EL DERECHO DE FORMAR CARTELES
– Rodrigo Constantino –
El principio básico de una economía de libre mercado es que todos los cambios serán voluntarios, es decir, cada agente podrá decidir lo que comprar o vender libre de impedimentos como la amenaza o el uso de la violencia. Con esta premisa en mente, el economista Rothbard desarrolla en Man, Economy and State una defensa del derecho de crear carteles. Si los acuerdos de cooperación entre firmas son totalmente voluntarios, este tipo de organización no estaría hiriendo el principio de libre mercado. Aunque Rothbard argumenta que difícilmente esos carteles sobrevivirían si son ineficientes desde el punto de vista de la satisfacción de la demanda de los consumidores.
Conforme explica, si los consumidores realmente se opusieran a la acciones de cartel, considerando que los cambios resultantes de ellas son perjudiciales, podrían boicotear los carteles de forma que convirtieran la curva de demanda de sus productos elástica, o sea, sensible a los precios de mercado. A nadie se le obliga a consumir determinados productos, y hay un precio en que ciertamente es preferible abdicar del consumo o buscar substitutos. Claro que los consumidores siempre prefieren un precio más pequeño. Pero Rothbard pregunta: ¿eso quiere decir que el precio ideal es cero, o cerca de cero, para todos los bienes, porque eso representaría el más elevado grado de sacrificio de los productores a los deseos de los consumidores? Cuando se es consumidor, todos prefieren siempre el precio más pequeño para sus compras; y cuando se es productor, todos prefieren el mayor precio para sus ventas. Existen sólo dos formas de resolver ese dilema: o bien a través del libre mercado, donde los precios son determinados libremente por los individuos; o por la intervención violenta en el mercado, ignorando los derechos de propiedad.
Siendo el cartel una formación voluntaria, no hay porque clasificarlo, por lo tanto, como inmoral. Tampoco es posible afirmar a priori que su resultado será perjudicial a los consumidores. Aún en el caso extremo donde haya restricción de oferta, cuando un cartel llega a quemar parte de su stock para elevar los precios, se puede argumentar que los consumidores permanecen libres para evitar tal acto, bastando para ello comprar el producto al precio ofertado. Si los consumidores realmente desean evitar el acto, pueden practicar la filantropía por cuenta propia, comprando el stock y distribuyéndolo. Si no lo hacen, es porque juzgan que sus recursos escasos poseen un destino mejor, y continúan, por lo tanto, más satisfechos aún con la quema del stock. De hecho, la quema del stock en ese caso no es tan diferente de una industria que mantiene sus máquinas ociosas, dejando de producir el total de su capacidad.
Siempre que se habla de cartel se supone algún tipo de conspiración. Pero Rothbard afirma que existe, en verdad, una cooperación para elevar la renta de los productores. Siendo así, no habría una diferencia esencial entre un cartel y una corporación común o una asociación. Una gran fusión, de hecho, es sólo un cartel permanente. Por otro lado, un cartel que mantiene por acuerdo voluntario la identidad separada de cada firma es siempre más transitorio. En muchos casos, un cartel puede ser considerado una tentativa en la dirección de una fusión permanente.
Algunos critican los carteles basándose en su tamaño. Pero como Rothbard dice, no hay medios precisos de determinar un tamaño óptimo de una firma en cualquier industria. La función de los empresarios será justamente proyectar la demanda futura y los costes de producción, y aquellos con más éxito permanecerán en el mercado. Las pérdidas será la señal de alerta de que el empresario está fallando en su tarea de atender la demanda de los consumidores de forma eficiente. Por lo tanto, solamente el libre mercado podrá responder a la pregunta de cuál es el tamaño óptimo de una empresa, a través del mecanismo de prueba y error. Ningún economista puede calcular ex ante cuál sería el tamaño adecuado de una empresa de forma que se maximizara la satisfacción de los consumidores. Solamente éstos pueden decirlo a través de sus libres elecciones. Por tanto, no hay garantía alguna para decir que un cartel, o un grupo de empresas cooperando, será menos eficiente que incontables pequeñas empresas aisladas. La única forma de descubrirlo es permitiendo el libre funcionamiento del mercado, incluyendo la libertad de unirse para cooperar con otras firmas.
La experiencia, sin embargo, muestra que el cartel es una forma inherentemente inestable de operación. Si la unión de un grupo de empresas se mostrase eficiente en la atención de la demanda, o sea, rentable para cada miembro del cartel, eso llevaría naturalmente a una fusión. Por otro lado, si la acción conjunta se demuestra como un fracaso, o sea, presenta pérdidas para sus miembros, las empresas insatisfechas abandonarán el cartel. Las cuotas definidas dentro del cartel serán siempre arbitrarias, y siempre podrán ser cuestionadas por sus miembros. Los más eficientes dentro del cartel tendrán un fuerte incentivo a abandonar el grupo, pues están siendo limitados por la ineficiencia ajena. Podrían estar ganando cuota de mercado si abandonaran el cartel. Y hay aún otra fuerza amenazando constantemente el cartel, que viene de fuera. Si el cartel consigue ingresos «artificialmente» elevados por cuenta de la restricción de la producción, nada impide que productores de fuera entren en el mercado y saquen ventaja de esos beneficios extraordinarios.
Alguien puede preguntar: ¿qué impide entonces la formación de un gran Cartel? En realidad, el propio mercado impone un límite al tamaño de la empresa, a causa del problema del cálculo económico. Para calcular los beneficios y pérdidas de cada sector, la empresa debe poder comparar sus operaciones internas con los mercados externos para cada uno de los varios factores intermedios de producción. Cuando esos mercados desaparezcan, siendo absorbidos dentro de la empresa, el cálculo económico desaparece, y no hay como asignar racionalmente los recursos escasos para las áreas específicas. El gran Cartel no tendría cómo evitar grandes pérdidas. Por eso nunca sería una elección voluntaria en el libre mercado. El socialismo, en el fondo, sería equivalente a este gran Cartel, organizado y controlado compulsoriamente por el Estado. El hecho de que nunca se formó voluntariamente un gran Cartel y que necesita de coerción del Estado para su formación demuestra que no podría ser el método más eficiente para satisfacer las demandas de los consumidores.
Por último, el hecho de que el término cartel despierta tanta reacción negativa puede tener explicación en su origen, ya que en el pasado un monopolio o cartel era garantizado como un privilegio especial del Estado, reservando una determinada área de producción para un grupo particular. El gobierno prohibía la entrada de nuevos competidores. En el caso brasileño, Petrobrás fue un ejemplo claro de un monopolio posible sólo por el decreto estatal, y no por una mayor eficiencia de la empresa vis-a la-vis sus competidoras. El más famoso cartel del mundo, la OPEP, representa el mismo caso. Está garantizado por los gobiernos autoritarios de los países productores de petróleo, básicamente del Oriente Medio. Pero este tipo de cartel no tiene ninguna relación con el libre mercado. Por el contrario: es fruto justamente de la intervención en el mercado.
PS: Existen incontables ejemplos de carteles en el mercado, y se puede notar que los problemas surgen normalmente cuando el gobierno impide la libre competencia. La Orden de los Abogados de Brasil es un caso típico de cartel, y no habría problema alguno en eso, si hubiera libertad en el mercado. El peligro aparece cuando el gobierno garantiza el monopolio legal de la OAB, impidiendo el funcionamiento del libre mercado. Los sindicatos laborales son también carteles donde los trabajadores se unen para garantizar un poder de negociación mayor frente al empleador. El problema está en la coerción que tales sindicatos hacen contra los no-miembros, que aceptarían trabajar por sueldos menores. Cuando tales sindicatos impiden a través de la amenaza violenta la libre competencia, están perjudicando a los trabajadores de forma general. Nuevamente, la solución justa y eficiente está en el libre mercado.