LOS GASTOS DEL GOBIERNO SON EL GRAN ENEMIGO DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

 

    – Iván Carrino –  

 

 

  Imagine que tiene usted un primo que vive muy lejos, a unos 2 mil kilómetros de distancia. Sin embargo, por algún motivo, consigue apropiarse del 40% de su renta mensual. Consecuentemente, él es el responsable del 40% de los gastos totales de su familia.

  Viviendo tan lejos, y con tan poco interés en mejorar su calidad de vida, los resultados esperables de tal esquema son previsibles. Su familia no sólo tendrá problemas para mantenerse, sino que también estará bastante desmotivada para producir, pues sabe que tendrá que sostener a ese primo holgazán que vive a su costa.

  Sustituya ‘primo’ por ‘estado’ en el relato y el razonamiento se mantiene.

  El gobierno toma dinero del sector productivo y gasta con el supuesto objetivo de generar bienes públicos. Desde el punto de vista keynesiano, este sistema es benéfico para la economía, pues, según tal escuela de pensamiento económico, el gasto del gobierno estimula la demanda y eso genera crecimiento económico por medio del famoso «multiplicador keynesiano».

  Pero no sólo la teoría del multiplicador keynesiano es falsa, sino que también la realidad es más parecida a la historia de nuestro primo.

  Para comenzar, la diferencia de un gobierno con una familia es que sus ingresos se transfieren de manera coercitiva, siendo confiscados de todos aquellos trabajadores asalariados y empresarios que actúan en el sector productivo de la economía.

  En este sentido, un aumento de los gastos del gobierno significa, de manera muy simple, que el gobierno o aumentará los impuestos para hacer frente a esos nuevos gastos o se endeudará aún más – lo que significa que, dado que el gobierno está tomando más crédito, sobrará menos crédito disponible para financiar empresas productivas.

  Hay una tercera hipótesis, que sería la simple creación de dinero por el Banco Central para financiar directamente el gobierno. Siempre que se utilizó esa medida – como en Brasil de la década de 1980 – el resultado fue la hiperinflación.

  Por lo tanto, teniendo en mente que el gobierno sólo puede gastar aquello que antes confiscó de alguien, la idea de que los gastos del gobierno estimulan la «demanda agregada» y generan crecimiento económico equivale a decir que tomar dinero de unos para gastar con otros puede enriquecer a todos. Para utilizar una metáfora, tal idea significa decir que quitar agua de la parte profunda de la piscina y ponerla en la parte baja hará que aumente el nivel general de agua en la piscina.

  Consecuentemente, los gastos del gobierno no sólo no pueden «estimular la demanda», sino que también generan una mayor carga tributaria, un mayor endeudamiento del gobierno y una mayor inflación.

  Y dado que los gastos del gobierno se financian a través de impuestos y endeudamiento del gobierno, desestimulan el ahorro, la producción y la inversión.

  Pero la cosa empeora: el gasto del gobierno es inevitablemente de mala calidad. Hay tres problemas incontrovertibles en relación a los gastos del gobierno, los cuales impiden que pueda tener efectos benéficos.

  Problemas de incentivos.

  La relación negativa entre gasto público y crecimiento económico (comprobada empíricamente) tiene varias explicaciones. La primera es que el gobierno se enfrenta al inevitable problema de los incentivos.

  Como explicaba de manera bien simple Milton Friedman, existen cuatro maneras de gastar dinero.

  1) Gastar su dinero en usted mismo: en este caso, usted buscará el coste más pequeño y la máxima calidad.

  2) Gastar su dinero en otros: buscará el coste más pequeño y la mínima calidad.

  3) Gastar el dinero de otros en usted: el mayor coste y la máxima calidad serán su objetivo.

  4) Gastar el dinero de otros en otros: usted no tendrá ninguna preocupación con el coste y la calidad.

  Para Friedman, la manera más eficiente de gasto es la primera. Usted se preocupa del coste de lo que compra y también de la calidad. La última manera, por su parte, es la menos eficiente de todas. El comprador no se preocupa de los recursos, pues no son de él, y tampoco se preocupa de la calidad de lo que se compra, pues el receptor tampoco será él. El resultado será una compraventa cara y de mala calidad.

  Cuando el gobierno gasta, utiliza una combinación de las maneras 3 y 4, generando ineficiencia en la economía. El gobierno gasta el dinero ajeno (de los impuestos) en otros (funcionariado público, subsidios para grandes empresarios amigos del régimen, obras públicas hechas por empresas conectadas a políticos, artistas y eventos culturales, etc.) y en sí mismo (presupuestos, salarios y beneficios para políticos; ministerios, agencias reguladoras, secretarías estatales; campañas electorales; contratación de apadrinados; propaganda, etc.).

  Ninguno de esos gastos está conectado a la maximización del bienestar social.

  Otra consecuencia no premeditada de los gastos del gobierno son los incentivos adversos que él genera. De acuerdo con una reciente publicación del británico Institute of Economic Affairs:

Los gastos del gobierno en consumo tienden a disminuir el crecimiento. El gasto en programas sociales mal diseñados puede ser especialmente nefasto, una vez que reduce los incentivos al trabajo y a la producción.

  El gobierno simplemente no posee los incentivos correctos para gastar de manera eficaz. Y mucho menos puede gastar de modo que maximice el crecimiento económico. Además, su gasto distorsiona los incentivos de la sociedad, reduciéndolos.

  Problemas de información.

  Un segundo problema es la cuestión de la información. La manera como el sector privado utiliza las informaciones de mercado disponibles es diferente de la manera como las utiliza el sector estatal.

  El sector privado se guía por el sistema de precios, el cual permite todo el cálculo económico. Los precios informan de lo que está siendo demandado por los consumidores, cuáles productos están en falta, cuáles están en exceso, y permiten el cálculo de los beneficios y pérdidas.

  Por encima de todo, los precios ayudan a los empresarios a asignar recursos escasos de manera eficiente. Si el precio de algo está demasiado alto, eso significa que los consumidores necesitan una mayor cantidad de este bien, lo que estimula a los empresarios a aumentar la producción. Bajo este arreglo, se produce aquello que genera beneficio económico, y este beneficio se produce gracias a la mejor satisfacción de las necesidades de los consumidores.

  El sector público no tiene cómo producir siguiendo este criterio del beneficio económico. En efecto, si alguna empresa estatal genera pérdidas financieras, se justifica con la tesis de que el gobierno busca «objetivos sociales». Los gastos del gobierno hasta pueden anhelar objetivos amorfos, como solidaridad e igualdad, pero el hecho es que son ineficientes desde el punto de vista económico y, consecuentemente, reducen el crecimiento.

  Por ejemplo, dado que el gobierno no se guía por el sistema de precios y ni por el criterio de beneficio y pérdida – pues el dinero viene de impuestos o es tomado prestado (y esa deuda también será pagada con impuestos) – es probable que construya un puente que conecte la nada con ningún lugar, y que haga tal obra utilizando materiales caros y pagando precios inflados (los proveedores saben que el gobierno no se preocupa por los costes y cobrarán el máximo posible por sus materiales).

  En este caso, es obvio que estos mismos recursos podrían haber sido mejor utilizados por el sector privado, el cual tiene que preocuparse con los costes y con el sistema de beneficio y pérdida.

  A causa de este problema de información al que se enfrenta el gobierno, su gasto es menos eficiente y hace una peor asignación de los recursos escasos de la sociedad. Aquello que es utilizado en un sector será necesariamente retirado de otro sector. Si los gastos del gobierno concentraron recursos en un sector, entonces otros sectores quedaron sin estos mismos recursos.

  La consecuencia será un crecimiento económico menor. No hay crecimiento económico genuino si los gastos son ineficientes y no se preocupan con el sistema de beneficio y pérdida.

  Más gasto es más impuesto.

  Este problema es el más obvio, pero es también el más ampliamente ignorado.

  Mayor gasto público significa, a corto o largo plazo, mayor carga tributaria. Todo lo que el gobierno gasta fue antes retirado de la sociedad. El dinero del gasto, como ya hemos dicho, procede o de impuestos o de endeudamiento. Cuando procede de impuestos, la confiscación es directa. Las personas y las empresas se quedan con menos dinero para que el gobierno tenga más. Cuando el dinero procede de endeudamiento, eso significa que, en algún momento futuro, el dinero de los impuestos se utilizará para pagar el servicio de esta deuda.

  Y eso genera mayores incertidumbres: si el gobierno se está endeudando continuamente para gastar, entonces esa deuda tendrá que ser futuramente quitada con más impuestos. Esa mera posibilidad de aumentos de impuestos futuros ya sirve para inhibir inversiones productivas. ¿Cómo invertir cuando no se sabe cómo serán los impuestos en el futuro?

  Por lo tanto, los impuestos son la contra-partida de los gastos del gobierno, y sus efectos sobre los incentivos al ahorro, a la inversión productiva, a abrir empresas y a producir son perjudiciales.

  Los impuestos son como una mochila pesada en la espalda de los verdaderos creadores de riqueza de la sociedad, y aumentarlos en el transcurso de un mayor gasto público es la receta garantizada para que la economía quede estancada.

  Conclusión.

  El gasto público es el enemigo del crecimiento económico. Y tanto los argumentos teóricos como los empíricos sostienen esta afirmación. Para que una economía se reactive, el gobierno tiene que considerar seriamente reducir sus gastos.

  El mejor y más reciente ejemplo es Irlanda, que, de 2010 a 2015, redujo los gastos del gobierno de un increíble 65% del PIB a «sólo» un 29,5% del PIB. Como consecuencia, eso hizo las inversiones se disparasen, a lo que siguió el crecimiento económico: nada menos que un 13,4% en dos años.