El punto más polémico y controvertido de toda la teoría económica y filosófica desarrollada por Ludwig von Mises es, sin duda, su afirmación de que existe una teoría apriorística para la acción humana, es decir, que la acción humana puede ser explicada por un conjunto de proposiciones desarrolladas a priori, proposiciones que suministran una comprensión verdadera sobre la realidad, y cuya veracidad puede ser confirmada independiente de experimentos.
Siendo así, merece la pena aclarar una cuestión central de esta teoría: el significado de “experiencia» y la cuestión de hasta que punto proposiciones que explican la acción humana (proposiciones praxeológicas) son derivadas de la experiencia humana.
Mises utilizó las expresiones “experiencia”, “empírico”, “empirismo» etc. en consonancia con la manera en la cual la filosofía convencional de inicio del siglo XX entendía esas expresiones. Las raíces de esa comprensión remiten a los filósofos del siglo XVIII, como David Hume en Escocia y Etienne de Condillac en Francia, que habían radicalizado las nociones escolásticas del empirismo. La filosofía occidental, de Aristóteles a John Locke, había enfatizado la existencia de dos fuentes de conocimiento humano: la razón y la información recolectada por medio de los sentidos humanos. Hume y Condillac eliminaron la razón del menú, alegando que todo el conocimiento científico de todas las cosas es basado en la “experiencia”; o sea, era mediado por medio de los sentidos.
Había involucradas algunas ambiguidades (especialmente en el caso de Hume), pero, de cualquier forma, fue esa radical interpretación sensualista de los escritos de Hume y de Condillac lo que provocó una reacción racionalista. El objetivo de los nuevos racionalistas era defender la tesis de que la razón era una fuente de conocimiento, corrigiendo así la unilateralidad de los empiristas. Uno de los más famosos grupos de estos nuevos racionalistas era la llamada escuela del Idealismo Alemán, la cual estaba formada principalmente por Immanuel Kant, J.G. Fichte, G.F.W. Hegel y Arthur Schopenhauer.
Estos filósofos se distinguían entre sí no solo por medio de sus ideas, sino también por medio de innovaciones terminológicas. Kant, especificamente, creó un arsenal de nuevas expresiones. Por ejemplo, proposiciones no-tautológicas sobre el mundo material derivadas de la razón pura -tales como “ningún objeto tangible puede ser todo verde y todo rojo a la vez”- eran, en el lenguaje de Kant, “juicios sintéticos a priori”.
Cuando Mises alegó que la ciencia económica era una ciencia apriorística, su intención no fue afirmar que no había absolutamente ninguna evidencia empírica para las leyes expresadas por esta ciencia. Mises de ningún modo creía que la ciencia económica se basaba en las hipótesis ficticias creadas por una comunidad de intelectuales académicos y tampoco que el “apriorismo” significa la lealtad de estos académicos a su fe común. Tampoco quise Mises decir que el análisis económico dependía de algún arreglo arbitrario de hipótesis que no estaba sujeto a la verificación o a la falsabilidad, de modo que la ciencia económica sería “apriorística» en el sentido de un mero juego de palabras tautológico.
Para Mises, la ciencia económica definitivamente es sobre hechos probables. La cuestión, sin embargo, es que tales hechos no pueden ser conocidos por medio de la visión, de la audición, del olfato o del tacto. Y proposiciones sobre estos hechos no pueden, por lo tanto, ser verificadas o refutadas por la evidencia de los sentidos.
Los hechos de la ciencia económica y de la ciencia de la acción humana (praxeología) no pueden de modo algún ser entendidos por medio de los sentidos. Ellos pueden ser conocidos y entendidos solamente por medio de un acto de auto-reflexión acerca de las imperceptibles características estructurales de la acción humana.
Por ejemplo, Mises repetidas veces mencionó dos características bastante básicas de la acción humana: los seres humanos hacen elecciones y los seres humanos utilizan medios para alcanzar determinados fines. Parece difícil negar que estas características de la acción humana de hecho existan. Nosotros, de alguna forma, “sabemos que” todas las acciones humanas, en cualquier momento y en cualquier lugar, envuelven elecciones; envuelven el uso de medios escogidos por el individuo para alcanzar los fines escogidos por el individuo.
¿Pero como sabemos eso?. ¿Podemos ver, oír, oler o tocar elecciones? Imagine que estamos observando a un hombre que está saliendo de la puerta de su casa y yendo hacia un coche. ¿Será que realmente estamos viendo ese hombre hacer elecciones? Está claro que no. Lo que realmente estamos viendo es un cuerpo moviéndose de A para B. [1] No estamos viendo la sucesión de elecciones que llevaron ese hombre a hacer movimientos que lo llevaran de A para B. Es solo porque sabemos que la elección humana existe, y sabemos de esto por medio de un acto de auto-reflexión sobre las características invisibles de la acción humana, que podemos (correctamente) interpretar el hecho observado como siendo el resultado de una secuencia de elecciones.
En suma, características visibles del comportamiento humano, tales como la posición relativa de un cuerpo humano en el espacio y en el tiempo, no son autoexplicativas. Ellas solo pueden ser correctamente entendidas en conjunto con aquello que sabemos acerca de determinadas características “apriorísticas” e invisibles de la acción humana.
Este problema también está conectado a la correcta comprensión de los medios de la acción. No es posible identificar si algo es un alimento, un remedio o un arma solo al mirar para el objeto físico. Un coco, por ejemplo, puede ser un alimento en un contexto y una arma en otro contexto. Las pastillas para dormir pueden ser utilizadas tanto como remedio tanto como veneno, dependiendo de la cantidad ingerida. Piense también como ejemplo en muchas palabras y frases. Las características físicas de nuestro lenguaje -los ruidos que hacemos cuando hablamos- no son de modo alguno representativos del lenguaje. El lenguaje no tiene nada que ver con ruidos aleatorios. Las palabras y las frases no son meros ruidos, pero sí ruidos bien definidos y con significados también bien definidos. Un mismo ruido puede ser un total sinsentido en un contexto (por ejemplo, palabras en inglés dirigidas a un mono), pero totalmente significativas en otro (palabras en inglés dirigidas a un escocés).
Vamos ahora, desde otro punto de vista, enfatizar la impropiedad de un abordaje puramente empírica para el estudio de la acción humana. Considerar el aspecto psicológico de aprender más acerca de algunas amplias categorías de los medios de la acción -tales como alimentos, remedios, armas, lenguaje. Es posible argumentar que, la primera vez que aprendemos algo sobre ellos, el aprendizaje siempre se da en conjunción con un objeto físico concreto. Siendo así, podemos aprender sobre la naturaleza de un remedio utilizando una pastilla concreta que ingerimos para aliviar un dolor concreto; o podemos aprender sobre la naturaleza del lenguaje por medio de una conversación concreta hecha en un idioma concreto. Sin embargo, incluso cuando aprendemos por primera vez lo que es un remedio o lo que es un lenguaje, no vivenciamos eso por medio de nuestros sentidos, pero sí por medio de una reflexión sobre las intenciones por detrás del uso de aquella pastilla o de aquel idioma. Incluso en esos primeros encuentros, es solamente al interpretar el uso del objeto físico (la pastilla ingerida, las palabras pronunciadas) como un medio para alcanzar una categoría de fines (salud, comunicación), que comprendemos de que se trata la categoría de medios “remedio” e “idioma”. Así, aunque podamos haber aprendido sobre la naturaleza de determinados medios de acción en conjunción con un objeto físico concreto, no es por el estudio de las características físicas del objeto que aprendemos sobre la naturaleza de aquel medio.
Para resumir: siempre que intentemos explicar el comportamiento humano -sea como causa de otras cosas, sea como un efecto de otras cosas-, tenemos que recurrir a las constataciones sobre determinados hechos que no pueden ser analizados por medio de nuestros sentidos. Fue por eso que Mises afirmó que “todas las investigaciones históricas y todas las descripciones de las condiciones sociales presuponen conceptos teóricos y proposiciones teóricas». Estas proposiciones teóricas envuelven (1) las características invariantes de la acción humana (su “naturaleza») y (2) la naturaleza de los medios de la acción. Las manifestaciones físicas concretas de la acción y los medios utilizados en esta acción entran en juego solamente en la medida en que afectan la conveniencia de la acción concreta y de otros medios concretos que podrían ser utilizados para la consumación de un propósito. Por ejemplo, el dinero es un objeto físico utilizado con la intención de efectuarse intercambios indirectos; sin embargo, desde un punto de vista praxeológico, cualquier objeto utilizado como dinero solo es interesante en la medida en que es más conveniente que otro objeto para efectuarse intercambios indirectos.
En resumen, el análisis praxeológico está enfocado tanto para los objetos visibles cuánto para las elecciones e intenciones invisibles. Pero está primordialmente preocupada por las elecciones e intenciones, y trabaja solo casualmente con los objetos visibles. Y el conocimiento que poseemos sobre las elecciones e intenciones es derivado de otras fuentes que no son los sentidos humanos. El análisis praxeológico, por lo tanto, no es de ninguna forma conocimiento empírico; no es empírico en el mismo sentido en el cual el conocimiento que adquiramos por medio de la observación, de la audición, del olfato y del tacto es empírico.
Este es el sentido de la afirmación de Mises de que la praxeología (ciencia de la acción humana) y la ciencia económica son ciencias apriorísticas. Estas disciplinas no lidian con ningún aspecto visiblemente aleatorio del comportamiento humano, pero sí con las características invariables en el tiempo (la naturaleza) de la acción humana y de los medios de la acción. Tal naturaleza pueden ser analizada, e incluso debe ser analizada, independientemente de la información que recibimos por medio de nuestros sentidos. La validez de las proposiciones praxeológicas (su veracidad o falsedad) puede por lo tanto ser evaluada de modo totalmente independiente del “histórico empírico”.
[1] No es posible “ver” a una persona haciendo elecciones porque, antes de cualquier cosa, es imposible ver la alternativa de la cual la persona partió para hacer la acción que le estamos viendo hacer. Siendo así, materialistas consistentes, como Marx y la mayoría de sus seguidores, simplemente negaron la propia existencia de la elección.