LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA TEORÍA AUSTRIACA DE LA ESTRUCTURA DE CAPITAL. PRIMERA PARTE.

 

– Oscar Rodríguez Carreiro –   

  La teoría austriaca de la estructura de capital fue desarrollada por autores como Carl Menger en Principios de Economía Política, Böhm-Bawerk en La teoría positiva del capital, Mises en La acción humana, Hayek en Precios y producción o Rothbard en El hombre, la economía y el Estado. Según esta teoría, el proceso que da lugar a la creación y acrecentamiento de la riqueza se manifiesta en la decisión de los individuos de consumir menos en el presente con el objetivo de consumir más en el futuro, es decir en la bajada de la preferencia temporal, cuyo corolario es la bajada de los tipos de interés y el aumento del ahorro, lo que produce la acumulación de capital y acaba llevando al alargamiento de la estructura de producción (que consiste en la creación y uso de nuevos bienes de capital en nuevas etapas de producción en procesos que conllevan más tiempo pero que tienen una productividad mayor). Un papel decisivo está reservado a los empresarios, que son los que organizan la producción siguiendo las directrices de los consumidores. La intervención estatal sólo presenta trabas e impedimentos a este proceso.

  La teoría austriaca de la estructura de capital nos permite entender el proceso de industrialización, que no consiste sino en un caso específico de alargamiento de la estructura de producción, y nos dota con la capacidad de explicar satisfactoriamente el fenómeno histórico de la Revolución Industrial.

  1. La Revolución Industrial.

  La Revolución Industrial supuso la transición a nuevos procesos de manufactura en el periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y el inicio del siglo XIX.[i] Aunque las fechas concretas son asunto de disputa, y, en definitiva, convencionales, se suele hablar de 1760 como el año de inicio y de los años 1820 o 1840 como las fechas de finalización. Entre los cambios sucedidos durante la Revolución Industrial se cuentan la generalización del uso de máquinas en los procesos de producción, el empleo de nuevos métodos químicos de manufactura, el desarrollo de nuevos métodos de producción de hierro, la mejora de la eficacia en el uso de la energía hidráulica, el uso del vapor como fuente de energía, el desarrollo de máquinas-herramienta y la sustitución de la madera y otros biocombustibles por el carbón.

  Se habla, también, de una segunda Revolución Industrial comprendida entre los años 1840-1870 cuyas principales características consistirían en el aumento del uso del vapor como fuente de energía para medios de transporte (locomotoras y barcos), la manufactura a gran escala de máquinas-herramienta y la mayor escala de la utilización de la maquinaria.

  Dentro de los cambios que tuvieron lugar en la esfera económica hay que mencionar también dos procesos relacionados con la Revolución Industrial pero que no estaban directamente ligados a la industria y que se suelen denominar la Revolución Agrícola y la Revolución de los Transportes. En cuanto a la Revolución Agrícola, hacia 1750 se dieron cambios que estimularon la producción agrícola y permitieron un aumento significativo del output. Los cambios más importantes fueron el auge del cercamiento de tierras, el aumento de la superficie cultivable por medio del drenaje de zonas pantanosas, la deforestación y el acondicionamiento de páramos y eriales, y la introducción de nuevas técnicas agrícolas, como el nuevo sistema de rotación de cultivos Norfolk, la aplicación mejorada y más extensiva de estiércol como fertilizante y el uso de maquinaria como la sembradora de Jethro Tull.

  La Revolución de los Transportes supuso la mejora de la infraestructura de transporte en Gran Bretaña, lo que incluye la creación de una red de carreteras de peaje, una red de canales navegables y una red ferroviaria. La mejora de esta infraestructura permitió el transporte más rápido y barato de materias primas y productos finales.

  Todos los cambios registrados durante la Revolución Industrial, incluidos la mejora de la agricultura y de los transportes, fueron posibles gracias al proceso de acumulación de capital que permitió alargar la estructura de producción. En esta serie de artículos veremos como se verificó históricamente el proceso de creación de riqueza. De este modo, veremos cómo bajaron los tipos de interés, lo que es corolario de la bajada de la preferencia temporal y del aumento del ahorro. Este aumento del ahorro fue lo que permitió, a través de la inversión, alargar la estructura de producción. En este proceso, los empresarios jugaron un papel fundamental al organizar la producción buscando la satisfacción de las necesidades de los consumidores, lo que, en numerosas ocasiones, incluyó el desarrollo o la aplicación comercial de nueva tecnología.

  En esta primera parte nos centraremos en la bajada de los tipos de interés.

  1. La bajada de los tipos de interés.

  En relación a los tipos de interés, resulta reveladora una afirmación del historiador económico Gregory Clark.

  Un cambio sorprendente en el sistema económico en los siglos que precedieron a la Revolución Industrial fue una bajada muy sustancial en los tipos de interés.[ii]

  La sorpresa de Clark ofrece un buen ejemplo de la necesidad de disponer de una teoría económica previa para poder interpretar los hechos históricos y la esterilidad del enfoque opuesto, el de esperar llegar al descubrimiento de algún tipo de ley por medio de la inducción a partir de los datos empíricos. Disponiendo de la teoría austríaca de la estructura de producción, el fenómeno de la bajada de los tipos de interés no resulta sorprendente. Como hemos visto, dicha bajada es el corolario de la bajada de la preferencia temporal, lo que lleva a la acumulación de capital y al alargamiento de la estructura de producción.

  La bajada de los tipos de interés, tal y como afirma Hans-Hermann Hoppe, refleja el progreso general de la humanidad.

   Específicamente, la tendencia hacia tipos de interés más bajos refleja el ascenso del mundo occidental […] y la altura sin paralelo de la civilización europea del siglo XIX.[iii]

  El desarrollo secular de la humanidad está caracterizado por decrecientes tipos de interés. Esta tendencia no fue continua y regular, estuvo interrumpida frecuentemente por periodos de tipos de interés en aumento, a veces de siglos de duración. Sin embargo, tales períodos estaban asociados con grandes guerras o revoluciones, como la Guerra de los Cien Años durante el siglo XIV, las Guerras de Religión desde finales del XVI hasta principios del XVII, las Revoluciones Francesa y Americana y las Guerras Napoleónicas, a finales del XVIII y principios del XIX.

  En general, a largo plazo se observa una bajada gradual en los tipos de interés de préstamos comerciales a lo largo de los siglos XIII y XIV, una época de estabilidad en el siglo XV seguida por una acentuada subida a finales del XVI, el periodo de las quiebras de las coronas española y francesa. El descenso se recuperó en el siglo XVII, pero ahora los tipos de interés más bajos se encuentran en Inglaterra y Holanda, mientras que antaño se encontraban en los Países Bajos españoles y en Italia. Los tipos de interés comerciales más bajos a finales del siglo XVII son del 2%.[iv]

  En Inglaterra y Holanda, según Sydney Homer y Richard Sylla

   Hay buenas evidencias […] de que los excedentes para la inversión se estaban acumulando rápidamente en los siglos XVI y XVII.[v]

  Debido a ello

En el siglo XVII, se desarrollaron tipos de interés bajos en Inglaterra y Holanda, mientras los mercados anteriormente dominados por los italianos, incluyendo el de Antwerp, se desorganizaban siguiendo los desastres de su principal deudor, la Corona española.[vi]

  En Inglaterra, el tipo legal de interés bajó durante el siglo XVII. Entre 1571-1624 era del 10%, entre 1624-1651 era del 8%, entre 1651-1714, del 6%. Estos tipos no se aplicaban a los préstamos de la Corona.[vii] No hay muchos datos para esta época para los créditos comerciales a corto plazo. Los orfebres pagaban tipos del 4-6% por los depósitos, por lo que se puede suponer que los créditos comerciales a principios de siglo estarían en torno al 6%.

  En 1630, la Cámara de Londres prestaba a mercaderes al 7% y a la Compañía de las Indias Orientales al 6%. En 1640 el tipo de mercado para buenos préstamos en Londres era del 8%, el límite legal. En 1688 era del 4-6%, por debajo del límite. Después de las innovaciones financieras de Guillermo III, el Banco de Inglaterra, fundado en 1694, descontaba las facturas de comercio (trade bills) a los siguientes tipos: 1694: 4,5-6%; 1695: 3-6%; 1698: 4,5%; 1699: 4,5%.

 Para los tipos en los depósitos a corto plazo: los orfebres pagaban un 6% en 1660; En 1665 pagaban por dinero para prestar a Carlos II un 4-6%; En 1690 pagaban por dinero para prestar a Guillermo III un 6%.

 En cuanto a las hipotecas, anualidades y otros préstamos a largo plazo, se dice que el máximo legal del 10% representaba el tipo completo de mercado para préstamos con una seguridad normal. Hacia 1675-1700 parece que el tipo efectivo de mercado estaba por debajo del máximo legal, entonces el 6%. En 1666 había más dinero prestado al 4-4,5% que al 5% o el 6%. En una demanda judicial se decía que en 1687 el 5% era el tipo más alto pagado en las hipotecas. Macaulay, sin embargo, dice que en 1696 el tipo de interés de mercado de las mejores hipotecas era del 6%.[viii]

  Durante el siglo XVIII, continuó el proceso de bajada. Según Christophe Chamley, en el periodo de paz que siguió a las guerras con Luis XIV, el tipo de interés a largo plazo bajó gradualmente de un 8% en 1710 a un 3% a mediados de la década de 1730.[ix] Según Homer y Sylla, desde 1700 hasta mitad de siglo, los tipos bajaron durante la mayor parte del tiempo, desde un 6-8% a principios de siglo hasta llegar a bajar del 3%. Esta tendencia a la baja se rompió en los periodos de guerra, especialmente en la segunda mitad de siglo, sobre todo con ocasión de la Guerra de Independencia americana entre 1775 y 1783 y con el inicio de las guerras con Francia en 1793.

   El siglo XVIII terminó como había empezado, en un periodo de guerra y de altos tipos de interés. No sería hasta después del final de las Guerras Napoleónicas que Inglaterra experimentaría otra vez un periodo sostenido de tipos de interés bajos.[x]

  Desde 1815, en Inglaterra, y también a lo largo de Europa y de Occidente, los tipos de interés mínimos bajaron continuamente hasta un nivel histórico del 3% de media hacia el cambio de siglo. A partir de entonces vuelven a subir. Los tipos del siglo XX son universal y significativamente más altos que los tipos del siglo XIX, reflejando el fenómeno de la creciente preferencia temporal social.[xi]

  El proceso de bajada de los tipos de interés ha sido señalado por T. S. Ashton como el resultado del aumento del ahorro que configuró la base que permitiría la Revolución Industrial.

   Sin los nuevos recursos difícilmente se podrían haber realizado las nuevas invenciones y nunca podrían haber sido aplicadas sino en una escala limitada. Fue el crecimiento de los ahorros, y la voluntad de ponerlos a disposición de la industria, lo que hizo posible que Gran Bretaña recogiera los frutos de su ingenio.[xii

  Hacia 1830, “el volumen de fondos de inversion había crecido sin medida”.[xiii] Este aumento de los ahorros no benefició únicamente a Inglaterra.

   Durante el periodo 1816-1825 […] Gran Bretaña prestó alrededor de 93 millones de libras a naciones extranjeras.[xiv]

  Un elemento que ayudó en el proceso de bajada de los tipos de interés, o más bien que no lo perjudicó tanto como podría haberlo hecho, fue que la deuda inglesa no se disparó en exceso. A lo largo de la época monárquica la deuda era esencialmente deuda de guerra. Mientras la deuda total tendía a incrementarse, al menos en tiempo de paz los monarcas reducían sus deudas. En el caso inglés, la deuda gubernamental aumentó durante los siglos XVIII y XIX. Era de 76 millones de libras después de la Guerra de Sucesión española en 1748; de 127 millones después de la Guerra de los Siete Años en 1763; de 232 millones después de la Guerra de Independencia Americana en 1783 y de 900 millones de libras después de las Guerras Napoleónicas en 1815. Pero al menos, en los periodos de paz, de 1727 a 1739, de 1748 a 1756 y de 1762 a 1775, la deuda total descendió. Entre 1815 y 1914 la deuda nacional británica cayó de 900 a menos de 700 millones de libras.[xv]

[i] Para la Revolución Industrial ver Deane, The First Industrial Revolution. More, Understanding the Industrial Revolution. Lee T. Wyatt III, The Industrial Revolution (Westport y Londres: Greenwood Press, 2009). David S. Landes, The Wealth and Poverty of Nations. Why Some are so Rich and Some so Poor (Nueva York y Londres: W. W. Norton & Co., 1998). Richard Brown, Society and Economy in Modern Britain 1700-1850 (Londres y Nueva York: Routledge, 1991).

[ii] Gregory Clark, “The Interest Rate in the Very long Run: Institutions, Preferences and Modern Growth”, Working Paper, University of California-Davis (abril, 2005): 1.

[iii] “Specifically, the trend toward lower interest rates reflects the rise of the Western World […] and the unparalleled height of nineteenth-century European civilization”. Hans-Hermann Hoppe, Democracy the God that Failed. The Economics and Politics of Monarchy, Democracy, and Natural Order (New Brunswick: Transaction Publishers, 2007), p. 64.

[iv] Sidney Homer y Richard Sylla, A History of Interest Rates (Hoboken: John Wiley & Sons Inc., 2005), p. 140.

[v] “There is good evidence […] that investable surpluses were accumulating rapidly in the sixteenth and seventeenth centurias”. Homer y Sylla, A History of Interest Rates, p. 135.

[vi] “In the seventeenth century, low rates developed in England and Holland, while the markets formerly dominated by Italians, including that of Antwerp, were disorganized following the disasters to their chief debtor, the Spanish Crown”. Homer y Sylla, A History of Interest Rates, p. 137.

[vii] Homer y Sylla, A History of Interest Rates, p. 124.

[viii] Homer y Sylla, A History of Interest Rates, pp. 124-126.

[ix] Christophe Chamley, “Interest Reductions in the Politico-Financial Nexus of Eighteenth Century England”, The Journal of Economic History, 71, 3 (septiembre 2011): 556.

[x] “The eighteenth century ended as it has begun, in a period of war and of high interest rates. It was not until well after the end of the Napoleonic Wars that England again experienced a period of sustained low interest rates”, Homer y Sylla, A History of Interest Rates, pp. 159-160.

[xi] Hoppe, Democracy the God that Failed, p. 65. Robert F Mulligan, “Property Rights and Time”, The Quarterly Journal of Austrian Economics, 10, 1 (Primavera 2007): 36.

[xii] “Without the new resources the inventions could hardly have been made, and could never have been applied on any but a limited scale. It was the growth of savings, and of a readiness to put these at the disposal of industry, that made it possible for Britain to reap the harvest of her ingenuity”. T. S. Ashton, The Industrial Revolution, 1760-1830 (Londres: Oxford University Press, 1948), p. 94.

[xiii] “[…] the volume of investable funds had grown beyond measure”. Ashton, The Industrial Revolution, p. 108.

[xiv] “Over the period 1816-25 […] Britain lent some 93 million pounds to foreign nations”, Ashton, The Industrial Revolution, p. 108.

[xv] Hoppe, Democracy the God that Failed, p. 59.