¿Por qué algunos países son ricos y prósperos mientras que otros parecen condenados Al castigo de la pobreza? He ahí una cuestión económica que acompaña a la humanidad hace siglos.

  Se han presentado varios factores como determinantes para la prosperidad: geográficos, culturales, históricos, religiosos, etc.

  Sin embargo, por lo menos desde la publicación del libro La Riqueza de las Naciones, en 1776, sabemos que las instituciones políticas y económicas tienen un papel decisivo en esta cuestión. Factores como el libre comercio, la empresarialidad de la población, un entramado jurídico confiable que proteja la propiedad privada y vigile el cumplimiento de los contratos, baja tributación, facilidad de emprender y una moneda fuerte son condiciones necesarias para que los países prosperen.

  El surgimiento y la consolidación de instituciones propicias al crecimiento económico tardaron centenares de años en naciones como los EUA y el Reino Unido. Sin embargo, en las últimas décadas hemos visto que las políticas adecuadas pueden acelerar significativamente el desarrollo económico.

  Estonia es un ejemplo paradigmático de eso.

  La historia de Estonia.

  El día 20 de agosto de 1991, Estonia se hizo independiente después de 51 años bajo el yugo del comunismo. El país había sido inicialmente ocupado por el Ejército Rojo en junio de 1940 bajo el Pacto de No-Agresión entre alemanes y soviéticos (Pacto Molotov-Ribbentrop), por medio del cual los dos regímenes totalitarios dividieron el Este Europeo en esferas de influencia. Un año después, el ejército nazi invadió la Unión Soviética, ocupando Estonia hasta 1944, cuando los soviéticos reconquistaron el país. La inestabilidad política en la Unión Soviética durante el inicio de los años 1990 precipitó la secesión y la libertad política en el país báltico.

  Desde el primer día, el nuevo gobierno se comprometió a implantar una serie pre-determinada de reformas de mercado, las cuales crearon las bases para una transición exitosa del socialismo al capitalismo. La agenda política incluía una amplia reforma monetaria, la creación de una zona de libre comercio, la imposición de una ley que prohibía déficits presupuestarios del gobierno, la privatización de empresas estatales, y la introducción de una alícuota única para el impuesto de renta.

  El inicio de las reformas económicas en Estonia fue similar a la experiencia de los otros países del Este Europeo y de Europa Central (también conocidos como «economías en transición»), pero en algunas áreas el inicio fue peor. Mientras que las naciones de Europa central consiguieron comenzar sus reformas más pronto, 1989-1990, las reformas estonias sólo comenzaron en 1991-1992. Esa pérdida de tiempo fue crucial e hizo que la economía de Estonia se deteriorara acentuadamente en este periodo, entrando en hiperinflación (la inflación mensual pasó el 80%).

  Así, la primera reforma real, y más urgente, fue la reforma monetaria. Salir del rublo y crear una moneda propia, fuerte y confiable fue un enorme e importante desafío para Estonia. Sin una moneda fuerte y estable, que genere precios estables y previsibles, ninguna otra reforma económica puede funcionar. Así, en junio de 1992, el país se convirtió en el primero de la ex-Unión Soviética en introducir su propia moneda. ¿Cómo? Utilizando un Currency Board.

  Currency Board.

  El Currency Board es un régimen monetario en el cual no hay política monetaria ni interferencia política. Es el sistema que se sigue cuando se quiere adoptar una genuina «ancla cambiaria», lo que hace que la moneda de un país se vuelva un mero substituto de una moneda extranjera. En este sistema, la moneda nacional está totalmente anclada a una moneda extranjera a una tasa de cambio fija (en el caso de Estonia, la corona estonia nació anclada al marco alemán). La variación de la base monetaria nacional se da de acuerdo con el saldo del balance de pagos (saldo de la cantidad de moneda extranjera que entra y sale de la economía nacional).

  La única función de un Currency Board es intercambiar moneda nacional (que él mismo emite) por moneda extranjera, y viceversa, a una tasa de cambio fija.

  En este sistema, no hay ninguna política monetaria. Todo el sistema funciona como si estuviera en el piloto automático. La base monetaria del país es igual a la cantidad de reservas internacionales (en el caso, la moneda adoptada como ancla), y varía de acuerdo con la cantidad de moneda extranjera que entra y sale de la economía en el transcurso de las transacciones internacionales del país. Cuando hay un superávit en las transacciones internacionales, la base monetaria doméstica aumenta; cuando hay un déficit, disminuye.

  Cuando la cantidad de moneda nacional es idéntica a la cantidad de reservas internacionales, es imposible que haya un ataque especulativo, pues sería imposible agotar las reservas internacionales (la moneda nacional tendría que enviarse en su totalidad para fuera, algo por definición imposible).

  El país que adopta el Currency Board pasa a funcionar cómo si fuera un estado del país emisor de la moneda utilizada como ancla por el Currency Board. Para que tal sistema funcione plenamente, se crea una Caja de Conversión (el Currency Board) con la única misión de intercambiar moneda nacional (que ella misma emite) por moneda extranjera, y vice versa, a una tasa de cambio estrictamente fija.

  Un arreglo de cambio fijo, para un país en desarrollo, es bastante superior a un arreglo de cambio fluctuante, pues genera estabilidad de largo plazo para las inversiones (los inversores saben exactamente cuál será la definición de la moneda los años venideros: se comportará idénticamente a la moneda-ancla; en el caso de Estonia, el sólido marco alemán). También acaba con las especulaciones cambiarias y retira completamente de las autoridades políticas del país la capacidad de hacer política monetaria – y, consecuentemente, de desvalorizar la moneda, lo que afecta sensiblemente la tasa de retorno de los inversores extranjeros.

  Además de estabilizar la moneda, un Currency Board impone forzosamente una disciplina al sistema bancario y a las políticas fiscales del gobierno. Como el gobierno no puede imprimir moneda, sus gastos tienen que ser financiados exclusivamente vía préstamos e impuestos. Los impuestos no pueden subir mucho, pues inviabilizan toda la actividad económica; y tomar prestado llevaría a un aumento sensible de la tasa de interés.

  Por eso, gracias a auto-restringirse, el gobierno de Estonia, jamás gastó más de lo que recaudaba.

  Presupuesto equilibrado.

  Como slogan político, «equilibrar el presupuesto» podía incluso sonar popular. Sin embargo, en la práctica, la medida era altamente impopular.

  Mientras que otros países del Este Europeo y de Europa Central iniciaron su «terapia de choque» liberalizando precios, Estonia comenzó equilibrando el presupuesto del gobierno en 1992 (en conjunto con el cambio de moneda). La prioridad de eliminar los déficits presupuestarios no sólo estaba bien solidificada en el pensamiento económico, sino también, y de manera más práctica, era la única solución para una situación desesperada. Los acontecimientos en los otros países de la región, que también habían salido del socialismo, indicaban que una reforma monetaria no podía tener éxito si el presupuesto del gobierno no estaba estrictamente controlado.

  Pero equilibrar el presupuesto exigía recortes radicales en todos los tipos de subsidios y ayudas a las empresas estatales, así como reducir profundamente el tamaño del estado. Por encima de todo, suponía la privatización de las empresas estatales.

  Cada uno de estos recortes fue extremadamente impopular, pues molestaba a varios y poderosos grupos de interés (desde sindicatos de estatales a personas acostumbradas a vivir de ayudas). Sin embargo, gracias a una coalición en el parlamento, se llevaron a cabo los recortes, y el establecimiento de un presupuesto equilibrado se convirtió en el objetivo más importante.

  Posteriormente, fue aprobada una ley estipulando que sólo se podían presentar presupuestos equilibrados en el parlamento de Estonia. En otras palabras, fue aprobada una ley prohibiendo que el Congreso presentara un presupuesto deficitario.

  Esa ley permitió que el gobierno, de allí en delante, consiguiera aprobar presupuestos equilibrados más fácilmente, e hizo que el presupuesto equilibrado se hiciera una marca registrada de Estonia.

  Sin la capacidad de imprimir dinero, el gobierno de Estonia sólo podría equilibrar su presupuesto recortando gastos. ¿La consecuencia? He aquí la deuda total del gobierno de Estonia: el 9% del PIB, la segunda más pequeña del mundo (sólo pierde con Brunei).

  Como consecuencia, se cortaron los subsidios para empresas. Eso fue crucial para el desarrollo de nuevas empresas privadas, pues los subsidios preservan y protegen antiguas y desfasadas estructuras de producción, además de impedir cambios estructurales modernizantes en la economía. El recorte de subsidios envió un mensaje simple, claro y directo para los dinosaurios industriales de la era soviética: comiencen a trabajar productivamente o mueran.

  Como mostraron los acontecimientos siguientes, la mayoría optó por comenzar a trabajar.

  Simultáneamente, varias empresas estatales fueron privatizadas: o fueron devueltas a sus propietarios originales (que las perdieron confiscadas durante el socialismo), o fueron vendidas a inversores extranjeros o fueron privatizadas por medio del sistema de vouchers (las acciones mayoritarias eran vendidas en subasta a un único propietario, y las acciones minoritarias eran adquiridas vía vouchers por varios pequeños inversores).

  Digno de nota es el hecho de que todos los bancos estatales fueron privatizados. Y los bancos privados recién surgidos que presentaron dificultades financieras no fueron socorridos. Como resultado, Estonia tiene hoy el sistema bancario más eficaz de los países bálticos y menos protegido y corrupto que el de los países de la Unión Europea.

  Libre comercio.

  Siguiendo el mismo criterio, Estonia redujo las tarifas de importación, así como las barreras no tarifarias, además de abolir efectivamente todas las restricciones a las exportaciones. Eso, en la práctica, hizo del país una zona de libre comercio.

  El objetivo principal de crear una zona de libre comercio – además de permitir acceso fácil y barato a productos que aumentan el nivel de vida de la población – fue la constatación, según Mart Laar, el primer ministro de la época, de que las tarifas proteccionistas favorecían exclusivamente a los sectores más políticamente organizados, y empeoraban la vida de toda la población, exactamente quién más carecía de acceso a productos buenos y baratos.

  Esa política de apertura comercial se comprobó altamente exitosa, estimulando la competencia, obligando a un aumento de la eficiencia de las empresas estonias, e impulsando el crecimiento económico y la reconstrucción del país. La apertura comercial – en conjunto con la desregulación económica, con la moneda estable y con un gobierno restringido – hizo que varias nuevas empresas extranjeras se establecieran en Estonia, las cuales abrieron nuevas fábricas dedicadas a la exportación.

  Obviamente, la apertura a las importaciones y la llegada de empresas extranjeras generaron varias protestas, las cuales siempre invocaban la «soberanía nacional». Sin embargo, tan pronto como se sintieron los primeros resultados positivos de esa apertura, la reversión de esas reformas se hizo mucho más difícil. La apertura comercial siempre será políticamente impopular, pero nadie alterará un sistema que esté funcionando.

  Inversiones extranjeras.

  Para una economía en transición, como Estonia, atraer inversiones extranjeras era una alternativa muy superior a pedir préstamos a instituciones internacionales, como el Banco Mundial y el FMI. La ayuda internacional siempre genera el riesgo de perpetuar el retraso de un país, pues normalmente consiste en tecnología obsoleta y consejos arcaicos, los cuales no tienen utilidad para ayudar a países modernos. Al recurrir a ayudas internacionales, los países en desarrollo pierden la oportunidad de usar su relativo retraso como fuerza propulsora para el desarrollo.

  Como dijo el primer ministro de la época, «no queremos ayuda, sino libre comercio».

  Acto seguido, fue aprobada una ley sobre la venta de tierras, la cual garantizó seguridad jurídica para todos los inversores extranjeros, pues ahora su propiedad estaría protegida por ley. A la vez, todos los privilegios especiales concedidos a algunos pocos y específicos inversores extranjeros fueron abolidos. El fin de ese favorecimiento explícito estimuló todos los tipos de inversiones. Rápidamente, ya entre 1993 y 1994, Estonia dejó de ser un lugar prácticamente desconocido en el mundo y se transformó en una meca para los inversores extranjeros. A partir de entonces, las inversiones extranjeras en el país – las cuales traían capital y tecnología extremadamente necesarios – sólo hicieron crecer anualmente.

  Como resultado, Estonia recibió más inversión extranjera per cápita en la segunda mitad de la década de 1990 que cualquier otro país del Este Europeo y de Europa Central. Ese amplio flujo de inversión extranjera creó nuevas oportunidades de empresarialidad, nuevos empleos, construcción de nuevas fábricas, nuevo conocimiento y nuevas tecnologías, e hizo a Estonia más moderna y más competitiva.

  Las consecuencias.

  Moneda fuerte, apertura comercial, gobierno restringido y con presupuesto equilibrado, bajos impuestos, y libertad empresarial. No es necesario más que eso para elevar a un país de la pobreza a la pujanza.

  Uno de los arquitectos de esta agenda pro-mercado fue Mart Laar, el primer ministro de Estonia durante dos periodos: 1992-1994 y 1999-2002. Laar afirmó que se inspiró en el bestseller de Milton Friedman, Free to Choose, para implantar su ambicioso plan de reformas de libre mercado.

  Esas reformas pavimentaron el camino para el increíble aumento en el nivel de vida presenciado en Estonia desde su independencia. Hoy, Estonia es considerada un país de alta renta por el Banco Mundial, siendo miembro de la Unión Europea y de la zona euro (Estonia salió del Currency Board y adoptó directamente el euro en 2011). El poder de compraventa de los estonios aumentó un 400% desde las últimas décadas, no obstante el severo impacto que la crisis financiera de 2008 tuvo sobre las economías bálticas.

  Estonia está hoy en el tope de la lista de los países con mayor libertad económica. Las finanzas del gobierno demuestran una salud envidiable, como muestra el hecho de que la deuda pública es de sólo un 9,5% del PIB. En términos de mercado de trabajo, la tasa de desempleo de Estonia es del 5,3%, bien por debajo de la media de la Unión Europea. Finalmente, su eficiente y atractivo sistema tributario (alícuota única del 20% sobre el beneficio de las empresas, mientras que los beneficios no distribuidos no tributan) colocó a Estonia como centro mundial de las empresas de alta tecnología, impulsando la inversión extranjera y el crecimiento económico.

  Adicionalmente, la expectativa de vida subió de 66 años en 1994 a 77 años en 2016.

  Cuando se compara a las otras ex-repúblicas soviéticas, el progreso de Estonia es aún más sorprendente. En términos de paridad del poder de compraventa, Estonia está al frente de países como Rusia y Letonia, y bien por encima de la renta media. La figura es similar cuando se recurre a otros indicadores, como expectativa de vida o tasa de mortalidad infantil, en la que Estonia muestra que el progreso económico tiene un impacto real sobre el nivel de vida de las personas.

  Estonia es el ejemplo vivo de que el progreso humano está intrínsecamente conectado a la libertad económica. Sin embargo, hay muchos otros. Países que hace no mucho tiempo eran extremadamente pobres están abandonando el atolladero del subdesarrollo y abrazando la prosperidad gracias al capitalismo. La receta para el crecimiento económico y para el progreso es bien conocida.

  La única cosa que podemos hacer es difundir las ideas de modo que todos los países aún atrasados tengan la oportunidad de mejorar su nivel de vida, así como hizo Estonia en el inicio de la década de 1990.