Por centenares de años las culturas occidentales han refinado lo que se conoce como Libertad de Conciencia. Una de las consecuencias de este refinamiento es la Libertad de Expresión, una libertad que es relativamente nueva en la experiencia política humana. No hace mucho que criticar a un gobierno, por ejemplo, podría provocar que usted fuese asesinado por el mismo. El mero acto de hablar abiertamente o expresar pensamientos críticos de la religión estatal significaba ser torturado o asesinado. Pero avanzamos a través de los tiempos para entender que  el libre pensamiento y las palabras críticas son algo que las personas libres deben proteger y alentar. Thomas Jefferson llegó al punto de decir que reprimir la Libertad de Conciencia era un «Pecado contra Dios».

  Sin embargo, suprimir la Libertad de Conciencia era y es vista por el Estado como autopreservación.

  Hoy en día tenemos acceso a información que apenas hace 20 años era cosa de otro mundo. Cualquier persona con un teléfono móvil puede enviar un discurso o compartir información con literalmente todo el mundo. Debido a este acceso a la información, las personas reciben la información de los medios de comunicación de la corriente influenciada por el Estado con desconfianza, o las desacreditan inmediatamente y, generalmente, con razón. Esto es peligroso para la máquina de propaganda estatal, pero el Estado sabe que aún más peligroso que eso sería que percibiésemos que el Estado está suprimiéndolo. Estando a la izquierda o a la derecha del espectro político, todas las personas tienden a, justamente, valorar lo que llamamos hoy «Libre Expresión».

  Entonces, ¿qué hace el Estado? Hace lo que el estado siempre hace. Hace que la gente tema más a la libertad que a él mismo.

  En vez de inmediatamente hacer leyes suprimiendo y / o silenciando la libre expresión, el Estado manipula los miedos políticos que las personas tienen para hacer que se sientan amenazadas por lo que puedan creer que es un discurso contrario a sus creencias. Y el miedo que el Estado diseminó entre discursos políticos opuestos resultó en algo que no hace mucho tiempo sería ridiculizado como una superstición infantil:

  «Las palabras le pueden lastimar. Las personas que no están de acuerdo con usted quieren hacerle daño. Necesita tener sus sentimientos protegidos contra toda agresión. Los discursos o pensamientos contrarios son violencia contra usted.”

  En vez de usar opiniones contrarias para afinar creencias y convicciones, y alentar discusiones para la mejora de la sociedad en general, no sólo se incrementan el temor por los pensamientos opuestos, si no que también quieren ser protegidos de ellos.

  Implementa el Estado.

  Desde legislar pronombres a amenazas agresivas de prisión por pensamientos incorrectos, el Estado avanzó contra la Libertad de Conciencia para suprimir el no conformismo. Y algunos aplauden este comportamiento del Estado, que es visto como una protección contra todo mal. Otros ven esto como un escudo para promover su propia agenda política libre de oposición. Pero, como Bastiat explicó, mientras todos quieren vivir a costa del Estado, el Estado vive a costa de todos. Las acciones o pensamientos políticos de nadie están a salvo de esta agresión del Estado. Mientras que en el corto plazo el Estado escoge a los ganadores y perdedores, es sólo una cuestión de tiempo que él nos silencie a todos.

  Antes de aplaudir al Estado por destruir la Libertad de Conciencia de sus opositores, recuerde que cuando su oposición sea usted estará solo y nadie estará allí cuando el Estado lo coloque en la cárcel que usted construyó.

*Artículo traducido del Instituto Rothbard