EL ESTADO DE LOS CINCO MACACOS

 

    – Fernando Chiocca –

 

 

  Cuando las personas se encuentran con la idea de quitarle al estado las funciones que hoy ejerce – sean cuáles sean -, su primera reacción es considerarla una cosa de lunáticos. En realidad, el hecho es que la mayor parte de la gente ni siquiera ha oído hablar de la existencia de ideas de ese tipo, y nunca han osado cuestionar el status quo, lo que hace que este tipo de reacción sea algo común. Esto me recuerda mucho a la historia del experimento de los cinco macacos:

Un grupo de científicos colocó a cinco macacos en una jaula. En medio, una escalera, y sobre ella, un racimo de bananas. Cuando un mono subía por la escalera para coger las bananas, se disparaba un chorro de agua helada sobre los que estaban en el suelo. Tras cierto tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo impedían y le daban una paliza. Después de un tiempo, ningún mono subía ya por la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces los científicos sustituyeron a uno de los monos por uno nuevo. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo retirado por los otros, que le dieron una paliza.

  Tras algunas palizas más, el nuevo integrante del grupo ya no intentaba subir la escalera. Un segundo mono veterano fue sustituido y ocurrió lo mismo, participando, el primero sustituto, con entusiasmo en la paliza al novato. Un tercero fue intercambiado y lo mismo ocurrió. Un cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fueron sustituidos. Los científicos entonces se quedaron con un grupo de cinco monos que, aún nunca habiendo recibido un baño helado, continuaban pegando a aquel que intentara coger las bananas.

  Si fuera posible preguntar a alguno de esos monos por qué les pegaban a quienes intentaban subir la escalera, con certeza la respuesta sería:

– «No sé, pero las cosas siempre fueron así por aquí. . . «.

  La experiencia de los cinco monos en una jaula es prácticamente igual a otra experiencia: la de 6 billones de humanos en el planeta Tierra. La iniciación de la agresión sin justificaciones es el paralelo más fuerte que podemos trazar. De igual manera que los monos sustituidos agredían a los más nuevos sin saber el motivo, los humanos en todas partes del mundo defienden, sin jamás haberse preguntado el por qué, la existencia del aparato social de coerción y compulsión – el estado -, que agrede incesantemente a inocentes, sin necesidad y sin tener ningún argumento que se sostenga para justificar esta violencia.[i]

  Es bastante habitual que un argumento extremadamente común entre los que intentan defender el estado sea simplemente lo de decir que «siempre existió estado»[ii] y desafiar a la otra parte a «citar un ejemplo en la historia de una experiencia sin estado» – o sea, sólo una versión de la probable respuesta de los monos: «no sé por qué existe estado y no sé justificar sus argumentos, pero las cosas siempre fueron así por aquí y usted va a continuar recibiendo».

  Felizmente, para aquellos que luchan por la libertad y por un mundo sin la iniciación de agresión institucionalizada, a diferencia de lo que sugiere este «argumento», la sociedad está siempre cambiando. Cosas que siempre existieron dejan de existir y pasan a ser condenadas, como, por ejemplo, la esclavitud.

  La esclavitud fue práctica común en la historia de la humanidad. Si transportáramos a uno de esos defensores del estado 150 años en el pasado, es bien posible imaginarlo debatiendo con los ‘abolicionistas lunáticos’: «no sé justificar la esclavitud de otros seres humanos, pero las cosas siempre fueron así por aquí».

  Existen sólo dos diferencias relevantes entre las dos experiencias. La primera es que, en la jaula, ningún mono se beneficiaba de la violencia.[iii] Entre los seres humanos, existe un grupo que se beneficia de ella – los integrantes de los gobiernos y los grupos que se lucran con sus prácticas explotadoras. La otra diferencia es que existen algunos humanos que cuestionan esta violencia y que saben que es injustificable – conocidos como libertarios. Pero mientras su número sea insignificante, no pueden hacer nada más que seguir recibiendo palizas de la mayoría que no sabe por qué está pegando.

[i] La historia no dice si los científicos volverían o no a disparar agua helada sobre los monos si cesaran las agresiones, pero el hecho relevante aquí es que agredían sin saber por qué, siendo indiferente que esta agresión tenga alguna justificación o no. En el caso de los monos, puede tener alguna justificación plausible: estarían agrediendo para no ser agredidos por el agua helada de los científicos – un tipo de violencia defensiva, pero no exactamente legítima, por no estar dirigida contra los agresores. En el caso de los seres humanos, no.

[ii] En su Discurso de la Servidumbre Voluntaria, Étienne de la Boétie observa que: “Es verdad que al principio se sirve obligado y vencido por la fuerza; pero los que vienen después sirven sin pesar y hacen de buen grado lo que sus antecesores habían hecho por imposición. De ese modo, los hombres nacidos bajo el yugo, más tarde educados y criados en la servidumbre, sin mirar más lejos, se contentan con vivir como nacieron; y como no piensan en tener otro bien ni otro derecho que lo que encontraron, consideran natural la condición de su nacimiento. Y sin embargo, no hay heredero tan pródigo y despreocupado que a veces no ponga los ojos en los registros de su padre para ver si goza de todos los derechos de su herencia o si no lo usurparon o a su predecesor. Pero la costumbre, que por descontado tiene en todas las cosas un gran poder sobre nosotros, no posee en lugar ningún virtud tan grande cuánto la siguiente: enseñarnos a servir – y como se dice de Mitrídates que se habituó a tomar veneno – para que aprendamos a tragar y no hallar amarga la ponzoña de la servidumbre”.

[iii] Asumiendo que ya no existiese el chorro de agua, elemento del que nunca conocieron su existencia los macacos nuevos.