera que vaya a ser implantado.
La experiencia histórica, que la Escuela Austríaca de Economía sostiene, muestra que el principal ingrediente para que las economías alcancen el progreso es la libertad de elección. Como veremos en la segunda lección, pasamos nuestra vida haciendo elecciones, desde la cuna (cuando, por ejemplo, escogemos juguetear con un cochecito azul y no con uno rojo), pasando por la elección de la profesión, de con quien vamos a casarnos, de la escuela para matricular a nuestros hijos etc. Siempre que las personas hacen una elección, sea en el campo de la economía (como comprar un bolígrafo) o en otros (como a quién votar), creen que, en aquel momento en que la elección se toma, es la mejor opción para aumentar su satisfacción.
Cuánto mayor nuestra libertad de elección, mayor la posibilidad de quedar más satisfechos, de que otros queden satisfechos y de que la economía como un todo progrese. Cuando las telecomunicaciones estaban a cargo del estado, usted sólo tenía una empresa de telefonía operando en su ciudad, tenía que esperar un tiempo enorme para instalar un teléfono en su casa, si compraba un celular tenía que registrarlo en la oficina de registro, los precios eran absurdamente altos y no importaba que usted reclamara. Después de la privatización del sector, nuestra libertad de elección aumentó bastante, el número de líneas fijas se multiplicó, el número de móviles creció enormemente, la competición entre las empresas aumentó y los precios de los servicios en términos reales disminuyeron. Además de eso todo, con la entrada de nuevas empresas en el mercado, el número de empleos aumentó.
Busque ahora si las personas que viven en Cuba tienen acceso a teléfonos (fijos o celulares). ¿Entendió entonces lo que queremos decir con la expresión libertad de elección?
Por fin, tenemos que hablar de la importancia de la propiedad privada para el desarrollo individual: si usted fuera un granjero de Siberia en la época del comunismo y una de las vacas (que eran de propiedad del gobierno) estuviera a punto de morir de frío, difícilmente dejaría usted su cama a la dos de la mañana para salvarla, porque la vaca no era suya, sino del estado. Pero, si fuera suya, primero, usted cuidaría para que no sintiera frío, gastando en equipamientos de calefacción y, segundo, cuando sintiera mucho frío, usted, con certeza, dejaría su cama para ir a salvarla. ¿Sabe por qué? ‘Simplemente porque ella le pertenecía!
La propiedad privada, por lo tanto, al lado de la libertad de elección y de la economía de mercado son fundamentales para que las personas progresen en la vida y, por lo tanto, las sociedades también se desarrollen cada vez más. Explicaremos la economía de mercado en una de las lecciones siguientes. Por ahora, diremos sólo que una economía de mercado es una economía en que prevalece la libertad de elección individual, sea para consumir o para producir, para ahorrar, invertir, etc. En otras palabras, una economía en la que el estado no ejerza controles. Esos controles, como veremos oportunamente, son siempre perjudiciales, al contrario de lo que, con certeza, le enseñaron a usted a creer.
Estamos ahora, tras esas observaciones sobre la importancia de las instituciones, preparados para las nueve lecciones siguientes, en las que vamos a intentar mostrar cómo funciona la economía del mundo real.
Como el hombre nació para ser libre, para vivir una libertad responsable, las mejores instituciones para estimular la mejora del nivel de vida de las personas son la libertad de elección o economía de mercado y la propiedad privada.