¿ES UN PROBLEMA QUE EXISTA BLANCANIEVES?
– Edgar Duarte Aguilar –
En el conocido cuento de los hermanos Grimm, la vanidosa reina malvada solía preguntarle todos los días a su espejo mágico:
“Espejito, espejito, dime quién es la más bella del reino”.
A lo que el espejo mágico solía responder sin chistar que no era otra sino ella. Todo muy bien, hasta que un día le dijo el espejo que había una más bella y se llamaba Blancanieves. La joven había crecido y su belleza superaba ahora la de su madrastra. Ahora la reina tenía un “problema” entre sus manos, que a sus ojos era necesario resolver de inmediato.
Todos sabemos cómo va el resto del cuento, así que no es necesario que me extienda. Traigo a colación el ejemplo porque, estaremos todos de acuerdo, en el cuento no había un problema real, había un pseudoproblema, y todo era causado por la envidia de la reina malvada. Que quede claro que no estoy diciendo que el “problema” no fuera tal debido a la trivialidad del tema en cuestión. Las preferencias son subjetivas, así como la importancia que cada uno le adjudica a sus propios fines y carencias. Asumamos para efectos del debate que se trataba de un tema muy importante. Lo que digo es que no es un problema real por lo siguiente. El problema de la reina no es que ella fuera fea. En ninguna de las versiones del cuento que conozco se insinúa siquiera que la belleza de la reina fuera en disminución. La reina seguía siendo igual de bella. El problema es que había surgido alguien que lo era más. En otras palabras, el problema era su envidia. De este modo, la mejor solución que encontró fue acabar con la vida de su joven rival.
Que me sirva entonces el ejemplo anterior para hacer una analogía con otro pseudoproblema, el cual tiene mayor actualidad y relevancia en algunos círculos. Me refiero a la desigualdad. Al igual que en el cuento, la desigualdad desaparecería, y en este caso por definición, si no hubiera gente más rica que otra. Imaginemos que en un abrir y cerrar de ojos, desaparecieran las personas más ricas del mundo y sus fortunas, representadas por bienes materiales. La desigualdad ya no existiría. Sin embargo, ¿qué quedaría? Quedaría un montón de gente pobre y con una esperanza de vida menor. ¿Es esto deseable? Si son honestos, aun los que dicen que la desigualdad es un verdadero problema que hay que combatir tendrían que admitir que no. Pero hagamos otro experimento mental: ¿qué hubiera pasado si nunca nadie hubiera ahorrado e invertido en bienes de capital más allá que el resto y mantuviéramos el nivel de vida del neolítico? Tampoco habría desigualdad pero hay que admitir que tampoco estaríamos mejor. Vemos, entonces, que la desigualdad no es un problema. Solamente se le percibe como tal cuando hay gente que tiene más que otra. ¿Cuál es el verdadero problema? El verdadero problema es la pobreza o, dicho de otra manera, la falta de medios para alcanzar suficientes fines como para elevar la esperanza de vida y el bienestar de las personas.
Una política redistributiva tampoco logrará que haya menos pobres sino todo lo contrario: desincentivará el ahorro, la inversión en bienes de capital, la inversión en bienes durables para futuras generaciones y, por otro lado, en los grupos “beneficiarios” desincentivará el trabajo, la empresarialidad, los deseos de superación.
Es verdad que parte de la desigualdad en el mundo se debe a privilegios estatales. Es más, como señalaba Murray Rothbard, y John C Calhoun antes que él, la misma existencia del estado crea castas y conflicto en la sociedad. Sin embargo, en estos casos, lo que hay que combatir no es la desigualdad per se sino los privilegios estatales.
Es necesario que la pobreza disminuya. ¿Cómo? Con intercambios libres, que benefician a ambas partes; con derechos de propiedad plenos y claros, que incentiven el ahorro y la inversión en bienes más durables y bienes de capital, que permitan tener una preferencia temporal más baja; con libertad para el comercio y la inversión en bienes de capital, la que a su vez incremente la productividad del trabajo y de la tierra y eleve los salarios y las rentas en términos reales, el bienestar y nivel de vida. No hay otra forma.