Para que una economía crezca y se desarrolle, la acumulación de capital productivo y, consecuentemente, el aumento de productividad, son necesarios. La acumulación de capital productivo ocurre con inversiones en máquinas y equipamientos. Para que haya inversiones, de entrada debe haber ahorro, que es la parte de la renta no consumida. Por su parte, esa renta no consumida es el ahorro genuino, que se canaliza hacia el sector productivo.

  Las personas dispuestas a aplazar su consumo transfieren los recursos financieros disponibles para aquellas personas que desean tener acceso a una cantidad de bienes y recursos mayores que su riqueza permite adquirir.

  Como las personas siempre prefieren tener el dinero ahora en vez de la perspectiva de recibir la misma cuantía en algún momento futuro, el bien presente siempre exige una prima en el mercado en relación al bien futuro. Esta prima es la tasa de interés, y su valor varía de acuerdo con el grado en que las personas prefieren el presente en relación al futuro. Eso significa que el grado de preferencia temporal de los agentes económicos reflejará la decisión de ahorradores e inversores, para que haya una asignación de recursos equilibrada. Con un aumento del ahorro, la tasa de intereses tiende a caer, reflejando una baja preferencia temporal. Por otro lado, un aumento de consumo la aumentará, reflejando una alta preferencia temporal.

  Mercado de Crédito.

  En teoría, las instituciones financieras sólo intermedian el cambio de recursos entre tomador y donante, siendo la tasa de intereses el retrato fidedigno de la preferencia temporal de los diversos agentes económicos. Sin embargo a través del Banco Central, el gobierno distorsiona completamente el mercado, a través de la manipulación del tipo de interés.

  El mercado de crédito suple las necesidades de crédito de corto y medio plazo con, por ejemplo, capital de giro para empresas y consumo para familias. Para los superavitarios es una forma de aplicación de recursos, y para los deficitarios, un crédito con plazo de vencimiento. Para las empresas es un mercado limitado, una vez que llegados a un nivel endeudamiento los acreedores pasan a restringir más préstamos, antes de la liquidación de los anteriores. Por ese motivo, ese mercado posibilita el crecimiento, pero no el desarrollo de la economía.

  Al intervenir, el gobierno distorsiona completamente la señal dada por el mercado. Su interferencia se produce por la manipulación de la tasa de interés. Cuando el gobierno la reduce, la señal que emite es que el mercado puede consumir con mayor ímpetu. Como el sistema bancario funciona con reservas fraccionarias, la cantidad de moneda en la economía aumentará, dando la falsa impresión de que las personas son más ricas. Sin embargo, la cantidad de bienes disponibles en la economía continúa siendo la misma. Hay más dinero para comprar la misma cantidad de bienes y servicios y eso presionará los precios.

  Las inversiones que se hacen con base en el bajo tipo de interés artificial, llevan a los empresarios a invertir con base en una proyección de demanda futura para estos proyectos, los cuales no serán demandados conforme la expectativa generada. El mercado que, a través del tipo de interés, demostraba el equilibrio de ahorro y consumo, ahora presionará más fuertemente para el lado del consumo, elevando los índices de precios en toda la economía y consecuentemente el endeudamiento, reflejando la alta preferencia temporal.

  Las interferencias gubernamentales están guiadas por doctrinas populistas, que generalmente buscan satisfacer a la población en el corto plazo. El “boom” artificial causado por esas interferencias lleva los precios de los activos a niveles irreales y, al elevar los intereses para contener la inflación, estará consumado el estallido de la burbuja. En ese periodo el mercado se reajusta, llevando la liquidación de inversiones erróneas – que tuvieron demanda sólo con la baja tasa artificial. Con eso, habrá la conversión de la tasa de interés a niveles realistas.

  La expectativa de inflación, decurrente de este aumento de crédito en la economía, lleva a los prestamistas a cobrar una prima por el mayor riesgo, o sea, la pérdida de poder adquisitivo de la moneda, decurrente de la inflación de precios. Una razón por la cual las tasas de intereses vuelvan a quedar por encima de la tasa que el gobierno fijó antes de la expansión monetaria es el hecho de que las empresas, iniciadas con el tipo de interés manipulado, tendrán que ser terminados. De esa forma, los empresarios estarán tentados a concluirlos a un coste mayor, decurrente de una mayor tasa de interés elevada por el banco central con el objetivo de contener la inflación de precios. Este es el efecto decurrente de los créditos sin base en el ahorro, combinados con la alta preferencia temporal de los agentes económicos.

  Mercado de Capitales.

  El mercado de capitales es el principal formador de ahorro, proveyendo las necesidades de financiación de largo plazo de las empresas. Para los ahorradores es una alternativa de inversión a través del capital social de las compañías. La tasa de interés, inflación, cuentas públicas, carga tributaria y crecimiento económico, son las principales variables que identifican un mercado robusto y con potencial de crecimiento. Una sociedad que ahorra mucho es aquella que tiene una baja preferencia temporal, llevando a una caída en el tipo de interés, una vez que hay más recursos disponibles para ser prestados. Con un bajo tipo de interés las inversiones de largo plazo pasan a ser más interesantes, una vez que el coste de capital se hace más pequeño. Como consecuencia, hay elevación del valor presente de los flujos futuros.

  Con una inflación controlada, los proyectos de inversión se hacen previsibles y el equilibrio en las cuentas públicas favorece que el gobierno reduzca su necesidad de financiación. La reducción de la necesidad de financiación proporciona una caída en la carga tributaria. Un gobierno que extrae menos del sector productivo es aquel que crea las bases para un crecimiento sólido y consistente, con mayor productividad, innovación e inversiones.

  La intervención del gobierno en la economía se realiza a través de todo un entramado burocrático y regulatorio. Su actuación genera una descoordinación y las señales del mercado pierden toda su eficacia. Por lo tanto, sólo la ausencia del gobierno propicia un ambiente favorable para hacer negocios y para emprender, manteniendo en equilibrio todas esas variables, pues solamente así habrá previsibilidad. El resultado será mayor crecimiento, mayor nivel de empleo y enriquecimiento de la sociedad.

  Una de las formas de intervención gubernamental en este mercado también es a través del tipo de interés, que es el precio del dinero en el tiempo y refleja la preferencia temporal de los diferentes agentes económicos. Cuando el gobierno la reduce acaba provocando una descoordinación en el mercado, forzando a los diferentes agentes económicos a actuar como si estuvieran en un ambiente de baja preferencia temporal. Los bancos comienzan a prestar un volumen mayor de dinero. El endeudamiento se eleva como consecuencia de la mayor propensión al consumo, reflejada por la alta preferencia temporal. Se inicia entonces una mayor presión sobre los bienes de consumo final y, si no está acompañada de un aumento de la productividad, los precios serán elevados. Los proyectos que se iniciaron con la perspectiva de un consumo futuro pasan a no ser interesantes, una vez que la inflación de precios es el principal síntoma de una descoordinación provocada por la manipulación del tipo de interés. Para contener ese desequilibrio, el gobierno aumenta esa tasa para frenar la inflación de precios. El coste de los proyectos de largo plazo pasa a quedar más oneroso. Una inversión de largo plazo sólo se emprendería si los intereses vigentes indicaran que hay una posibilidad de beneficios futuros.

  Emprender pasa a ser más costoso y burocrático, y eso tiene un efecto directo en el cambio, pues la inversión extranjera directa pasa a no ser interesante, teniendo como consecuencia la busca por economías en equilibrio. El gobierno pasa a utilizar la tasa de interés no sólo para frenar la inflación, sino para atraer capital externo. Ese nuevo capital entra con característica especulativa, buscando un retorno en las altas tasas de intereses. Finalmente, una creciente parte del capital extranjero entra no como capital productivo, que es la inversión extranjera directa (IED), sino como aplicación en títulos de la deuda pública estimulada por los altos intereses, para financiar el gobierno.

  Las inversiones hechas en las compañías listadas en bolsa pasan a no ser buen negocio, una vez que esa descoordinación, provocada por el gobierno, aleja los inversores que, cada vez más, pierden la confianza en un escenario cada vez más incierto. A la vez empresas no ven con buenos ojos la oportunidad de abrir el capital. Las aplicaciones en renta fija indexadas a la tasa de interés pasan a ser más atractivas, pues ese aumento en la tasa es visto como una prima por el riesgo decurrente de las incertidumbres en la política económica.

  Las empresas más sólidas buscan aplicar el exceso de caja en los títulos de la deuda, algo más seguro que invertir en sus negocios en tal escenario. La economía queda estancada y consecuentemente hay una caída en la recaudación de impuestos, presionando las cuentas del gobierno.

  Los primeros síntomas de la crisis en la bolsa asustan seriamente a los políticos, los responsables económicos y el público en general, siendo común la aparición de un alarido general en favor de una nueva expansión de crédito en el grado necesario para mantener y consolidar los altos índices en las bolsas. Se sigue entonces el periodo de euforia en las bolsas de valores, donde los precios de los activos suben a niveles irreales, mientras el gobierno mantiene la expansión monetaria. Piensan erradamente, que el nivel elevado de precios alcanzado por los títulos de valores es una señal de la buena “salud” de la economía y que, luego, debe hacerse lo posible para evitar el colapso de la bolsa. Cuando la demanda llega al límite, decurrente del fin de la expansión de crédito por el gobierno, los precios paran de subir y en ese punto es donde tiene lugar el estallido de la burbuja. De hecho, ni el público ni la mayoría de los especialistas quieren entender que la caída de la bolsa es el primero aviso de que la crisis es inevitable y que los índices de las bolsas no pueden mantenerse inalterados, a no ser por nuevas dosis de crédito, que servirían sólo para atrasar la crisis y hacer la recesión mucho más grave.

  Sólo si ocurriese una disminución súbita (y poco probable) en la preferencia temporal de la sociedad, los índices de la bolsa podrían, en la ausencia de expansión de crédito, dar un salto para alcanzar un nuevo nivel consolidado. Pudiendo ocurrir, como mucho, un crecimiento lento y gradual de la bolsa. Por eso, los “booms” y las euforias de las bolsas prolongadas continuamente son siempre artificiales y se alimentan de la expansión de crédito.

  Cuando el mercado, sin intervenciones, ajusta las tasas, evita las diversas burbujas y distorsiones que abundan en economías controladas a lo largo del tiempo. Al manipular el tipo de interés el gobierno distorsiona completamente la señal emitida por el mercado, provocando errores en la asignación de recursos y consecuentemente la acumulación de malas inversiones. Las intervenciones monetarias inevitablemente generarán desequilibrios y consecuentemente nuevas intervenciones para corregir las anteriores que, por fin, crean un ciclo vicioso que dejará la economía limitada a pequeños crecimientos insostenibles.