¿QUÉ DIFERENCIA AL PROLETARIADO DE LOS DUEÑOS DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN?
– Geanluca Lorenzon –
Según la teoría marxista tradicional, la opresión de la ‘lucha de clases’ ocurría por el hecho de que el proletariado era forzado a someterse a la burguesía en razón de ser ésta la dueña de los medios de producción.
O sea, como la burguesía era la dueña de las máquinas, de los equipamientos y de las fábricas en que los obreros del siglo XIX estaban empleados, tenía el poder de hacer que los individuos tuvieran que trabajar para ella a cambio de un salario. Consecuentemente, la burguesía pertenecía a la «clase opresora».
Los trabajadores, que tenían que vender su mano de obra a esta burguesía poseedora de los medios de producción, pertenecían a la «clase oprimida».
Ludwig von Mises aclaró que la lógica de ver eso como una opresión era completamente errónea. Para comenzar, los propietarios de las fábricas estaban, en realidad, generando una oportunidad de empleo, una renta creciente y, por encima de todo, posibilitando la supervivencia de la población más pobre, que jamás tendría acceso a esta mejoría en su calidad de vida si continuaba en el campo.
El capital no explotaba al trabajador. Al contrario: al suministrar al trabajador las máquinas y herramientas que necesitaba para producir bienes y servicios que los consumidores valoraban, aumentaba la renta y el valor de la mano de obra. Si los capitalistas no hicieran disponible el capital (maquinaria, herramientas, materia prima, insumos, instalaciones, etc.), la mano de obra no tendría cómo producir estos bienes demandados por los consumidores. Consecuentemente, los trabajadores ni siquiera tendrían renta.
Aún en este contexto, Mises también apuntó que los productos que revolucionaran la calidad de vida de la época estaban siendo abaratados y producidos a gran escala para la humanidad gracias exactamente a la acumulación de capital de la burguesía, la cual permitió que tales productos, por primera vez en la historia, pasaran a ser fabricados a gran escala y para las masas.
Exactamente por eso, los primeros anticapitalistas fueron los ruralistas ingleses, que vieron como sus ex-siervos migraban voluntariamente a las ciudades, que comenzaron a ofrecer nuevas oportunidades de vida.
Hoy, el argumento de la explotación vale menos aún.
Sin embargo, si aun así consideráramos que el proceso industrial de la época sometía al «proletariado» a algún tipo de opresión, tal argumento perdió completamente el sentido en nuestra sociedad actual.
En la teoría marxista, detrás de la justificación de la opresión existe un falso presupuesto de que las actividades de ‘trabajador’ y ‘empresario’ son similares, siendo la única diferencia entre ellas el hecho de que el empleado no es el dueño de los medios de producción. O sea, si el proletariado fuera dueño de las fábricas y de todo el capital, la sociedad funcionaría tan bien (o aún mejor) como actualmente, y las injusticias desaparecerían.
Para la teoría marxista, ser un empresario era el peor de los vicios.
La última evidencia de la falsedad de ese concepto es que, hoy, ser dueño de los «medios de producción» no es difícil y ni siquiera caro. O sea, ser empleador – o, más aún, ser el propio empleador, es decir, autónomo – se hizo normal y depende mucho más de la dedicación y elección de la carrera que de un determinismo histórico. Aun así, las personas optan de manera diferenciada entre ser patrones o empleados – u opresores y oprimidos, en la terminología marxista – conforme a sus preferencias.
La desaparición de esta «dificultad» en ser dueño de los medios de producción ocurrió a gran escala porque el capitalismo posibilitó que valoráramos (y entonces compráramos) productos y servicios que son mucho más fruto de la inteligencia humana que el resultado de una máquina cara. En efecto, el capitalismo ha invertido completamente la lógica pasada y ha colocado al ser humano como el factor de mayor valor de la sociedad económica. Mientras que las maquinarias y los bienes físicos bajaron de precio, el valor de un buen profesional y de un empresario con nuevas ideas pasó a valer mucho más que la mera posesión de maquinaria física.
Hoy, hay adolescentes que se hacen millonarios al desarrollar aplicaciones geniales para los móviles. ¿Qué utilizaron para alcanzar esta hazaña? Ideas, algunas horas de trabajo y una tecnología que ya está totalmente popularizada. Hay quien gana más de 12 millones de dólares al año haciendo el exhaustivo trabajo de filmarse a sí mismo jugando videojuegos, haciendo comentarios y publicando el vídeo en YouTube.
Eso sin mencionar los ejemplos más explícitos, como es el caso del AirBnB, que permite a cualquier individuo transformar su casa en hotel y ganar dinero con eso; o aún de Uber y de Cabify, que transforman los coches en bienes de capital generadores de renta. Y hay también el OpenBazaar, por medio del cual cualquier individuo de cualquier lugar del mundo puede volverse empresario, sin tener que depender de permisos del gobierno.
Imposible un ejemplo mayor de masificación de la propiedad de los medios de producción. Estas aplicaciones están entregando el control del capital a los propios trabajadores y están permitiendo que cada vez más individuos se hagan propietarios de los medios de producción en vez de tener que trabajar para terceros que tienen todo el capital físico necesario para hacer su trabajo.
¿Cómo decir que el proletariado está oprimido cuando consigue, como nunca antes, tener movilidad y éxito en sus elecciones de vida? De las cinco personas más ricas del mundo hoy, según Forbes, por lo menos cuatro de ellas nacieron en aquello que Karl Marx ciertamente llamaría clase oprimida. Bill Gates y Mark Zuckerberg comenzaron con sus ordenadores y una idea. Warren Buffet tuvo una larga y complicada vida hasta el éxito financiero. Amancio Ortega era hijo de un obrero de trenes. Hoy, tienen una fortuna que sumada supera los 280 billones de dólares.
Incluso en las finanzas.
Otra revolución capitalista que destruye esa visión marxista son las captaciones financieras colectivas.
Varios gadgets médicos que están revolucionando la calidad de vida de la humanidad reciben diariamente millones de dólares en donaciones por internet al presentar una idea bien estructurada y pensada, la cual es explicada por medio de un vídeo y de un plan de acción.
Por medio de aplicaciones como Kickstarter e Indiegogo usted puede tanto financiar empresas alrededor del mundo como también puede ser financiado, driblando todo el sistema bancario controlado y regulado por el estado. (Ya con el Kiva y el Give Well usted respectivamente presta y dona dinero a los pobres de los lugares más pobres del mundo).
No es necesario que un gran capitalista dueño de fábricas invierta en una idea o sea él el propio dueño de la idea: el ciudadano común puede concebirla y ponerla en práctica. Si tiene éxito, él será también un gran capitalista. En realidad, ya lo es. Quién mueve el mundo son los emprendedores.
Y, aunque no fuera verdad que el acceso a los «medios de producción» haya sido abaratado y facilitado, aún podríamos preguntarnos: ¿por qué la clase trabajadora no acumuló riquezas y compró las fábricas? Muchos sindicatos poseen presupuestos millonarios. Y, teniendo en cuenta las ínfimas tasas de intereses contemporáneas alrededor del mundo, el acceso al capital financiero nunca fue tan barato. ¿Por qué los trabajadores organizados aún no se han unido y convertido en los dueños de los medios de producción?
Seamos aún más directos: si todo lo que basta para ser un rico opresor es ser el «propietario de los medios de producción» (ya que, al parecer, invertir correctamente y de manera lucrativa parece ser fácil), entonces ¿por qué los trabajadores no se juntan en cooperativas y se hacen autónomos? Nada les impide de hacer eso. Si una enorme cantidad de trabajadores se juntara, ni siquiera necesitarían de financiación. Podrían utilizar el propio ahorro. ¿Qué se lo impide?
Esta es la diferencia entre un empleado y un empresario.
Cuando Margaret Thatcher fue interrogada en el Parlamento – durante el proceso de privatizaciones que promovió en la década de 1980 – sobre por qué una empresa estatal fue vendida a un precio considerado bajo por la oposición, respondió al inquisidor izquierdista: «Si estaba tan barata, ¿por qué su sindicato millonario no fue a la subasta y la compró? «. No hubo respuesta.
Conclusión.
La movilidad social aún está lejos de lo ideal, pero dos verdades no pueden ser olvidadas: en la historia de la humanidad nunca hubo tanta posibilidad como hoy día de que un pobre salga de la pobreza; y jamás hubo un sistema económico que posibilitara mayor movilidad social que el capitalismo.
Los individuos comunes pueden, cada vez más, hacerse propietarios de sus propios medios de producción, no necesitando someterse a la estructura formada por los actuales propietarios del capital. Con eso, adquieren la flexibilidad de explotar varias maneras de prosperar de acuerdo con sus propios medios.
La historia es clara y no hay excepciones: cuánto mayor la libertad económica mayor la movilidad social.