En mi opinión, Böhm-Bawerk es el economista austriaco más importante después de Ludwig von Mises. Digo esto basándome en el hecho de que sus obras ofrecen de lejos el mejor y más completo desarrollo que se puede encontrar de la ley de la utilidad marginal decreciente y su aplicación a la teoría de los precios.[i]
George Reisman
En esta segunda parte dedicada a Böhm-Bawerk nos centraremos en los aspectos de su obra que han merecido el elogio de Reisman, concretamente su análisis del valor, de la utilidad marginal y de la determinación de los precios en La teoría positiva del capital.
El valor.
Böhm-Bawerk enfatizó el carácter subjetivo del valor, definiéndolo como la importancia que un bien o un conjunto de bienes poseen en relación con el bienestar de un sujeto. Reconocía que todos los bienes tienen utilidad, pero no todos los bienes tienen valor. Para que aparezca el valor, además de utilidad, tiene que existir escasez.
Cuando la oferta de bienes no es suficiente, y algunas de las necesidades permanecen insatisfechas, está claro que la pérdida de incluso un único bien implica la pérdida de una posible satisfacción, mientras que la adición de un único bien implica la adquisición de una satisfacción de otra manera imposible; y, consecuentemente, está claro que alguna gratificación o forma de bienestar depende de la existencia de ese bien. Del mismo modo, está bastante claro que, si hay sobreabundancia de alguna clase de bienes, no sucede ningún daño si se pierde uno de esos bienes- ya que puede ser reemplazado inmediatamente del stock sobreabundante; tampoco se obtiene ninguna utilidad si se añade otro bien de ese tipo- ya que no puede ser empleado de ninguna forma útil.[ii]
Los bienes insuficientes son los que hay que economizar y son, por tanto, bienes económicos. Los bienes económicos tienen valor, mientras que los bienes libres, aquellos sobreabundantes, no lo tienen.
La utilidad marginal.
Para entender el concepto de la utilidad marginal, Böhm-Bawerk analiza la utilidad que tienen los bienes económicos, aquellos bienes con valor y afectados por la escasez. Böhm-Bawerk se pregunta: entre varias necesidades a satisfacer, ¿cuál depende de una mercancía? Esto se responde de manera muy simple cuando se conoce qué necesidad se vería insatisfecha si esa mercancía no estuviera presente: esa necesidad sería la dependiente. Y así, es fácil mostrar que la necesidad que quedó insatisfecha será siempre la menos importante de todas las necesidades en cuestión, es decir, de entre todas las necesidades que se habrían satisfecho gracias al stock total de esa clase de mercancías.
Según Böhm-Bawerk, nadie sería tan necio como para agotar los recursos a su disposición en necesidades triviales y privarse así de los medios para satisfacer las necesidades más importantes. Por el contrario, todo el mundo tiene cuidado de usar los recursos a su disposición para proveer primero sus necesidades más importantes, después las necesidades que van tras éstas en importancia, después, las de tercer rango, etc., organizando su actividad de tal modo que las necesidades menos importantes sean satisfechas una vez ya lo estén las más importantes y todavía queden medios que utilizar. Actuamos de la misma manera cuando nuestro stock sufre un cambio con la pérdida de un miembro.
Las necesidades que son más importantes que esta “última” necesidad no se verán afectadas por la pérdida del bien, ya que su satisfacción está garantizada. Tampoco se verán afectadas las necesidades que son menos importantes que la “necesidad marginal”, ya que seguirán insatisfechas. La única necesidad afectada es la última de aquellas que, de otra manera, serían satisfechas: se satisfará si el bien está ahí. No se satisfará si el bien falta. Es la necesidad dependiente que estamos buscando.
Así, según Böhm-Bawerk, el valor de un bien está determinado por su utilidad marginal, es decir, aquella necesidad que quedaría insatisfecha en caso de perder una unidad del stock disponible:
El valor de un bien se mide por la importancia de esa necesidad concreta, o necesidad parcial, que es la menos urgente de entre las necesidades que se satisfacen con un stock de bienes similares. Lo que determina el valor de un bien, por tanto, no es su mayor utilidad, ni su utilidad media, sino la última utilidad […] en cuya satisfacción podría emplearse razonablemente bajo concretas condiciones económicas.[iii]
Así pues, la utilidad marginal económica de un bien es la utilidad que se encuentra en el margen de lo económicamente permisible.
Para ilustrar el concepto de la utilidad marginal, Böhm-Bawerk emplea el ejemplo hipotético de un granjero que tiene cinco sacos de maíz. El granjero utiliza los sacos para satisfacer las necesidades que considera más importantes. Necesita un saco para su propio sustento. Un segundo saco para mantener su vigor. Utiliza el tercero para alimentar aves de corral. Utiliza el cuarto para destilar alcohol. Utiliza el quinto para alimentar loros que mantiene como mascotas. ¿Cuánta utilidad perderá si pierde un saco de maíz?, se pregunta Böhm-Bawerk. Un único curso de acción es posible: con los cuatro sacos que quedan, el granjero satisfará los cuatro grupos de necesidades más urgentes y renunciará a satisfacer la última y menos importante, la utilidad marginal. En este caso, alimentar a los loros. El granjero valorará cada saco individual de su stock de acuerdo con esta utilidad menos importante. Si los sacos son iguales entre ellos, cada saco tendrá esa valoración, puesto que para el granjero sería indiferente perder uno u otro saco, siempre que perdiera uno y quedaran cuatro para satisfacer las otras necesidades más urgentes.
Cuanto más completa e intensa sea la necesidad, mayor será la utilidad marginal y viceversa. Es decir, cuanto más numerosas e intensas sean las necesidades que demandan satisfacción y cuanto menor sea la cantidad de bienes disponibles para satisfacerlas, más alto será el rango de las necesidades que quedan insatisfechas y mayor la utilidad marginal. Y, en sentido opuesto, cuanto menores sean las necesidades y más bienes haya para satisfacerlas, las necesidades que quedarán insatisfechas ocuparán un rango más bajo y también bajará la utilidad marginal y el valor. Según Böhm-Bawerk se puede decir casi lo mismo, sólo que de manera más imprecisa, de la siguiente manera: la Utilidad y la Escasez son los determinantes últimos del valor de los bienes.
Ya que las relaciones de necesidades y provisión varían extremadamente entre individuos, el mismo bien puede poseer un valor subjetivo completamente distinto para diferentes personas- sin lo cual sería difícil entender como podría haber cualquier tipo de intercambio. Y así, bajo circunstancias similares, las mismas cantidades de bienes pueden tener un diferente valor para el rico y para el pobre. Para el rico un valor menor, para el pobre un valor mayor. El rico, disponiendo de una mayor cantidad de bienes, puede dedicarlos a la satisfacción de las necesidades menos urgentes, y la satisfacción añadida o sustraída dependiente de un bien particular es de poca consideración. Para el pobre, que sólo es capaz de proveer para sus necesidades más urgentes, la utilidad que depende de cada bien es mucho mayor.
Si un bien tiene empleos diferentes con diferentes utilidades marginales, ¿cuál de esos empleos determina su utilidad marginal? Para Böhm-Bawerk, la respuesta es fácil: es siempre la utilidad marginal más alta. Como se ha visto, la utilidad marginal de un bien es idéntica con la menor utilidad para la que puede ser económicamente empleado. Si varios empleos mutuamente excluyentes compiten por un bien, el más importante de entre ellos tendrá preferencia. Los usos menos importantes serán excluidos y, ya que el bien no puede ser utilizado en esos usos, no tienen influencia sobre el establecimiento del valor del bien. En el caso de bienes que permiten empleos o usos alternativos y pueden producir distintas utilidades marginales en esos usos, aquel empleo que rinda la utilidad marginal más alta se convertirá en el estándar para el valor económico del bien.
Siempre seguimos el mismo curso de acción; asignamos nuestro stock de bienes entre los usos concretos que tienen mayor importancia en nuestra escala, y el último de estos determina para nosotros la utilidad marginal y el valor del bien.[iv]
El valor de los bienes de producción
Siguiendo el análisis mengeriano de los distintos órdenes de los bienes económicos, Böhm-Bawerk analiza el valor de los bienes de producción. Del mismo modo que hacía Menger, Böhm-Bawerk afirma que, al contrario que los bienes de consumo, que sirven para satisfacer directamente las necesidades humanas, todos los bienes de producción comparten una característica: sólo sirven para satisfacer las necesidades de manera indirecta.
Un bien de producción, al igual que cualquier otro bien, sólo tiene valor para nosotros a través de nuestro reconocimiento de que, de su posesión o no posesión, depende una ganancia o pérdida de alguna utilidad, es decir, alguna satisfacción de una necesidad. Su valor será más alto cuando la satisfacción dependiente sea más importante, y más bajo cuando lo sea menos. La única diferencia estriba en que, en el caso de bienes de consumo inmediato, el bien y la satisfacción se encuentran uno junto al otro en una cadena causal directa, mientras que, en el caso de los bienes de producción, se interpone una serie más o menos larga de miembros intermedios, los productos sucesivos. De estos productos depende la misma ganancia para el bienestar humano: la utilidad marginal del producto final.
El valor de los grupos de bienes de producción es, sustancialmente, el mismo. Este valor está regulado, en última instancia, por la utilidad marginal del producto final. En primera instancia, el valor de cada grupo de bienes de producción tiene su medida inmediata en el valor de su producto. Cuanto más importante sea el producto que se hace, mayor será la estima concedida a la utilidad que provee. La utilidad marginal del producto final se refleja en el valor de los bienes de órdenes más altos. El valor se conduce desde esta utilidad marginal hacia todos los grupos de bienes de producción, pero esta conducción se hace por etapas. Primero, la utilidad marginal determina el valor del producto final. Después, se forma el valor del grupo de bienes de los que procede el producto final, es decir, los bienes de segundo orden. Esto, a su vez, determina el valor del tercer grupo, los bienes de tercer orden que sirven para producir los bienes de segundo orden. El valor de los bienes de tercer orden determina el de los bienes de cuarto orden, y así sucesivamente. De etapa a etapa, el nombre de los elementos determinantes cambia pero, bajo los distintos nombres actúa la misma fuerza: la utilidad marginal del producto final.
La ley fundamental de la formación de los precios.
A continuación, Böhm-Bawerk emplea el análisis subjetivo para estudiar sistemáticamente la formación de los precios, analizando dicha formación en un intercambio aislado (aquel en el que hay un único comprador y un único vendedor), un intercambio con competición unilateral de compradores (más de un comprador y un único vendedor), un intercambio con competición unilateral de vendedores (más de un vendedor y un único comprador) y, finalmente, un intercambio con competición bilateral (más de un comprador y más de un vendedor).
Böhm-Bawerk comienza señalando que, cuando se hacen intercambios, se busca “intercambiar de tal forma que aquel que realiza el intercambio gane más bienestar de los bienes que obtiene del bienestar que pierde con los bienes que da; o, ya que la importancia que los bienes tienen para la vida y el bienestar está expresada en su valor subjetivo, intercambiar de tal manera que los bienes recibidos posean un mayor valor subjetivo que los bienes de los que se desprende. Un intercambio es económicamente posible sólo entre personas que conceden un valor diferente, incluso un valor opuesto, sobre el bien y sobre el precio equivalente”.[v]
Para alguien que busca una ventaja, el intercambio sólo es económicamente posible cuando estima más el bien que adquiere que el que cede. Esto se produce con mayor facilidad cuanto menos valor le conceda uno al bien que posee y más valor le conceda al bien que desea. Un hombre que valora su caballo subjetivamente en 50 libras y valora un barril de vino en 10 libras es más capaz de intercambio que otro que valora su caballo en 100 libras y el barril de vino en 5. El primero puede proceder al intercambio si se le ofrecen seis barriles por su caballo, mientras que el segundo no procederá al intercambio a menos que se le ofrezcan más de veinte. Si una tercera parte valora su caballo en 40 libras y un barril de vino en 15, sería capaz de concluir un intercambio si se le ofrecen tres barriles. De manera general, se puede decir que será más capaz de intercambio aquel que conceda menos valor a su bien en comparación con el que se le ofrece.
Bóhm-Bawerk lo ilustra con un nuevo ejemplo hipotético, el de un campesino, al que llama A, que requiere un caballo. Sus circunstancias individuales son tales que le asigna un valor a la posesión del caballo igual a 30 libras. Un vecino, a quién llama B, tiene un caballo a la venta. Si las circunstancias de B son tales que considera la posesión del caballo tanto o más valiosa que 30 libras, no puede haber intercambio entre ellos. Supongamos, en cambio, que B valora su caballo considerablemente por debajo de 30 libras, digamos que en 10. ¿Qué ocurrirá? Primero, el intercambio ocurrirá con certeza, ya que ambas partes saldrán beneficiadas por él. La pregunta es, ¿a qué precio se producirá el intercambio? Tiene que ser inferior a 30, o A no saldría ganando. Y tiene que ser superior a 10, o B no saldría ganando. Pero el punto exacto entre 30 y 10 en el que se fijará el precio no se puede determinar de antemano con certeza. Cualquier precio entre esos dos extremos es económicamente posible. En un intercambio aislado (un intercambio entre un único comprador y un único vendedor) el precio se determina en algún punto entre la valoración subjetiva del comprador como el límite superior y la valoración subjetiva del vendedor como el límite inferior.
El siguiente paso es analizar una competición unilateral de compradores. Siguiendo el ejemplo anterior, Bóhm-Bawerk se imagina que A1 se encuentra con un competidor, al que llama A2, que también se quiere hacer con el caballo. Las circunstancias de A2 son tales que valora la posesión del caballo en 20 libras. ¿Qué ocurrirá? Los dos compradores potenciales intentarán convencer a B de que les venda el caballo y el medio de persuasión será subiendo el precio. La proposición de ofertas más altas continuará hasta que alcancen la valoración del competidor menos capaz que, en este caso, es A2, quien no puede ir más allá de 20 libras sin perder en el intercambio. En este punto A2 abandona el intento de compra y le deja el campo a su competidor. Esto no quiere decir que A1 vaya a pagar 20 libras. Lo único que sabemos con certeza es que el precio no superará las 30 libras y no estará por debajo de 20.
Asumamos ahora que aparecen otros tres compradores: A3, A4 y A5, y que sus circunstancias son tales que valoran la posesión del caballo en 22, 25 y 28 libras respectivamente. Según Böhm-Bawerk, resulta fácil observar que, en la competición subsiguiente, A3 tendrá que parar en una oferta de 22 libras, A4 en una de 25 libras y A5 en una de 28 libras. El competidor más capaz sigue siendo A1 y el precio, en este caso, quedará fijado entre 30 libras como el límite superior y 28 libras como el límite inferior.
Una vez expuesto el ejemplo, Böhm-Bawerk expresa el principio general que se puede deducir de él: en una competición exclusivamente de compradores (un intercambio en el que hay un único vendedor y varios compradores) aquel que conceda mayor valor a la mercancía será el que efectúe la compra y el precio se encontrará entre la valoración del comprador con éxito como límite superior y la valoración del más capaz de los compradores sin éxito como límite inferior, entendiéndose siempre que el precio no puede ser más bajo que el límite inferior marcado por la valoración del vendedor. La competición entre compradores tiene el efecto de estrechar hacia arriba la esfera dentro de la que se determina el precio. Con A y B, los límites dentro de los que se determinaba el precio eran 10 y 30 libras; debido a la competencia añadida por la aparición de nuevos compradores, el límite inferior se movió hacia arriba hasta 28 libras.
En una competición unilateral entre vendedores sucederá lo opuesto que en el ejemplo anterior. El competidor más capaz, aquel que conceda el menor valor a la mercancía de la que se quiere desprender, será el que consiga vender y el precio estará en algún punto entre la valoración del vendedor con éxito como límite inferior y la valoración del más capaz de los vendedores sin éxito como límite superior. La competencia entre vendedores tiene como efecto el estrechamiento hacia abajo de la esfera dentro de la que se determina el precio.
Finalmente, Böhm-Bawerk analiza el caso más común de la vida económica: una competencia bilateral entre compradores y vendedores. Böhm-Bawerk representa esta situación típica con un esquema en el que muestra a 10 compradores y ocho vendedores, cada uno de ellos deseando comprar o vender un caballo, y el grado de la valoración subjetiva concedida al caballo por cada uno de los actores.
A1 valora un caballo a (y comprará a cualquier precio por debajo de)-30
A2-28
A3-26
A4-24
A5-22
A6-21
A7-20
A8-18
A9-17
A10-15
B1 valora un caballo a (y venderá a cualquier precio por encima de)-10
B2-11
B3-15
B4-17
B5-20
B6-21,10
B7-25
B8-26
A cualquier precio por debajo de 15 libras todos los compradores pueden competir. Por encima de ese punto los compradores menos capaces se irán retirando de la competición uno a a uno. A 15 libras se irá A10, a 17 libras se irá A9, a 18 libras se irá A8, a 20 se irá A7. Al tiempo que las pujas aumentan, el número de vendedores capaces de vender se incrementa. B3 estará dispuesto a vender por encima de 15 libras, B4 por encima de 17 libras y B5 por encima de 20 libras. Así, se reduce gradualmente la desproporción entre los caballos demandados y los caballos ofrecidos en venta; mientras que, a 13 libras hay una demanda efectiva de diez caballos pero sólo dos pueden ser vendidos, a cualquier precio por encima de 20 libras sólo se demandan seis y se ofrecen cinco.
Mientras los compradores en competencia sean mayoría no puede haber un arreglo final. La situación se resuelve a partir de 21 libras. A ese precio A6 deja de pujar y hay una demanda de cinco caballos y una oferta de cinco caballos. La puja entre compradores finaliza y el acuerdo podría cerrarse a 21 libras. Pero los vendedores todavía podrían querer un precio mayor. En ese caso, los compradores tendrían que seguir pujando más alto, pero se están acercando al límite. Si los vendedores piden un precio superior a 22 libras, A5 debe abandonar la puja y entonces habría cinco vendedores y cuatro compradores. Uno de los vendedores debería renunciar a la venta, pero como su valoración subjetiva todavía lo permite y ninguno querrá abandonar, los cinco vendedores pujarán a la baja entre ellos hasta que la oferta vuelva a igualar a la demanda por debajo de 22 libras. De hecho, el precio debe ir todavía más bajo, pues en el caso de un precio mayor de 21,10 libras, B6 estaría dispuesto a vender y la oferta volvería a superar a la demanda. A un precio por debajo de 21,10 libras el número de competidores en cada lado se igualará y se habrá encontrado el precio al cual puede cesar la competición. Así, los límites entre los que se puede determinar el precio se han estrechado entre 21 libras y 21,10 libras.
Lo que decide el éxito en una competición entre compradores y vendedores es, al igual que en el caso de una competición unilateral, el grado de “capacidad” para el intercambio. El precio se determina dentro de una latitud cuyo límite superior está constituido por la valoración del último comprador con éxito y la del vendedor más capaz excluido, y el límite inferior por la valoración del último vendedor con éxito y la valoración del comprador más capaz excluido. El precio de mercado está limitado y determinado por las valoraciones subjetivas de estos dos Pares Marginales.
El precio, de comienzo a fin, es el producto de valoraciones subjetivas […] Es la relación de la valoración subjetiva del bien y el equivalente de precio lo que decide qué personas pueden considerar adecuado competir, bien sea como compradores o como vendedores; es decir, decide que partes son “capaces de intercambio”. Es la misma relación la que decide el grado de capacidad de intercambio de cada competidor.[vi]
[i] “In my opinion Böhm-Bawerk is the most important Austrian economist after Ludwig von Mises. I say this on the basis of the fact that his writings provide by far the best and most comprehensive development of the law of diminishing marginal utility and its application to price theory that is to be found anywhere”. George Reisman, “Eugen von Böhm-Bawerk’s ‘Value, Cost, and Marginal utility’: Notes on the Translation”, The Quarterly Journal of Austrian Economics, 5, 3 (otoño 2002): 26.
[ii] “When the supply of goods is not sufficient, and some of the wants which they are adapted to satisfy must remain unsatisfied, it is clear that the loss of even a single good involves the loss of a posible satisfaction, while the addition of a single good involves the acquisition of a satisfaction otherwise impossible; and it is clear, consequently, that some gratification or form of wellbeing depends on the existence of that good. Conversely, it is quite as clear that, if goods of any class are to be had in superfluity, there is no harm done if one of the goods be lost—since it can be immediately replaced from the superfluous stock; nor any utility got if another such good be added—since it cannot be employed in any useful way”. Eugen von Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital (Nueva York: G. E. Stechert & Co., 1930) p. 136.
[iii] “The value of a good is measured by the importance of that concrete want, or partial want, which is least urgent among the wants that are met from the available stock of similar goods. What determines the value of a good, then, is not its greatest utility, not its average utility, but the least utility which it […] might be reasonably employed in providing under the concrete economical conditions”. Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital, p. 148.
[iv] We always follow one and the same course; we allocate our stock of goods among the concrete uses which are of most importance on our scale, and the last of these determines for us the marginal utility and the value of the good. Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital, p. 165.
[v] “[…] to exchange in such a way that the exchanger gains more in well being from the goods he gets than he loses in the goods he gives; or, since the importance that goods have for life and well being is expressed in their subjective value, to exchange in such a way that the goods received possess a greater subjective value than the goods parted with. An exchange is economically posible only between persons who put a different value, even an opposite value, upon the commodity and upon the price equivalent”. Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital, p. 195.
[vi] “Price, from beginning to end, is the product of subjective valuations […] It is the relation of the subjective valuation of commodity and price equivalent which decides the persons who may consider it worth their while to compete, either as buyers or sellers; that is to say, decides which parties are «capable of exchange”. It is the same relation which decides on the degree of each competitor’s capability of exchange”. Böhm-Bawerk, The Positive Theory of Capital, p. 210.