DIEZ LECCIONES DE ECONOMÍA PARA PRINCIPIANTES – DÉCIMA LECCIÓN: BANCOS, BANCOS CENTRALES Y CICLOS ECONÓMICOS

    – Ubiratan Jorge Iorio –  

 

 

  ¿Sabía usted que si la mayoría de los ahorradores de cualquier banco, por más sólido que sea, deciden sacar el dinero de sus cuentas no habría dinero suficiente en las arcas del banco? ¿Y que desde 1970 tuvieron lugar 124 crisis bancarias en el mundo, sin contar a Islandia y Europa?

  Los bancos comerciales, por recibir depósitos a la vista (que, juntamente con el papel-moneda y las monedas metálicas componen lo que los economistas llaman medios de pago o, simplemente, moneda) son propagadores de crédito y multiplicadores de la moneda emitida por los bancos centrales.

  En el sistema de reserva fraccionaria sucede lo que Fernando Ulrich relata en su artículo sobre el sistema bancario “El dilema del sistema bancario y las reglas de Basilea”: «Sin embargo, en el actual sistema bancario de reserva fraccionaria, los bancos normalmente no prestan el dinero en especie que fue depositado. En vez de eso, crean una nueva cuenta corriente (formada únicamente por dígitos electrónicos), cuyo valor es entonces concedido como préstamo. De esta forma, el balance de un banco mostrará un total de $200 en la forma de depósitos en cuenta corriente, siendo $100 en dinero en especie y $100 en préstamos (con dinero exclusivamente electrónico). Por lo tanto, el banco posee 50% de dinero en especie (reservas) para honrar su pasivo de $200. Posee sólo una «fracción» como reserva. Al constatar que los clientes raramente retiran sus fondos, los bancos se sienten confiados para expandir el crédito, concediendo préstamos en cuantías varias veces superiores al dinero originalmente depositado. Los bancos, de esta forma, crean dinero «ex nihilo». O, como se describe en los actuales libros de texto de economía, multiplican el dinero. Se trata del «multiplicador monetario».

  Prosigue Ulrich, en lenguaje simple, en su esclarecedor artículo: «Por lo tanto, por medio de la práctica de la reserva fraccionaria, los bancos pueden emitir pasivo de corto plazo al tiempo que mantienen sólo una pequeña fracción de activos líquidos de corto plazo, estando la vasta mayoría de los activos en la forma de inversiones de largo plazo. A lo largo de la historia, la mayoría de los bancos se mostró incapaz de sobrevivir durante mucho tiempo siguiendo esta práctica, dado que simplemente no eran capaces de restituir todo su pasivo en especie (en el pasado, oro; en el presente, cédulas creadas por el banco central). La creación de un banco central fue la consecuencia lógica de ese arreglo, una creación con el objetivo de remediar ese fallo».

  Hasta la primera guerra mundial los gobiernos tenían restricciones en su capacidad de emitir moneda, porque regía el sistema de patrón oro, en el que sólo podían emitir si hubiera un aumento en sus reservas de oro. Con el final de aquella guerra, los gobiernos en el mundo entero abandonaron el patrón oro, que quedó restringido sólo a Estados Unidos. Pero el 15 de agosto de 1971, con el gobierno de Nixon, los Estados Unidos abandonaron el patrón oro.

  Ese abandono fue muy perjudicial porque provocó inflación en todos los países. ¡Para que se haga una idea de cómo de perjudicial fue, sepa que la Reserva Federal (la Fed – el Banco Central americano) fue creada en 1913 y que un dólar del año 1800 equivalía a un dólar de 1913, pero que un dólar actual vale 0,03 de un dólar de 1913! ¿No le parece que hay algo mal con la Fed y con los bancos centrales en general?

  Y en Brasil, ¿fueron diferentes las cosas? ¡La verdad es que fueron mucho peores! Vea que cosa espantosa: nuestro Banco Central fue creado por el decreto 4.595, de 31 de diciembre de 1964. La moneda que circulaba en la época era el crucero, creado en 1942. El crucero nuevo fue implantado el día 13 de febrero de 1967. El crucero, patrón monetario desde 1942, perdía tres ceros y se transformaba en crucero nuevo. Por lo tanto, 1 crucero = 0,001 crucero nuevo.

  El crucero sustituyó al crucero nuevo en 15 de Mayo de 1970, siendo que un crucero valía un crucero nuevo. Duró hasta 27 de febrero de 1986.

El cruzado proviene del Plan Cruzado, implantado por el gobierno Sarney. A partir del día 28 de Febrero de 1986, mil cruceros pasaron a valer un cruzado.

  Para implantar el cruzado el gobierno aprovechó las cédulas de 10 mil, 50 mil y 100 mil cruceros, sellándolas con el nuevo patrón. Por lo tanto, 1 crucero de 1986 pasó a valer 0,001 cruzados, o sea, 1 crucero de 1964, cuando nuestro Banco Central fue creado, equivalía a 0,000001 cruzados.

  Pero la cosa no quedó en eso: el cruzado nuevo entró en circulación el día 15 de enero de 1989, en la segunda reforma monetaria del presidente José Sarney. La nueva moneda sustituía al cruzado, siendo que 1 cruzado nuevo valía 1000 cruzados, lo que significa que 1 crucero de 1964 equivalía ahora a 0,000000001 cruzados nuevos.

  El crucero fue reintroducido como patrón monetario en sustitución al cruzado nuevo, como parte del «Plan Collor», en marzo de 1990, sin ocurrir la pérdida de tres ceros. Entonces, 1 crucero de 1964 equivalía ahora a 0,000000001 cruceros de 1989.

  El crucero real fue implantado en el 1º de Agosto de 1993, sustituyendo al crucero, siendo 1 crucero real equivalente a 1.000 cruceros de 1991. ¡Eso significa que 1 crucero de 1964 pasaba a valer ahora 0,000000000001 cruceros reales de 1989!

  ¿Pero piensa usted que la cosa acabó ahí? ¡Nada de eso! El Real fue lanzado en 01/07/1994, por el Plan Real, en el gobierno Itamar Franco. De entrada fue establecido un índice paralelo para efectos de transición, la Unidad Referencial de Valor (URV). La conversión de cruceros reales a reales fue hecha mediante la división del valor en cruceros reales por el valor de la URV en aquella fecha, que era de CR$2.750,00. Entonces, un real vale 2.750 cruceros reales, o sea, para concluir la conversación, 1 crucero de 1964, cuando nuestro glorioso Banco Central fue creado, equivale a 0,0000000001 divididos por 2.750!

  No se asuste, porque la cosa es aún peor: no consideramos la inflación que ocurrió entre 1964 y 1994, consideramos sólo los cambios de moneda, sino aún tendríamos que dividir ese último número por la inflación que se verificó en aquellos 30 años, ¡que fue una de las mayores del mundo! ¡Literalmente, desde que fue creado, el Banco Central de Brasil no hizo nada más que destruir nuestra moneda!

  ¿Y por qué es muy importante que no ocurran disturbios en la cantidad de moneda? La respuesta de los austríacos es que los ciclos económicos, vale decir la inflación y el desempleo, son provocados exactamente por manipulaciones artificiales en la moneda y en el crédito.

  La idea central de la Teoría Austríaca de los Ciclos Económicos (TACE) es que, cuando ocurre una expansión del crédito bancario, suponiendo que las expectativas en cuánto a la inflación futura no existan, las tasas de intereses, inicialmente, caen, manteniéndose por debajo de los niveles que alcanzarían si el crédito no hubiera aumentado. El efecto de eso es que, necesariamente, los patrones de gastos sufrirán alteraciones: los gastos de inversiones subirán relativamente a los gastos de consumo corriente y a los ahorros. Por lo tanto, la expansión monetaria, necesariamente, provoca una ausencia de coordinación entre los planes de ahorro y de inversión del sector privado. Ese impacto descoordinador de la política monetaria es esencial en la visión austríaca, pero no se tiene en cuenta en la teoría macroeconómica convencional.

  Ahora bien, la política monetaria, al alterar los precios relativos, modifica las señales emitidas por los precios. En el caso de una expansión monetaria, estas señales apuntan a la reducción de los beneficios de las empresas que producen para el consumo corriente y al aumento de los beneficios de la producción de bienes para consumo futuro. Se alteran, por lo tanto, las tasas de retorno sobre las varias combinaciones de capital. Los retornos en las etapas de producción más próximas al consumo caen, mientras crecen los retornos en las etapas de producción más alejadas del consumo; los recursos no específicos se desplazan de los primeros hacia los segundos; va disminuyendo la producción de bienes de consumo, al tiempo que los patrones de producción de bienes de capital van sufriendo alteraciones, pasándose a producir bienes que se adapten a la estructuras de producción que abarquen más etapas que anteriormente. Para que esas inversiones se completen hasta la etapa de los bienes de consumo final, deberán ser substraídos más recursos del consumo, lo que significa que la producción de bienes de órdenes más bajos deberá mantenerse en caída, hasta que la nueva estructura de producción se complete.

  El proceso descrito se revierte por sí mismo: en la medida en que las rentas de los dueños de los factores de producción aumentan (en el transcurso de la expansión monetaria), crece la demanda por bienes de consumo, lo que hace que los precios de esos bienes, relativamente a los precios de los bienes más alejados del consumo, aumenten. Se revierte, de esta forma, el proceso: caen los retornos en las etapas más alejadas del consumo final, mientras suben los retornos en las etapas más próximas del consumo final; los recursos no específicos hacen el camino de vuelta; los bienes de capital, que habían sido dimensionados para la estructura de producción anterior, tienen ahora que ser redimensionados para una estructura menos intensiva en capital; surgirán pérdidas y desempleo, que serán más fuertes en los sectores que anteriormente habían se expandido más y que, ahora, si encuentran con superproducciones.

  Las pérdidas y el desempleo generados no son más que la contrapartida de las asignaciones perversas de recursos generadas por la expansión monetaria. O sea, ¡la expansión monetaria y la recesión son inseparables!

  Para la Escuela Austríaca, entonces, la crisis que viene abatiéndose sobre Estados Unidos, Europa y que se esparce por todo el mundo fue provocada por una combinación malévola de: bancos centrales fijando las tasas de intereses en niveles absurdamente bajos, en la tentativa errada de mantener las economías en crecimiento; y gastos irresponsables de los gobiernos, que acabaron provocando deudas públicas espantosamente elevadas. Infelizmente, los gobiernos vienen «combatiendo» esa crisis de la peor forma posible, con los bancos centrales manteniendo las tasas de interés próximas a cero y los gobiernos ampliando considerablemente sus gastos. Para los austríacos – y toda la experiencia de más de un siglo muestra que tienen razón – esas medidas sólo servirán para alimentar más la crisis.