LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA TEORÍA AUSTRIACA DE LA ESTRUCTURA DE CAPITAL – TERCERA PARTE

 

    – Óscar Rodríguez Carreiro –    

 

  Como hemos comprobado en los dos primeros artículos de esta serie, desde comienzos del siglo XVI los tipos de interés estaban bajando en Inglaterra y la estructura de producción se estaba alargando. El primer fenómeno representa el aumento del ahorro, el segundo es el resultado de la utilización de los ahorros en la producción.

  Los empresarios son los que conectan ambos fenómenos. Ellos son los que utilizan los recursos disponibles, bien sea que los hayan ahorrado ellos mismos o que hayan recurrido a préstamos, para alargar la estructura de producción. Son además, los que introducen la nueva tecnología en los procesos de producción. En este artículo observaremos la importancia de la función empresarial en la Revolución Industrial.

  Sin embargo, hay que precisar que empresario no es lo mismo que inventor, aunque en muchos casos de la Revolución Industrial coincidieran ambas funciones. El inventor puede desarrollar una innovación tecnológica, pero, si no arriesga su propiedad en la función de organizar la producción con el objetivo de satisfacer las demandas de los consumidores, el efecto que tiene en la economía es nulo. Es el uso de la nueva tecnología para la producción el que se tiene que considerar desde un punto de vista económico, es el proceso de utilización de la tecnología para la producción lo que diferencia al empresario del inventor. Dicho uso no tiene el éxito garantizado, independientemente de las características tecnológicas de la invención. El científico Joseph Priestley inventó el agua de soda, pero fue Johann Jacob Schweppe (1740-1821) quien, basándose en el descubrimiento de Priestley, desarrolló un método para producirla industrialmente, patentándolo en 1783, y el que procedió a su fabricación y distribución comercial, instalando en Londres en 1792 una fábrica para la producción en masa de agua de soda.[i] Evidentemente, sin el descubrimiento del agua de soda no sería posible su comercialización, pero sin Schweppe, el descubrimiento de Priestley no habría tenido efectos más que en el campo de la ciencia. Fue Schweppe el que arriesgó su patrimonio anticipando que dicho producto satisfaría una necesidad de los consumidores. En caso de haberse equivocado, habría estado expuesto a las pérdidas. La característica esencial del empresario consiste en el hecho de afrontar la incertidumbre en la organización de la producción. Es lo que lo distingue de un inventor, un técnico o un gerente. Según Mises, la función empresarial consiste en la asignación del capital, decidiendo qué ramas de la producción deben ampliarse, cuáles restringirse, en qué ramas habría que introducir nuevos productos, qué nuevas ramas inaugurar, etc.[ii]

   El empresario determina […] en qué líneas de negocio emplear capital y cuánto capital emplear. Determina la expansión y contracción del tamaño del negocio total y de sus principales secciones. Determina la estructura financiera de la empresa. Éstas son las decisiones esenciales que son instrumentales en la conducción de los negocios.[iii]

                                   

  En esa función debe hacer uso de su verstehen, o capacidad de comprensión timológica, intentando anticipar cuáles van a ser los deseos de los consumidores. Este uso del vestehen no implica que sólo aquellos que se dediquen a la producción de bienes de consumo sean empresarios. Los que están en etapas anteriores tienen que anticipar la demanda que tendrán sus productos en las etapas de producción más cercanas al consumo. Según Skoussen, el empresario es

   Un intermediario entre recursos inacabados y productos finales, colocándose en algún lugar de la cinta transportadora de la actividad intertemporal, ya sea como vendedor, mayorista, manufacturero o extractor de recursos naturales. Cualquiera que sea la posición que escoja en el proceso de producción, cada hombre de negocios lleva a cabo un propósito similar que implica tres pasos que consumen tiempo: (1) comprar inputs, (2) transformar esos inputs en un nuevo producto o servicio, y (3) vender el output a la siguiente etapa de producción.[iv]

  En la realización de su función, el empresario conecta la ciencia y la tecnología con la producción. Como explica Samuel Lilley

   El empresario cuya riqueza proviene de una fábrica de algodón o de un horno de fundición toma también a su cargo la responsabilidad total de las decisiones sobre la forma de llevar a cabo la producción […] Asimismo, el empresario capitalista está enterado […] de cuanto puede ganar por un determinado cambio técnico. Probablemente también tenga suficientes conocimientos tecnológicos para juzgar acerca de la viabilidad de un invento, e incluso quizá para inventar él mismo. La fría espada de la competencia refuerza estos conocimientos y elimina a aquellos que no los poseen.[v]

  Este no es el lugar apropiado para dar una lista exhaustiva de los empresarios de la Revolución Industrial, pero sí podemos mencionar algunos ejemplos destacados que demuestran la vitalidad de la función empresarial en la Inglaterra de la época. Por ejemplo, Matthew Boulton (1728-1809) en 1761 instaló la gran fábrica de Soho, industria pionera en la introducción de modernos métodos de producción, en la que se fabricaban objetos de decoración (llamados “juguetes” en la época). Muchos de estos objetos estaban fabricados con la “placa de Sheffield”, un método que les daba apariencia de metal precioso pero a un coste mucho menor. Soho se convirtió en la fábrica más grande del mundo y en un importante centro de visita para los turistas industriales característicos de la época.[vi] En 1775 se asoció con James Watt con el que desarrolló y comercializó la máquina de vapor, instalando cientos de unidades en fábricas y molinos. Samuel Galton Jr. (1753-1802) se dedicó a la fabricación de armas y fue el responsable de la construcción del canal de Galton que conectaba el río Brue con el canal North Drain.[vii] James Keir (1735-1820) dirigió una fábrica de vidrio en Stourbridge en 1772. Se encargó, en 1778, de los trabajos de ingeniería en la fábrica de Soho, dirigiendo la fábrica durante las ausencias de Boulton y Watt y llevó a cabo estudios técnico-comerciales de la situación de Soho y de sus perspectivas. En 1780 instaló una fábrica de productos químicos en Tipton donde estableció el primer proceso comercialmente exitoso de fabricación de álcali sintético, a la que añadió posteriormente una fábrica de jabón.[viii] Josiah Wedgwood (1730-1795) fue el responsable de la industrialización de la manufactura de cerámica. Estaba muy interesado en los avances científicos de su época y este interés apuntaló la adopción de los métodos empleados con los que revolucionó la calidad de la cerámica que fabricaba. Recibió pedidos de la nobleza británica, incluida la reina Charlotte, y de la emperatriz Catalina de Rusia. Financió el proyecto de construcción del canal que unía los ríos Trent y Mersey. Debido a la pujanza de su negocio, se trasladó desde la factoría Ivy Works a la gran factoría de Etruria Works, llamada así por la cerámica etrusca que imitaba. Wedgwood combinó experimentos en la manufactura de cerámica con la producción en masa y con su interés en la mejora de las carreteras, los canales y las condiciones de vida.[ix] Otro industrial destacado fue John Roebuck (1718-1794), quien desarrolló aplicaciones prácticas de la química para la industria. En 1746 introdujo cámaras de condensación de plomo para producir ácido sulfúrico. En 1749 instaló una fábrica en Escocia para la fabricación de ácido. En 1760 creó la Carron Company, dedicada a la siderurgia, donde se utilizaba una técnica para la conversión de hierro fundido en hierro maleable.[x] También podemos destacar a Henry Maudslay (1771-1831), a quien se conoce como el padre del torno industrial, inventor de máquinas-herramienta que, en 1803, junto con Samuel Bentham (1757-1831) y Marc Isambard Brunel (1769-1849), instaló una fábrica de poleas de inversión para barcos en Portsmouth.[xi] En la planta de Portsmouth había una línea de producción completamente mecanizada como el mundo no había visto antes. Las máquinas que formaban este complejo eran el resultado del trabajo de precisión de Maudslay. Sin las herramientas mejoradas con las que había equipado su taller, la construcción de esas máquinas habría resultado imposible.[xii]

  Estos y muchos otros empresarios utilizaron los nuevos recursos disponibles gracias al ahorro para la fabricación de bienes de capital, la introducción de nueva tecnología y la adopción de métodos de producción más largos que ofrecían una mayor productividad.

  Joel Mokyr destaca como principal característica de los empresarios el de ser los introductores de la nueva tecnología en los procesos de producción. En ese sentido, señala la influencia de las instituciones en la actitud de los empresarios, afirmando que éstos, en una sociedad rentista como la del mercantilismo, en lugar de dedicarse a actividades productivas como el desarrollo e introducción de nueva tecnología, tenderán a dedicarse a actividades que generen ingresos por medio de la manipulación de la maquinaria política, buscando privilegios, exenciones, exclusión de rivales, etc.[xiii] Este enfoque de Mokyr nos servirá de introducción para observar en el siguiente artículo el papel que jugó una de las instituciones más influyentes, el Estado, durante la Revolución Industrial.

[i] Ver Collin Emmins, Soft Drinks. Their Origins and History (Buckinghamshire: Shire publications, 1991), p. 9 y Steven Johnson, The Invention of Air (Nueva York: Riverhead Books, 2008), p. 46.

[ii] Ludwig von Mises, Human Action. A Treatise on Economics. The Scholar’s Edition (Auburn: Mises Institute, 1998), p. 704.

[iii] “The entrepreneur determines […] in what lines of business to employ capital and how much capital to employ. He determines the expansion and contraction of the size of the total business and its main sections. He determines the enterprise’s financial structure. These are the essential decisions which are instrumental in the conduct of business”. Mises, Human Action, p. 304.

[iv] “[…] a mediator between unfinished resources and final products, placing himself somewhere along the conveyor belt of intertemporal activity, whether it be as a retailer, wholesaler, manufacturer, or extractor of natural resources. Whichever position he chooses in the process of production, each businessman undertakes a similar purpose involving three time-consuming steps: (1) to purchase inputs, (2) transform these inputs into a new product or service, and (3) sell the output to the next stage of production”. Mark Skoussen, The Structure of Production (Nueva York y Londres: New York University Press, 1990), p. 134.

[v] Samuel Lilley, “El progreso tecnológico y la Revolución Industrial, 1700-1914”, pp. 195-264 en Historia económica de Europa. La Revolución Industrial, ed. Carlo M. Cipolla (Barcelona: Ariel, 1983), p. 227.

[vi] Ver Robert E. Schofield, “The Lunar Society of Birmingham; a Bicentenary Appraisal”, Notes and Records of the Royal Society, 21 (1966): 144-161 y Jenny Uglow, The Lunar Men. The Friends Who Made the Future, 1730-1810 (Londres: Faber and Faber, 2010).

[vii] Ver “Samuel Galton Junior: Industrialist” [recuperado el 13-04-2015], disponible en http://historywm.com/samuel-galton-junior-industrialist/

[viii] Barbara M. D. Smith y J. L. Moilliet, “James Keir of the Lunar Society”, Notes and Records of the Royal Society, 22 (1967): 144-154.

[ix] Gaye Blake-Roberts, “Uniting Art and Industry: Josiah Wedgwood. Father of English Potters”, West Midlands History, 1, 1 (primavera 2013): 49.

[x] Francis Espinasse, “Roebuck, John (1718-1794)” en Dictionary of National Biography, 1885-1900, Volume 49 (Londres: Smith, Elder & Co., 1904), p. 237.

[xi] Bentham, ingeniero y arquitecto naval, patentó en 1793 un sistema completo de maquinaria para fabricar bloques de poleas accionado por un motor a vapor. En 1796 fue nombrado Inspector General de los Astilleros con la misión de modernizarlos. Para ello contó con la ayuda de Brunel, ingeniero francés que había diseñado un sistema parecido al de Bentham pero muy superior. Como Brunel no era un mecánico práctico ni tenía experiencia en la construcción de maquinaria, buscó los servicios de Maudslay. Ver Juan Jesús Rodríguez Fraile, “El maquinista ilustrado”, Cuaderno de materiales, 23 (2011): 659-676. Ver también Ian McNeil, An Encyclopaedia of the History of Technology (Londres y Nueva York: Routledge, 1990), p. 30.

[xii] L. T. C. Rolt, Tools for the Job (Londres: Batsford, 1965), p. 90.

[xiii] Joel Mokyr, “Entrepreneurship and the Industrial Revolution in Britain”, preparado para la conferencia Entrepreneurship in History, Nueva York, 20-21 octubre 2006 (abril: 2006): 3.