EL ÚNICO CAMINO HACIA LA RIQUEZA. (II)

 

    – Miguel Alonso Davila –  

 

  En el primer artículo de esta serie tratamos algún aspecto del problema de la información, y como esto afectaba a la consecución de la riqueza. Concluíamos que la única forma de conocer los productos que la gente desea es a base de prueba y error en un mercado libre. En este nuevo artículo abordaremos otros aspectos del mismo problema.

  Los fabricantes pueden recurrir a este proceso de prueba y error, primeramente, si pueden probar, esto es, si nadie determina qué es lo que se habrá de producir de modo coactivo. Es decir, porque existe un mercado libre. Si un gobernante estableciese ciertas pautas, por muy laxas que fuesen, sobre lo que debe o no debe producirse, provocaría que ciertos caminos quedasen cortados, los cuales quizás sirviesen para encontrar un producto que satisfaciese las necesidades de un terminado grupo de personas, que ahora quedarán sin saciar.

  Pero lo más importante es que en un mercado libre existen precios, lo que permite al empresario reducir una serie de factores heterogéneos como mano de obra, ladrillos, energía, telas, etc., que no podrían compararse o sumarse, a un único factor: su precio. De este modo el importe de todos esos elementos puede sumarse y compararse con el dinero atesorado por las ventas. Esto permite saber si estamos obteniendo pérdidas o beneficios. Si no hubiese precios, y utilizamos tres ladrillos, un kilo de harina, un hora de mano de obra especializada, diez metros cuadrados de suelo y energía, para elaborar un producto concreto, no sabremos si estamos usando demasiados recursos o no (¿cómo sumar un kilo de harina y tres ladrillos?, y ¿cómo comparar esos objetos con el producto final?). Además como los precios de los productos los establecen los consumidores y los de los factores que destinamos para fabricarlos también son determinados por éstos, entonces, si tenemos pérdidas querrá decir que estamos empleando unos factores muy altamente valorados por los compradores para producir un artículo no tan altamente estimado por los mismos. Tendremos pues que buscar otro modo de confeccionarlo (quizás con unos materiales menos valorados), o, en caso de no encontrar otras alternativas, cesar dicha manufactura. Y al dejar de trabajar con esos factores, quedarán libres para ser implementados en la fabricación de otros bienes lo suficientemente apreciados por los consumidores como para obtener beneficios; lo que significa que estamos obrando con los recursos escasos tal y como ellos desean. Si obtenemos un buen dividendo vendiendo, por ejemplo, un nuevo tipo de lavadora, rápidamente aparecerán otros empresarios que nos copiarán. Es decir esa información se transmite a través del mercado, y cuanto más alto sea el lucro obtenido, más rápidamente aparecerán otros productores, lo que facilitará que los deseos de los ciudadanos sean atendidos lo más rápidamente posible. Este aumento de oferta hará bajar el precio del electrodoméstico, de modo que la rentabilidad irá descendiendo, y la llamada a otros empresarios será menos intensa justo en la relación en que la demanda de los consumidores con respecto a ese aparato está más satisfecha. En algún momento puede que el precio baje tanto que algunas de las empresas tengan pérdidas (las más ineficientes) y cierren, dejando de gastar unos materiales escasos para realizar algo que ya no se necesita con tanta urgencia, quedando así libres para elaborar otros bienes. Así coincide la obtención de beneficios con la satisfacción de los consumidores, que al pagar la cuantía estipulada para una mercancía concreta les están transmitiendo a los empresarios que quieren que se siga fabricando a ese precio; y que los costes de producción sean sensiblemente inferiores al importe de venta quiere decir que no prefieren que esos recursos se destinen a otras líneas productivas. Por ejemplo, la plata, aparte de para hacer sortijas, también podría utilizarse para instalaciones eléctricas, puesto que es mejor conductor de la electricidad que el cobre; pero las sortijas son más altamente deseadas, lo que se refleja en un precio superior. De este modo, al obtener superiores ganancias los joyeros pueden pagar más por la plata que los electricistas, teniendo éstos que buscar una alternativa como el cobre, por el cual también compiten con otros empresarios. De este modo los recursos se asignan según las valoraciones de los consumidores y, al ser éstas cambiantes, los empresarios están obligados a buscar nueva información constantemente: información sobre qué productos les satisfarán y qué recursos podrán utilizar de modo que obtengan los máximos rendimientos posibles. El beneficio significa que hemos encontrado una reorganización de los recursos que reduce los costes, o por la que los consumidores están dispuestos a pagar más (por ejemplo cambiando de sitio las máquinas y los obreros en una cadena de montaje, o fabricando unos zapatos con un diseño más bonito o impermeables, o creando algo nuevo con recursos ya existentes como un dron, etc.). Esta nueva información rápidamente es aprehendida por los otros empresarios, lo que por competencia hará descender el precio final. La consiguiente disminución de los beneficios obliga a los empresarios a buscar nueva información, con la que mejor se satisfará a los consumidores, de modo incesante. De esta manera son los consumidores los que dirigen la producción, de modo que se fabrica lo que ellos demandan y se utilizan los recursos de forma eficiente.

  Sin embargo, que el mercado libre sea el sistema más eficiente no quiere decir que sea el que fabrica más cantidad de productos sino el que mejor se adecúa a las necesidades de los consumidores, sean cuales sean éstas. Si la mayor parte de la población no tuviese deseos de poseer cosas materiales y prefiriese vivir plácidamente en pequeñas casas en el campo con los alimentos estrictamente necesarios, entonces eso será lo que tenderá a producirse, pequeñas casas en el campo y plantaciones de los productos básicos. El que fabrique otra cosa sencillamente quebrará. En tal caso sería ineficiente y absurdo utilizar recursos para fabricar, por ejemplo, un coche. Cosa que podría suceder si hubiese alguna persona o grupo de personas dirigiendo la producción desde el gobierno.

  Ahora podemos entender por qué cualquier intervención económica supondrá que seamos menos ricos de lo que seríamos sin ella. Por un lado, las intervenciones impiden que se genere una cantidad inmensa de información relacionada con aquellas áreas económicas con restricciones, regulaciones, etc., que resulta necesaria para producir bienes que satisfacen algunas de nuestras necesidades. Por otra, cualquier cambio en algún precio, sea cual sea, un material, comida, dinero, mano de obra (de este caso concreto nos ocuparemos en otro artículo), hará que dichos precios dejen de reflejar fielmente las necesidades de los consumidores y los empresarios, al actuar con dicha información distorsionada, utilizarán sus fuerzas para producir productos que les dejen el mayor beneficio posible, pero en este caso ya no coincidirá con lo más anhelado por los consumidores, que quedará relegado al no generar tantos beneficios con la nueva configuración de precios.