LOS HÉROES CAPITALISTAS DE HISTORIAS CORRIENTES
Según escribió el economista Joseph Schumpeter en Capitalismo, Socialismo y Democracia, uno de los problemas que padecía la sociedad capitalista y que anunciaba su próxima desaparición era que carecía de una mentalidad heroica que promoviese su defensa ante aquellos que querían destruirla:
“la civilización capitalista es racionalista y ‘anti-heroica’…El éxito en la industria y el comercio requiere de una gran resistencia; sin embargo la actividad industrial y comercial es esencialmente no heroica en el sentido caballeresco-no hay florecimiento de espadas, no hay mucho coraje físico, no hay posibilidad de galopar el caballo de batalla contra el enemigo…”
En un sentido literal esto es fundamentalmente cierto. El capitalismo promueve el crecimiento económico de forma pacífica a través de la producción orientada a la satisfacción de los deseos de los consumidores y el intercambio voluntario. No hay mucho margen en el capitalismo para el desarrollo de una mentalidad belicista pues ésta debe basarse, necesariamente, en los medios políticos (el saqueo y la rapiña) y no en los económicos (la producción y el intercambio).
Sin embargo, en un sentido más profundo, Schumpeter estaba equivocado. De hecho la vida de un viejo conocido suyo, Ludwig von Mises, el más grande defensor del capitalismo y el libre mercado, es un ejemplo de heroísmo.
En una época de graves turbulencias sociales y políticas, Mises se enfrentó, casi en soledad y armado exclusivamente con la fuerza de las ideas, a los dragones del totalitarismo colectivista. No se rindió jamás a pesar de los peligros y consiguió una victoria decisiva al mantener viva la tradición de pensamiento de la Escuela Austriaca de Economía. Fue, como lo llama Guido Hülsmann en su biografía, el último caballero del liberalismo.
Porque lo que caracteriza al héroe no es ni el coraje físico ni el chocar de espadas. Según dice Joseph Campbell en El héroe de las Mil Caras:
“El héroe inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; el héroe regresa de su misteriosa aventura con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos.” Eso mismo es lo que hizo Mises.
Por eso no debemos descartar la posibilidad de desarrollar una visión heroica de las relaciones voluntarias y pacíficas dentro del capitalismo. No es necesario quebrantar cabezas o aplastar enemigos para cumplir como es debido con los cometidos del héroe. Como dice Borges “La batalla es eterna y puede prescindir de la pompa/ de visibles ejércitos con clarines”.
En la serie de animación Historias Corrientes, encontramos aventuras que relatan de forma épica, heroica y divertida aspectos esenciales del capitalismo. Por supuesto, esta es una serie de dibujos animados y no un estudio económico o político y no mantiene una estricta coherencia a lo largo de toda la serie. Sin embargo muchas de las ideas que se desprenden en varios de sus capítulos son muy valiosas.
Los personajes principales son Mordecay y Rigby, dos amigos que trabajan como empleados de mantenimiento en un parque y que buscan continuamente formas de escaquearse de sus obligaciones. Esto suele causar complicaciones y problemas a través de los que aprenden la importancia de la responsabilidad y del trabajo duro.
El parque en el que transcurre la serie es privado, su dueño es un millonario que contrata a Benson como gerente. Este personaje es un claro partidario del despido libre, pues siempre amenaza con echar a Mordecay y Rigby si no cumplen sus tareas.
Como en toda empresa privada están sometidos a la necesidad de atraer clientes y en varios episodios tienen que encontrar formas de incrementar los beneficios del parque para evitar que cierre.
Benson es un ejemplo de seriedad y responsabilidad: siempre es el primero en llegar al trabajo y siempre es el último en irse. En uno de los capítulos recibe un premio por llegar puntual mil días seguidos y en otra ocasión reprende a Mordecay y Rigby por llegar tarde y les explica la importancia de la puntualidad a la hora de llevar un negocio.
La importancia del respeto a la propiedad privada queda reflejada en el capítulo en que se enfrentan a un grafitero, que no tiene reparos en dañar las instalaciones del parque pero a quien le parece muy mal que Modercay y Rigby hagan lo mismo con sus cosas cuando intentan atraparlo.
La visión que ofrecen del gobierno tiende a ser muy negativa. En un episodio sufren la interferencia regulatoria del gobierno, que obliga a los trabajadores del parque a pasar una prueba física para poder conservar su puesto. En otra historia el villano es un inspector de sanidad que acude al parque a hacer una revisión y amenaza con requisar la caravana de uno de los personajes. En otro capítulo el ejército despilfarra miles de millones de dólares en absurdas pruebas de armamento en las que utilizan retretes portátiles como blanco de tiro. Para explicar el motivo, el General al mando dice “los retretes y el enemigo comparten dos cosas en común: son de una altura aproximada y ninguno tiene alma”.
Otro aspecto interesante de esta serie es que todos sus personajes son individuos únicos, con personalidades y características peculiares que los diferencian. Esto se ve incluso en su aspecto físico: Mordecay es un arrendajo azul, Rigby es un mapache irresponsable, Benson es una máquina de chicles, Skip es un gorila albino con poderes místicos, etc…
Pero a pesar de estas características peculiares los problemas a los que se enfrentan son de naturaleza cotidiana: cómo afrontar dificultades en el trabajo o cómo comportarse en una cita, por ejemplo. Son gente relativamente extraña con problemas relativamente corrientes, es decir, son personas normales.
Pero los problemas que padecen, aunque empiezan de forma modesta, van creciendo hasta traer el caos a sus vidas y ponen en peligro el parque en el que trabajan (y a veces todo el Universo). Tienen que luchar de forma heroica para encontrar una solución y superarse a través del ejercicio de virtudes de las que creían carecer para recuperar el orden en el mundo. Y eso es, básicamente, lo que hacen las personas normales en el capitalismo: se esfuerzan, madrugan, ahorran, trabajan, arriesgan, producen e innovan, y al hacerlo promueven la mejora de las condiciones de vida de todos de forma pacífica y voluntaria. Ningún caballero de brillante armadura podría hacer algo más heroico.