LA CARTOGRAFÍA AL SERVICIO DE LA DEPREDACIÓN (I)

    – Óscar R. Carreiro –   

  A través de la educación pública se nos ha enseñado a pensar que los mapas, incluidos los mapas políticos, son una forma objetiva de representación de la realidad física basada en métodos científicos neutros. Sin embargo, lo cierto es que los mapas han sido, en realidad, tanto una herramienta de depredación como una de las formas a través de las cuales los Estados han intentado representar su existencia como una entidad inequívoca y objetiva para justificar y legitimar sus actos de depredación. Los mapas ayudaron a crear y naturalizar una identidad entre el pueblo, el territorio y el Estado, por medio de la cual el espacio se convirtió en propiedad nacional.[i]

  In-Chul Jung afirma que el poder soberano sobre el territorio de los Estados Modernos se ejerció con la ayuda de mapas. Éstos representaban la autoridad del Estado de muchas maneras, implicando el poder político sobre el territorio. El mapa y el poder estaban mutuamente implicados el uno en el otro.[ii] Al mismo tiempo que los Estados absolutistas se empezaban a desarrollar (hacia el final de la Edad Media) y se consolidaban (durante el Renacimiento) los mapas se convirtieron en un importante instrumento para desarrollar el poder estatal. Fueron utilizados con propósitos militares, para poner en marcha obras públicas y para fortalecer la conciencia natural del Estado.[iii] Así, la cartografía se desarrolló en el siglo XV, junto con otros nuevos instrumentos del Estado, como una herramienta esencial del gobierno que tuvo un importante papel en la administración, cobro de impuestos, gestión jurídica y defensa. En las políticas gubernamentales y en el vocabulario político apareció una nueva “conciencia de mapa”,[iv] en la que los mapas se utilizaban en una relación directa con nuevas “doctrinas del poder estatal y con la invención cartográfica del Estado-nación”.[v]

  Los mapas fueron, según Jung, “un importante instrumento para la construcción del Estado”.[vi] Shapiro, coincide con Jung, y afirma que la cartografía ha sido uno de los primeros géneros de construcción del Estado-nación.[vii]

  El uso de los mapas como lenguaje inequívoco de la representación estatal supone el equivalente del uso de ilustraciones en el desarrollo tecnológico. John Pickles destaca la capacidad que tenían los mapas de proyectar la idea de una existencia inequívoca:

La razón cartográfica parece haber sido una fuerza tan poderosa en los siglos XVI y XVII que vino a significar la más importante forma de la razón. Dibujar mapas era pensar.[viii]

  Gracias a esta forma inequívoca de representación, se podía justificar la existencia objetiva y verdadera de una identidad nacional de la que el Estado era expresión. Por ejemplo, según Richard L. Kagan y Benjamin Schmidt, los mapas fueron utilizados en la producción (fashioning) de la identidad inglesa y en la presentación de argumentos nacionales o protonacionales:

Los mapas fueron usados por la corte inglesa como un potente artilugio para modelar identidades y enunciar ambiciones nacionales.[ix]

  Kagan y Schmidt llaman a esto las “cartografías constructivas”: esfuerzos por construir un caso para las aspiraciones nacionales, la expansión imperial, la ortodoxia religiosa o la oposición política por medio del uso de mapas y de otras formas geográficas.

  La forma moderna del Estado-nación consistió en el establecimiento de fronteras claramente delimitadas que se asociaron con marcadores territoriales en lugar de dinásticos. A partir del Renacimiento, la geopolítica inscrita en los mapas por los cartógrafos europeos empezó a reflejar una disminución de la importancia de emperadores y monarcas. En el caso de Inglaterra, por ejemplo, el espacio en los mapas oficiales previamente asignado a “insignias del poder real” decreció mientras que los mapas fueron enfatizando cada vez más los marcadores de la configuración de la tierra y las fronteras del territorio nacional. Como dice G. Poggi:

En el curso del desarrollo del Estado moderno, la relación [entre el Estado y el territorio] deja de pensarse como de propiedad: como sugiere un jurista italiano, el Estado no tiene un territorio, es un territorio.[x]

  Hacia el siglo XVII la sucesión de imágenes en los mapas refleja una secuencia histórica que va de la Cristiandad Universal, al Estado dinástico, a la nación centrada en el territorio.

  La cartografía del Estado apareció en conjunción con el desarrollo de nuevas nociones del espacio de gobierno, especialmente con el concepto de la soberanía territorial: la idea del Estado como una unidad geopolítica definida y delimitada con precisión.[xi] La importante implicación de esta doctrina para las fronteras era que tenían que ser necesariamente exclusivas. La naturaleza absoluta de la autoridad por el poder soberano sobre el territorio y sobre los individuos negaba explícitamente la posibilidad de interpretación de jurisdicciones al estilo medieval, en el que reyes, señores y clero tenían autoridad autónoma sobre el mismo territorio.[xii]

  En el siglo XVI, la idea de la soberanía territorial, especialmente aplicada a las fronteras, empezó a filtrarse en el léxico político. Se aconsejaba a los gobernantes a pensar territorialmente, a conocer sus reinos para defenderlos mejor y para expandirlos. La educación de los gobernantes empezó a incluir una instrucción regular en geografía.[xiii] La idea de una autoridad política definida exclusivamente por territorios con fronteras lineales empezó a afirmarse como un concepto estructurador para la organización política. Las discusiones y negociaciones internacionales se desarrollaron cada vez más en términos cartográficos, usando mapas. Las complejas estructuras de autoridad medievales dejaron de formar parte de la conversación.[xiv] Los nuevos y más precisos mapas contribuyeron a consolidar la soberanía territorial al establecer los límites entre Estados. El establecimiento de fronteras firmes fue de la mano de Estados más activos y de crecientes burocracias estatales que buscaban conocer dónde exactamente podían imponer sus demandas de recursos y dónde debían establecer la primera línea de defensa.[xv]

[i] Ana María Alonso, “The Politics of Space, Time and Substance: State Formation, Nationalism and Ethnicity”, Annual Review of Anthropology, 23 (1994): 381.

[ii] In-Chul Jung, “Development of Cartography and State-building in France from the Sixteenth to the Eighteenth Century”, Journal of the Korean Geographical Society, 41, 5 (2006): 545.

[iii] Jung, “Development of Cartography and State-building”, p. 546.

[iv] Richard L. Kagan y Benjamin Schmidt, “Maps and the Early Modern State: Official Cartography”, en The History of Cartography. Volumen 3.Cartography in the European Renaissance, ed. David Woodward (Chicago y Londres: University of Chicago Press, 2007), p. 669.

[v] “[…] doctrines of state power and the cartographic invention of the nation-state”. Kagan y Schmidt. “Maps and the Early Modern State”, p. 679.

[vi] “Maps are an important instrument for the state building”. Jung, “Development of Cartography and State-building”, p. 546.

[vii] “Map making has been […] one of the early genres of state nation building”. Michael J. Shapiro, “Nation-states” en A Companion to Political Geography, ed. John Agnew, Katharyne Mitchell y Gerard Toal (Malden: Blackwell Publishing, 2003), p. 279.

[viii] “Cartographic reason seems to have been so powerful a force in the sixteenth and seventeenth centuries that it came to signify the most important forms of reason. To map was to think”. Jordan Branch, “Mapping the Sovereign State: Technology, Authority, and Systemic Change”, International Organization, 65 (Invierno 2011): 8.

[ix] “Maps were used by the English court as a potent device to shape identities and enunciate national ambitions”. Kagan y Schmidt, “Maps and the Early Modern State”, p. 669.

[x] “In the course of development of the modern state, the relationship ceases to be thought of as one of ownership: as an Italian jurist suggests, the state does not have a territory, it is a territory”, citado por Rhys Jones, People. States. Territories. The Political Geographies of British State Transformation (Malden: Blackwell Publishing, 2007), p. 26.

[xi] Kagan y Schmidt, “Maps and the Early Modern State”, p. 662.

[xii] Malcom Anderson, Frontiers. Territory and State Formation in the Modern World (Cambridge: Polity Press, 1966), p. 19.

[xiii] Kagan y Schmidt, “Maps and the Early Modern State”, p. 664.

[xiv] Branch, “Mapping the Sovereign State”, p. 18.

[xv] Jung, “Development of Cartography and State-building”, p. 557.