LAS LIMITACIONES DEL CONCEPTO DEL PIB
– Óscar Rodríguez Carreiro –
En un proceso de producción concreto, con una tecnología dada, podemos determinar la cantidad de factores de producción necesarios para la fabricación de una unidad de producto. Es lo que se conoce como la función de producción, que establece la relación entre las cantidades de factores de producción y el resultado final. En los análisis macroeconómicos, la economía de un país se concibe como un único proceso de producción. Uno de los objetivos de la macroeconomía es medir la suma total de la producción de un país. Para ello, la economía se define como una función de producción en la que existe una relación entre los factores de producción (capital y trabajo) y el producto total de la economía. La producción total de un país se mide a través del Producto Interno Bruto (PIB), que representa el valor de la producción final de bienes y servicios en un periodo. Existen tres formas de medir el PIB: 1) por el lado del gasto, que se refiere al gasto en bienes y servicios de los diferentes agentes económicos: empresas, hogares, gobierno y extranjeros; 2) directamente como el producto total, es decir, el valor de la producción final de la economía; 3) por último, por el lado de los ingresos. Sea cual sea el medio utilizado, se alcanza la medición del PIB nominal. Se le llama así porque valora la producción al precio actual de los bienes y servicios. Es decir, el PIB nominal consiste en la suma de las cantidades producidas multiplicada por los precios actuales. Si los precios de mercado permanecieran constantes a lo largo del tiempo, el PIB nominal permitiría realizar comparaciones del PIB a lo largo del tiempo y entre distintos países. El problema es que los precios cambian, por lo que el PIB nominal puede haber aumentado no porque haya más bienes y servicios sino porque éstos son más caros. Para remediar esto, se utilizan los precios de un año base para intentar aislar el efecto cantidad del efecto precio, para lo que se utilizan distintos índices de precios.
Desde la perspectiva de la escuela austriaca de economía se pueden realizar varias críticas relacionadas con el uso de estadísticas macroeconómicas como el PIB. La primera de estas críticas tiene que ver con la creencia de que el PIB está midiendo la capacidad productiva de la economía, y con el método de agregación de los precios de los bienes y servicios finales para alcanzar una única cifra, considerando el dinero como la unidad de medida del valor de los bienes. Esta creencia y este método vienen derivados de la imitación de las ciencias naturales por parte de la mayoría de los economistas, como se puede observar, por ejemplo, en el lema de la Sociedad Econométrica: “la Ciencia es medición”. El problema con la aplicación de esta idea a la economía, es que el propio concepto de medición implica la necesidad de una unidad extensiva objetiva que sirva como medida, pero las magnitudes de la conciencia son necesariamente intensivas y, por tanto, no pueden ser medidas.[i] Como explica Mises
Un proceso de medición consiste en el establecimiento de la relación numérica de un objeto en relación con otro objeto, esto es, la unidad de medida […] La asunción subyacente a la medición es la inmutabilidad de la unidad.[ii]
Dado que la actividad económica depende de la valoración subjetiva que realizan los individuos y dado que dicha valoración establece escalas de valor que tienen exclusivamente un carácter ordinal, no se puede establecer constante alguna en el proceso de valoración. Como dice Antony P. Mueller
Cada bien y servicio tiene un valor diferente para cada usuario, y no hay disponible un estándar común de valor […] Las valoraciones no son únicamente heterogéneas entre personas, sino que también difieren para la misma persona de acuerdo con las circunstancias específicas.[iii]
El valor económico es puramente subjetivo. No existe una “unidad de valor” que corresponda a una medida objetiva.[iv] El dinero, y los precios monetarios que se establecen con el uso de dinero, no están midiendo el valor de los bienes y servicios; como dice Mises, “los precios no están medidos en dinero, consisten en dinero”.[v] Es el hecho de que el dinero se pueda intercambiar por cualquier mercancía, es decir, el hecho de que sea el medio general de intercambio, lo que permite establecer ratios de intercambio de todas las mercancías en unidades monetarias.[vi] El dinero apareció históricamente, de manera espontánea y descentralizada, como un medio para facilitar las transacciones económicas. Imaginemos una sociedad en la que no existe el dinero y los intercambios se realizan por medio de trueques. Si una persona de esta sociedad, que posee una mercancía concreta, digamos patatas, quiere intercambiarla por una mercancía concreta, digamos zapatos, tiene que encontrar a una persona que posea zapatos y que quiera intercambiarlos por patatas. Es decir, se tiene que producir una doble coincidencia de intereses. En cambio, si está dispuesto a intercambiar las patatas por otra mercancía que no desee directamente, pero que tenga una demanda general y que sea fácilmente vendible, la posesión de dicha mercancía le facilitará la búsqueda de personas que tengan el producto que desea directamente, sin tener que encontrar a una que, específicamente, quiera patatas. Así fue como apareció el dinero, como una mercancía valorada ampliamente y que se convirtió en el medio general aceptado de intercambio. Entre las primeras mercancías que se utilizaron como dinero podemos mencionar el ganado, la sal o los metales preciosos.[vii]
La existencia del dinero permite establecer ratios de intercambio de todas las mercancías en relación con este medio general de intercambio. Sin embargo
Los ratios de intercambio con los que tenemos que tratar están fluctuando permanentemente. No hay nada constante e invariable en ellos. Desafían cualquier intento de medición. No son hechos en el sentido en que un físico llama hecho al establecimiento del peso de una cantidad de cobre. Son acontecimientos históricos, que expresan lo que una vez ocurrió en un instante concreto y bajo circunstancias concretas.[viii]
Por ello, el dinero no es una medida del valor de los bienes. Si uno paga una cierta cantidad de dinero por un coche, no está midiendo el valor del coche, lo que está demostrando es que prefiere el coche a esa cantidad de dinero. La persona que vende el coche realiza la valoración opuesta. Sin esta diferencia en preferencias no tendría lugar el intercambio. Si el dinero midiera el valor, tanto la persona que compra el coche como la que lo vende llegarían a la misma “medida” del valor del coche y resultaría imposible explicar por qué tiene lugar el intercambio.[ix]
La búsqueda de un poder adquisitivo constante del dinero, por medio de la utilización de los índices de precios con los que se construye el PIB real, es completamente anticientífica. Lo que los economistas quieren es una situación en la que un dólar ahora permita comprar la misma “cesta de bienes” dentro de seis meses o un año. Pero, aunque en un momento determinado se pueda comparar un precio con otro, ¿qué ocurre cuando se pretende comparar los precios de los bienes ahora con los precios de los bienes dentro de seis meses o un año? Lo más probable es que los bienes disponibles entonces no sean exactamente los mismos que ahora. Además, debido a los cambios en la oferta y la demanda para algunos de estos bienes, los precios relativos de los bienes de ambas listas pueden diferir. Los economistas quieren que la “vara de medir” del dinero permanezca constante a lo largo del tiempo, pero ello es imposible, porque la “cesta de bienes” y los precios relativos de la cesta cambian constantemente.[x]
Así pues, los precios no se pueden utilizar como vara de medida del valor de los bienes y servicios finales, y resulta incorrecto, por ello, agregar los precios como medio para construir la cifra única del PIB.
Un problema derivado de esta metodología consiste en que dicha estadística da la impresión de que lo que produce bienes y servicios no son las actividades de los individuos, sino algo exterior a estas actividades llamado “la economía”. En realidad, como dice Frank Shostak, esta “economía” nunca tiene una vida propia independiente de los individuos: “la así llamada economía es una metáfora – no existe”.[xi] Pero al agregar los precios de los bienes y servicios finales, las agencias estadísticas de los gobiernos concretizan la ficción de la economía por medio de la estadística del PIB, lo que les permite hablar de esta entidad como si fuera un objeto real sobre el que los gobiernos pueden intervenir con éxito. Como explica Mises
El enfoque macroeconómico se fija en un segmento arbitrariamente seleccionado de la economía de mercado (como norma: en una nación) como si fuera una unidad integrada. Todo lo que ocurre en este segmento son acciones de individuos y de grupos de individuos que actúan de manera concertada. Pero la macroeconomía procede como si todas estas acciones individuales fueran de hecho el resultado de la operación mutua de una magnitud macroeconómica sobre otra tal magnitud.[xii]
Otro problema del PIB es que no sirve para medir la producción. De hecho, lo que cuenta para la elaboración del PIB son los gastos llevados a cabo, independientemente de la contribución económica que éstos realicen. Lo que esto conlleva lo podemos observar en el ejemplo que propone Christopher P. Casey: la construcción de un gran barco realizada con un elevado gasto contribuirá en igual medida al PIB, independientemente de que el barco haga cruceros sin pasajeros, pesque sin obtener capturas o comercie sin transportar carga. De hecho, contribuiría al PIB aunque permaneciera varado en la playa.[xiii]
Además, como dice Frank Shostak
Esta estadística está construida de acuerdo con la visión de que lo que mueve una economía no es la producción de riqueza sino su consumo. Lo que importa aquí es la demanda de bienes y servicios finales […] Debido a que la oferta de bienes se da por hecha, este marco conceptual ignora completamente el asunto de las varias etapas de producción que preceden a la aparición del bien final.[xiv]
En el mundo real no es suficiente con que exista demanda de bienes, sino que deben existir los medios necesarios para satisfacer las demandas de la gente. Los medios, varios bienes intermedios que se requieren para la producción de los bienes finales, no se encuentran inmediatamente disponibles, deben ser producidos. Así, para fabricar un coche, hace falta carbón que será utilizado en la producción de acero, que, a su vez, será empleado en la fabricación de un conjunto de herramientas. Éstas serán utilizadas para fabricar maquinaria y otras herramientas y así hasta que se alcance la fase final de la producción de un coche. La interacción armoniosa de las distintas etapas de producción tiene como resultado el producto final. Sin embargo, en el cálculo del PIB se eliminan los bienes intermedios para evitar la doble contabilidad. Este procedimiento conlleva la exclusión de un volumen masivo de actividad económica y la sobrestimación del componente del consumo en relación con la inversión. En 2014, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos empezó a publicar la medida del Output Bruto, estadística que resulta más apropiada para estimar la producción total. Esta medida incorpora las transacciones intermedias y muestra que la frecuentemente citada estadística, derivada del PIB, de que el sector del consumo da cuenta del 70% del total de la actividad económica, se reduce, en realidad, a algo más del 30%[xv]
Otro problema importante del PIB es que incluye los gastos gubernamentales. Pero el gasto, como recuerda Rothbard, sólo sirve para valorar la producción cuando nos referimos a la economía privada, ya que dicho gasto tiene lugar de manera voluntaria debido a que se valoran los servicios prestados.
Con el gobierno, la situación es completamente diferente […] su gasto no tiene relación necesaria con los servicios que pudiera proveer al sector privado. De hecho, no hay manera de valorar estos servicios.
La ausencia de la acción voluntaria elimina la función de los precios y, sin verdaderos precios de mercado, es imposible establecer los beneficios. Como dice Joseph T. Salerno
En ausencia de producción e intercambio voluntarios, no hay forma de establecer el valor de los bienes y servicios.[xvi]
Para que la estadística del PIB fuera algo más precisa, se debería eliminar de ella todo gasto gubernamental.
El gasto gubernamental no se debería sumar a la producción privada sino que se debería restar de ella para obtener una idea del estándar de vida de las personas privadas involucradas en la actividad económica productiva.[xvii]
Un ejemplo del absurdo al que puede llevar el marco conceptual del PIB, al agregar el gasto gubernamental a la producción, es la idea generalmente aceptada de que la economía americana creció durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, crecimiento truncado una vez finalizó la guerra. Semejante idea implica la afirmación de que el gasto del gobierno en la construcción de armamento, en la destrucción de ciudades y en la matanza de gente, resultó beneficioso para el conjunto de los americanos, mientras que reducir el gasto militar y dejar que los ciudadanos llevaran vidas pacíficas en las que realizaran trabajos que contribuían a la producción para la satisfacción de las necesidades de la gente, al parecer fue perjudicial para el conjunto de los americanos.
[i] Murray N. Rothbard, “Toward a Reconstruction of Utility and Welfare Economics”, pp. 224-262 en Mary Sennholz, ed., On Freedom and Free Enterprise (Toronto: D. Van Nostrand, 1956), p. 241.
[ii] Ludwig von Mises, Human Action. The Scholar’s Edition (Auburn: Mises Institute, 1998), p. 210.
[iii] Antony P. Mueller, “What’s Wrong With Economic Growth?” (10-08-2005 [recuperado el 10-06-2015]) disponible en https://mises.org/library/whats-wrong-economic-growth
[iv] David Gordon, “Steve Forbes Misunderstands Money” (27-08-2014 [recuperado el 10-06-2015]), disponible en https://mises.org/blog/steve-forbes-misunderstands-money
[v] Mises, Human Action, p. 218.
[vi] Ludwig von Mises, The Theory of Money and Credit (New Haven: Yale University Press, 1953), p. 48.
[vii] Ver Carl Menger, On the Origins of Money (Auburn: Mises Institute, 2009). Además de la amplia demanda, otras características contribuían a que ciertas mercancías se convirtieran en el medio general de intercambio, por ejemplo, que fueran fácilmente divisibles, fáciles de trasladar, duraderas, etc.
[viii] Mises, Human Action, p. 211.
[ix] Ver David Gordon, “Book Review. Money: How the Destruction of the Dollar Threatens the Global Economy- and What We Can Do About It”, Quarterly Journal of Austrian Economics, 17, 4 (invierno, 2014): 532-533.
[x] Ver David Gordon, “On Money: Measure for Measure” (05-11-2014 [recuperado el 10-06-2015]), disponible en https://mises.org/blog/money-measure-measure
[xi] Frank Shostak, “What is up with the GDP?” (23-08-2001 [recuperado el 03-04-2015]), disponible en https://mises.org/library/what-gdp
[xii] Ludwig von Mises, The Ultimate Foundation of Economic Science, An Essay on Method (Princeton: D. Van Nostrand Company, 1962), p. 83.
[xiii] Christopher P. Casey, “How GDP Distorts Our View of the Economy” (15-05-2015 [recuperado el 10-06-2015]), disponible en https://mises.org/library/how-gdp-metrics-distort-our-view-economy
[xiv] Shostak, “What Is Up With the GDP?”
[xv] Casey, “How GDP Distorts Our View of the Economy”.
[xvi] Joseph T. Salerno, “How Reducing GDP Increases Economic Growth” (02-01-2015 [recuperado el 10-06-2015]), disponible en https://mises.org/library/how-reducing-gdp-increases-economic-growth
[xvii] Salerno, “How Reducing GDP Increases Economic Growth”.