CAPITÁN FANTÁSTICO

Por Ignacio M. García Medina

  “Ya el colmo es el argumento este de “los padres tenemos derecho a elegir completamente la educación de nuestros hijos”. ¡No mire, no!. Para ese papel está la Educación Pública. La Educación Pública está pensada, en gran medida, para defender o proteger a los hijos del hermetismo de la ideología de sus padres.”

  Luis Alegre (Podemos), Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. 20 de mayo de 2017.

  El Capitán Fantástico es Ben Cash, personaje interpretado por Viggo Mortensen, un padre de seis hijos, seis, y recién enviudado, quien con su mujer había sacado del sistema estatal de educación a sus hijos, yéndose todos a vivir al bosque de forma clandestina y formándolos desde pequeños en materias como supervivencia, filosofía, escalada, política, literatura, caza, socialismo o anticapitalismo.

  Sí, los padres protagonistas de la película eran fervientes comunistas anticapitalistas y educaron a sus hijos en esa ideología, la cual considero una de las más perversas, dañinas y peligrosas, y diametralmente opuesta a mi filosofía de vida, pero defiendo vehementemente su derecho como padres a dar la educación que creyeran más conveniente para sus hijos. Quien en esta película sólo vea una defensa de las ideas comunistas del padre al pintarle como “el bueno de la peli” es porque no pasa de la superficie y no alcanza a ver el que yo considero su más potente mensaje: “El Estado no debe imponer la Educación”.

  Entre la educación estatal de, por ejemplo, Corea del Norte -que sobrepasa todos los límites del absurdo y del horror en cuanto a adoctrinamiento- y la de cualquier otro país occidental más o menos socialdemócrata, la diferencia es simplemente de grado. En ambos casos es el Estado el que determina qué es y qué no es Educación, y cómo y cuánto, como mínimo, debe educarse cualquier ciudadano. Además, todos los Estados, en mayor o menor medida, usan la Educación como herramienta de adoctrinamiento político, la diferencia estriba en cuán descarados son en su propaganda, cuánta libertad otorgan para que la educación privada amplíe o adapte sus currículos, o en qué medida permiten el “homeschooling” o el “unschooling”, esto es, cómo de difícil ponen zafarse legalmente de la escolarización forzosa. También el libre acceso a la información, especialmente en Internet, es algo fundamental para educarse al margen de las imposiciones estatales, y si nos fijamos en cuán hostil es un Estado hacia un internet totalmente libre, tendremos una medida de cuánto le apetece utilizar la Educación para adoctrinar y no para formar.

  No creo que el Estado esté legitimado moralmente ni tenga la capacidad para determinar qué es lo que debe saber una persona para afrontar las dificultades de la vida y buscar su propia felicidad, y mucho menos imponerlo. En la película, el padre enseñaba a sus hijos desde muy jóvenes a escalar bajo la lluvia para afrontar situaciones potencialmente mortales con entereza, enfoque y racionalidad; también les inculcó lo de celebrar el Día de Noam Chomsky en vez del día de Navidad, así como les instruyó en Matemáticas y Literatura, en cómo debatir o tener espíritu crítico. Por muy extremo y poco ortodoxo que nos pueda parecer este programa educativo y de entrenamiento, ¿quién dice que este currículo no es mejor para las vidas de estos chavales que el que propone e impone el Estado?

  En un momento de la película, la familia ha de abandonar el bosque en el que vivían y retomar el contacto con la cuñada del padre y los hijos de ésta. La cuñada le reprochaba al padre de sus sobrinos la educación “asalvajada” que les estaba dando. Es entonces cuando él decide hacer una pregunta de cultura general a sus sobrinos adolescentes, quienes a pesar de haber aprobado todos los cursos, no supieron responder correctamente, mientras que su hija siete años menor fue capaz no sólo de responder de memoria y literalmente, sino además aportar una argumentación propia al respecto.

  Actualmente, la Educación estatal (especialmente la Pública y la “Privada” que pretenda ser reconocida oficialmente) sigue un modelo que se muestra cada vez más ineficaz y que se adapta cada vez peor a las necesidades de formación del “mundo real”. Ya se puede empezar a decir que uno aprende mejor inglés con apps como Duolingo en un año, que yendo a la Escuela Oficial de Idiomas durante cinco; dedicarle unos meses a los cursos de emprendeduría online de Google Actívate te preparan más como empresario que el Grado de Empresariales; y yo no sé hasta qué punto el férreo y hasta peligroso entrenamiento físico al que les sometía el padre en esta peli se podría considerar apropiado para niños de esas edades, pero sí sé que para mí las clases de gimnasia del colegio eran una auténtica tortura, física y psicológica, y hasta hoy para nada me sirvió dar la voltereta o saltar el potro. Sin embargo, sí iba gustoso a las clases particulares de artes marciales que me pagaban mis padres, extracurriculares, en las que aprendía la filosofía de la no agresión y el uso de tu propio cuerpo para la defensa de. En estos días no sólo hemos podido escuchar las declaraciones que encabezan este escrito, sino que también fue noticia la denuncia por parte de la Policía Municipal de Madrid a un gimnasio que ofertaba clases de defensa personal a los niños contra el bullying. El Estado, ese que supuestamente debe defender a los hijos de las locuras de sus propios padres, irónicamente es uno de los principales generadores de bullying, ya que mantiene encerrados durante interminables horas al día a un montón de niños que no quieren estar ahí porque no entienden para qué les va a servir, o si es que acaso les va a servir para algo, y toda esa frustración acumulada, en el entorno más similar a un régimen carcelario que hay, acaba siendo un foco de violencia. Encima, cuando ante esta realidad un gimnasio convence a muchos padres de que una buena opción es enseñar a sus hijos a defenderse de los matones, va el propio Estado y ejerce de bully supremo impidiendo esa opción, la cual no considero descabellada.

  Yo creo en una sociedad mejor que en la que cree el Capitán Fantástico (una especie de comunismo primitivista), porque en el anarcocapitalismo yo veo una metautopía bajo cuyo manto caben utopías como las suyas si no las tratan de imponer; mientras que bajo utopías colectivistas, no pueden caber, y de hecho no caben, otras ideologías salvo la del Partido Único -sea del color que sea- o del Pensamiento Único. Yo defiendo que los padres tienen derecho a equivocarse o a acertar en la educación de sus hijos, porque sin ese derecho acaba siendo el Estado el responsable de equivocarse muchísimo más y en contra de muchísimas más personas al decidir por ti. Por suerte, el avance de Internet y su progresivo abaratamiento gracias al capitalismo, está haciendo que cada vez más pobres se puedan educar de forma asequible gracias a contenidos de mucha calidad y casi gratuitos como los que puede ofrecer Coursera, Khan Academy o cualquier profesional de reputación en Udemy, por poner algunos de los miles de ejemplos existentes. Una vez más el Estado se muestra ineficiente en su adaptación a los nuevos tiempos y a las formas de relacionarnos voluntaria y pacíficamente que tenemos las personas gracias a la tecnología. El libre mercado en educación, allá donde lo dejan, se muestra mucho más eficiente que el Estado incluso a la hora de universalizar y garantizar una educación de calidad tanto a niños, como a jóvenes y adultos. Si tuviera la oportunidad de hablar unos minutos con el personaje de Viggo Mortensen, intentaría explicarle por qué defiendo su libertad de educar como quiera a sus hijos, y que aunque no estoy de acuerdo en que les enseñe que robar está bien y todo lo que de esa premisa se deriva, lo único para lo que creo que tengo derecho es para tratar de convencerle de que mis ideas son mejores, no acudir al Estado para que se las imponga.