LA SOBERANÍA DEL INDIVIDUO Y EL DERECHO DE PORTAR ARMAS 

– Larry Nieves –   

  Su cuerpo es propiedad suya y exclusivamente suya. Siendo una propiedad exclusivamente suya, nadie tiene derecho a infligir daños a su cuerpo. Se trata de la propiedad más inviolable que existe. Aquel que intente agredirla debe ser inmediatamente detenido. Portar armas para la autodefensa es un derecho humano natural, esencial e indeleble: se deriva directamente del derecho de propiedad que cada persona tiene sobre sí misma

  El pilar fundamental

  ¿Puede usted negar que es el dueño de sí mismo? Negar tal hecho de la naturaleza no puede hacerse sin caer en una contradicción en términos, puesto que para afirmar algo usted necesita ser dueño de usted mismo, de sus cuerdas vocales si pretende decirlo, de sus manos si pretende escribirlo y en última instancia de su cerebro para pensar la idea.

  ¿A qué nos referimos cuando hablamos de propiedad? Cuando hablamos de propiedad nos referimos a la posesión de algo y a la capacidad de disponer de ese algo (ambas condiciones deben cumplirse). De manera que decir que cada ser humano es dueño de sí mismo significa que cada quien está en posesión de su cuerpo y de su mente y además que tiene la capacidad de disponer de ellos, de moverse, trasladarse o quedarse tranquilo, usarlos o dejarlos inertes.

  Si usted no fuese dueño de usted mismo, entonces alguien más lo sería, es decir, otra persona estaría en control de su cuerpo y de su mente. Usted sería un esclavo, mientras la otra persona sería su amo. Pero si queremos construir una sociedad de hombres libres (en aislamiento, cada persona es por definición absolutamente libre), no podemos permitir que unas personas sean dueñas de otras personas. Por lo tanto, un sistema ético para una sociedad libre debe comenzar por el derecho de propiedad de cada persona sobre sí misma.

  Ejerciendo la propiedad sobre sí mismo.

  Si cada persona es dueña de sí misma, nadie puede poseerla e igualmente ella no puede ser dueña de nadie más (el sistema ético es universal, es decir, se aplica por igual a todos).

 Para poder ejercer el derecho de propiedad sobre usted mismo es esencial que no existan sobre usted interferencias o invasiones externas, es decir que usted sea libre. Cuando hablamos de libertad, nos referimos a la ausencia de coacción sobre el individuo. Una persona que no es libre es una persona obligada a actuar contrariamente a sus deseos mediante el uso o la amenaza del uso de la violencia, es decir, mediante la coacción.

  Ahora bien, si usted es dueño de sí mismo y para poder ejercer dicho derecho usted debe ser libre, se desprende lógicamente que usted también tiene el derecho de defenderse, a través de los medios que juzgue más convenientes, de la agresión no provocada de algún otro individuo. Si usted tuviera que pedirle permiso a su agresor para defenderse de él, entonces es evidente que el derecho a la propiedad sobre usted mismo sería no más que una mera ilusión- Aristóteles lo llamaría una ‘entelequia’- algo bonito y bien intencionado que desaparecería en la práctica.

  Es también un hecho natural que los seres humanos nacen y se desarrollan desigualmente. Las personas son intrínsecamente diferentes unas de otras. Algunas personas tienen ciertas actitudes y gustos, mientras que otros tienen los contrarios u otros simplemente diferentes. Algunas son más inteligentes que otras. Algunas tienen mayores habilidades que otras. Algunas tienen mayores aptitudes físicas que otras. Algunas nacen en familias unidas y cariñosas; otras nacen en familias desestructuradas, con padres divorciados, alcohólicos o drogadictos. Esta desigualdad innata y natural conlleva en particular que ciertos individuos sean más fuertes, hábiles o diestros en el uso de la violencia. Similarmente, el resto será más débil, menos hábil o diestro en el uso de la violencia.

  En el paraíso, donde todos los seres humanos se aman entre sí, la violencia es innecesaria, puesto que jamás surge allí ninguna clase de conflicto. Desafortunadamente, vivimos en un mundo imperfecto repleto de personas violentas que generan agresiones. Por lo tanto, es esencial responder a la pregunta: ¿cómo nos defendemos de aquellos que son más fuertes? Tal pregunta no es inédita, sino al contrario una de las más repetidas a lo largo de la historia de la humanidad. La respuesta es que los más débiles pueden usar el poder de sus cerebros para crear herramientas que les ayuden a defenderse de los elementos antisociales de la comunidad: aquellos que prefieren el uso de la coerción para obtener su sustento sobre el uso del trabajo y el intercambio voluntario. He aquí el origen de las armas.

  El arma de fuego es la única herramienta que convierte al indefenso en más fuerte que el violento. El arma de fuego es el único objeto del mundo capaz de hacer que una persona escuálida e indefensa se vuelva inmediatamente capaz de superar a un agresor físicamente más fuerte e imponente. El arma de fuego es el único objeto de uso personal capaz de hacer que una mujer de 50 kg se encuentre en pie de igualdad con un agresor de 100 kg; que un jubilado de 75 años este en pie de igualdad con un delincuente de 19; y que un único ciudadano este en pie de igualdad con cinco hombres armados con porras.

  El arma de fuego es el único objeto físico que puede anular la disparidad de fuerza, de tamaño y de cantidad entre un potencial agresor y su potencial víctima. Es el único objeto tan letal en manos de un octogenario en silla de ruedas como en las manos de un levantador de pesas. Si no fuese tan letal y de tan fácil manipulación, simplemente no funcionaría como igualador de fuerzas, que es su principal función.

  El hecho de que un arma de fuego facilite el uso de fuerza letal es algo que funciona únicamente a favor de la víctima más débil y no a favor del agresor más fuerte. El agresor más fuerte no necesita un arma de fuego para aniquilar a su víctima, en cambio la víctima más débil sí necesita el arma de fuego. Y si ambos estuvieran armados entonces estarían en pie de igualdad.

  Las personas que defienden la prohibición de las armas están, en la práctica, reclamando que aquellos más fuertes y agresivos se conviertan en las personas dominantes de una sociedad- y eso es exactamente lo opuesto de cómo funciona una sociedad civilizada.

  Entonces, cada quien es dueño de sí mismo. Para ejercer ese derecho de propiedad original, usted debe ser libre, es decir, disfrutar de la ausencia de coerción. Como el mundo no es perfecto, usted debe pensar en formas de protegerse de posibles agresores y como no todos somos igual de fuertes surge la necesidad de usar armas para defenderse.

  Un delincuente, incluso uno armado, tendrá una vida más fácil si vive en una sociedad en la que el estado, al desarmar a los ciudadanos pacíficos, le concede el monopolio de la fuerza.

  Entregando responsabilidades

  Cada individuo es dueño de sí mismo. Para ejercer este derecho de propiedad sobre su cuerpo- que es natural e indeleble- cada individuo debe ser libre, es decir, debe disfrutar de la ausencia de coerción.

  Sin embargo, como el mundo no es perfecto, el individuo debe pensar en maneras de protegerse de posibles agresores. Y, dado que somos distintos en nuestras fuerzas y aptitudes físicas, surge la necesidad de utilizar armas para defendernos de agresores externos más violentos, más fuertes y más físicamente capaces.

 Hay quienes prefieren rendir este derecho a la defensa personal y delegarlo en la institución del estado. Ciertamente tienen esa prerrogativa; al hacerlo están ejerciendo su derecho natural a actuar libremente. Para ellos, quizás el derecho a defenderse de un agresor es una excusa ridícula.

  Sin embargo, es completamente diferente e inaceptable que quieran imponer a otros individuos lo mismo que ellos desean. Tal comportamiento es inaceptable porque representa la abolición del derecho más básico del individuo, que es el de poder defender su propio cuerpo contra agresores.

  Estos promotores del desarme civil y del monopolio estatal de la violencia fallan flagrantemente en al menos tres aspectos fundamentales (ciertamente fallan en muchos otros aspectos, pero tres serán suficientes acá):

  1) Si la población está completamente desarmada, pues delegó el derecho a defenderse al estado, entonces, ¿quién la defiende del estado?

  2) Si el estado no ejerce la prerrogativa de defender a los ciudadanos- bien sea porque la policía es incompetente o porque está en huelga- ¿quién los va a defender de los más fuertes, violentos y físicamente capacitados?

  3) Si bien es correcto que puedan ejercer su derecho a rendir sus armas, ¿con qué derecho pretenden que el resto de la gente haga lo mismo, aboliendo su capacidad de defender sus cuerpos contra sus agresores?

  El promotor del desarme debe responder estas tres preguntas satisfactoriamente si quiere convencernos de desarmarnos.

  El arma per se no es maligna, maligno es el uso ofensivo que alguien pueda darle. Aquellos que pretendan usar armas como agresores deberán tener en cuenta que sus potenciales víctimas podrían estar tanto o mejor armadas que ellos mismos. Ese es un elemento disuasivo, sin duda. Pero suponiendo que aun así todavía existan agresores (y ciertamente siempre existirán agresores), estos deben enfrentarse a las consecuencias de sus actos agresivos. En la sociedad anarcocapitalista tendrían que enfrentarse a agencias profesionales privadas de protección y defensa, quienes se encargarían de repelerlos o, en caso de fallar en esto último, de perseguirlos, aprehenderlos y obligarlos a pagar una justa compensación a sus víctimas. En el mundo estatista actual, tendremos que depender del estado para proporcionar este servicio.

  Si elimináramos todas las armas, ¿acaso desaparecería la violencia? No, simplemente los violentos usarían otros medios para ejercer sus deseos de conquista y opresión, palos y piedras, por ejemplo. ¿Es que entonces tenemos que abolir los palos y las piedras? Los promotores del desarme, si se acostumbraran a usar la lógica en su vida diaria, tendrían que proponer la abolición de los palos y las piedras.

  Conclusión

  Esta es una defensa del derecho a portar y usar armas defensivamente basada en el derecho natural aristotélico-tomista, no en argumentos utilitaristas, aunque ciertamente también se puede defender el derecho a portar armas en ese contexto.

  El ser humano posee derechos llamados “naturales” por el simple hecho de haber nacido. El individuo tiene derecho a que no le quiten la vida, no restrinjan su libertad y no confisquen su propiedad honestamente adquirida. Esos derechos no se los da el estado. Si un derecho es natural es inherente a la condición humana. El estado podría incluso no reconocer estos derechos, pero ellos no dejarían de existir.

  Defenderse contra agresiones a la propia persona y a la propiedad es un derecho inalienable. Si se quiere ejercerlo a través de un arma de fuego, tanto mejor.